La presencia femenina ha sido, y es, un componente fundamental en nuestra historia patria. Su tránsito como esclava, criolla y cubana cubre gran parte de las más hermosas páginas de la lucha por la forja de la nacionalidad y la independencia en la etapa colonial, como en el bochorno republicano que vivió el país a partir del 20 de mayo de 1902. Nombres ilustres jalonan ese largo camino, entre ellos los de las mambisas Mariana Grajales, considerada con sobrada razón Madre de la Patria, por la valiosa contribución de su familia a la lucha independentista; o mujeres de la talla de Ana Betancourt, Ana de Quesada, Amalia Simoni y María Cabrales, que como madres y esposas de héroes como Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte y Antonio Maceo, respectivamente, dejaron para la posteridad grandiosos ejemplos de valentía, fidelidad y patriotismo.
En el largo crisol de esa cubanía han aportado altos valores a la patria muchas cubanas en diversos campos de la lucha política, la investigación científica, el arte, la cultura, el deporte y otras ramas del quehacer nacional; valores que trascendieron el ámbito insular para devenir aportes al desarrollo de la humanidad.
El nombre de la habanera Alicia Martínez del Hoyo, mundialmente conocida como Alicia Alonso, ocupa, sin dubitación alguna, lugar relevante en esa galería, pues ella es, en el sabio decir de Juan Marinello, “una de las grandes mujeres cubanas de todos los tiempos”. Con su debut en Nueva York el 2 de noviembre de 1943, en el rol protagonista de Giselle, sentó ejemplo de valor humano al sobreponerse a una cruel ceguera, con solo 21 años, y forjarse una gloriosa carrera. Ella colocó el nombre de su patria en el mapa mundial del ballet y reivindicó el derecho de las latinoamericanas a triunfar en un estilo danzario reservado hasta entonces a bailarinas eslavas y anglosajonas.
En su batallar por desarrollar el ballet en su patria no escatimó esfuerzos, y en una visita a Santiago de Cuba a principios de la década de 1940 incorporó al cuerpo de baile que la acompañaría en la puesta en escena de Las Sílfides a una jovencita, muy sensible al canto y el baile, llamada Vilma Espín Guillois, quien con el paso del tiempo entraría en la historia patria como una heroína de la sierra y el llano.
Nunca olvidó la joven santiaguera aquel encuentro con la genial artista, cuyo nombre adoptaría en varios momentos de su riesgosa lucha clandestina contra la tiranía batistiana. El triunfo del Primero de Enero de 1959 volvió a reunirlas, y un año después, el 23 de agosto de 1960, compartieron tareas hermosas como integrantes de la gloriosa Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que Vilma presidiría hasta su muerte física, y donde Alicia militaría como miembro de sus Consejos Nacional y de Colaboración. Sensible siempre a la grandeza artística y a la lealtad patriótica de la insigne compatriota, la FMC supo otorgarle sus dos más altos galardones: la Orden Ana Betancourt (1974) y la Distinción 23 de Agosto (1986).
“Los intercambios artísticos y fraternales entre Alicia, Vilma y la FMC fueron permanentes”
En esta hora de recuentos no debe olvidarse el gesto de la gran bailarina al dedicar el IV Festival Internacional de Ballet de La Habana al II Congreso de la FMC, en 1974, y escogerlo para su reaparición escénica en el ballet Mujer el 24 de noviembre de 1974, luego de más de dos años de alejamiento de las tablas a causa de una nueva operación en sus ojos. Los intercambios artísticos y fraternales entre Alicia, Vilma y la FMC fueron permanentes, e incluyeron su asidua asistencia a las funciones de la compañía y los actos para conmemorar importantes efemérides, así como el constante reconocimiento a las huestes femeninas de la compañía. Tuve el honor de acompañar a Alicia en las honras fúnebres de Vilma, en el Memorial José Martí, en la Plaza de la Revolución, y allí la vi depositar una rosa con visible emoción, mientras comentaba que la patria había perdido a una de sus más valiosas hijas.
El 28 de agosto de 2015 el Ballet Nacional de Cuba rindió homenaje a la querida dirigente de las mujeres cubanas con el estreno del ballet Vilma, coreografiado por Eduardo Blanco, bajo la dirección general de Alicia, quien vino a ratificar tan entrañables lazos de amistad y colaboración.
Sirva este nuevo aniversario de la FMC para honrar la memoria de dos insignes compatriotas que supieron, con el ejemplo de sus fecundas vidas, poner siempre en alto el nombre de la mujer cubana.