Aunque durante su larga carrera como bailarina, iniciada el 29 de diciembre de 1931 y finalizada en 1995, Alicia Alonso bailó en teatros de 62 países alrededor del mundo, los teatros cubanos tuvieron para ella un especial recuerdo. Amó mucho el escenario del antiguo Teatro Auditorium, donde debutó en el “Gran vals” de La Bella Durmiente, cuando solo contaba con 11 años de edad y donde centralizó la primera función del hoy Ballet Nacional de Cuba, fundado el 28 de octubre de 1948.
Las tablas de la sala principal del hoy Gran Teatro de La Habana, que ahora lleva su nombre, tenían para ella un especial significado. Sabía la rica historia que tenía ese coliseo, fundado como Gran Teatro Tacón en 1838, pues allí había bailado la gran ballerina austríaca Fanny Elssler en 1841 y 1842, quien mostró por primera vez a los cubanos la grandeza del estilo clásico y el baile en puntas.
También sintió especial devoción por las huellas que allí dejó la excelsa rusa Anna Pavlova, con sus actuaciones en las temporadas de 1917 y 1918-19. Con esa riqueza histórica Alicia llevó su arte por primera vez a ese escenario en 1950, en las temporadas populares que ofreció su novel compañía, que permitió el encuentro de los sectores más populares de la nación con el grandioso arte del ballet.
En 1960, volvería al hoy Gran Teatro para ofrecer su histórica Giselle en el marco del 1er. Festival Internacional de Ballet de La Habana. Sin embargo, la relación mayor, las raíces más profundas, surgieron a partir de 1965, cuando ese escenario se convirtió en la sede teatral permanente de la Compañía, a partir de la nueva producción de El Lago de los cisnes, que ella centralizó de manera magistral.
El mundo celebró, el 18 de mayo, el Día Mundial de los Museos, decretado por la UNESCO, y Cuba ha honrado la fecha con un acontecimiento de gran relevancia: la apertura al público del camerino que nuestra prima ballerina assoluta usara siempre, y de donde salió transformada para dar vida a su galería de inolvidables personajes, entre los cuales figuran: Giselle, Odette-Odile, Swanilda, Lisette, Princesa Aurora, Carmen, Margarita, Yocasta o La Diva.
Las tablas de la sala principal del hoy Gran Teatro de La Habana, que ahora lleva su nombre, tenían para ella un especial significado.
Un público devoto y respetuoso acudió a la apertura, que desde ahora permitirá a los visitantes sentir la magia inextinguible de la artista cubana más universal. Objetos personales, vestuarios, cosméticos, perfumes y accesorios para maquillaje, siempre a cargo de su exquisito estilista Tony Cañas, completan el rico muestrario, celosamente custodiado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y el Museo Nacional de la Danza, quienes presidieron tan histórico momento. Ha surgido, desde ahora, un sitio venerable en el Gran Teatro de La Habana, que desde el 8 de septiembre de 2015, mediante Resolución Ministerial Extraordinaria, lleva el nombre de la bailarina e ilustre personalidad de la Cultura Nacional Cubana.