Qué decir ante el desafío del artista con la escena, cuando logra derrumbar, sin apenas una huella, las paredes del teatro, para alzarse con la vida obviando teorías biológicas y del tiempo. Alicia bailando tanto… Sorprender, he aquí el verbo que audazmente esgrime siempre, dejando en el tiempo la huella fértil de su tenacidad, la poesía de sus movimientos cosiéndonos recuerdos…
De Giselle a Odile, de Carmen a Lissette… ahí está el genio corporeizado de Alicia, quien por su arte, atractivo carisma fisonómico con ritmo de música y contorsiones telúricas, encabezó en el tiempo, como personaje-símbolo, la diversa interpretación artística visual nuestra. A la altura de sus 95 años volvió a ser protagonista de estas historias sobre la escena. Y regresó a nosotros, en la piel de la descendencia de una obra enorme, en la original gala Maestra de generaciones —con dirección artística y montaje coreográfico de Alberto Méndez— que le regaló anoche el Ballet Nacional de Cuba en la sala Avellaneda del teatro Nacional, víspera de su cumpleaños, en presencia de Abel Prieto, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y Julián González, ministro de Cultura, entre otras personalidades.
Para captar a Alicia, ya sea en foto, cine, dibujo, pintura, ballet… hay que acudir a la magia, porque ella es la Danza, la danza es movimiento, y el movimiento es difícil de atrapar. Pero hay más, ella no es lo que se ve a simple vista, sino la artista que lleva dentro, y sale, como transformada en espíritu, cuando toca las tablas. En ese mágico espacio dejó eternos instantes. Como estelas que cobran forma a su paso, aparecieron las escenas de la mano del imaginativo creador Alberto Méndez para dejar constancia en el aniversario. Una zapatilla dorada que solo podía llevar Alicia como dueña absoluta —cual Cenicienta— constituyó el leitmotiv de la historia, contada a partir de vivencias escénicas a través del tiempo en los mil y un personajes abordados en poco más de una hora. Ellos desandaron las tablas “vestidos” por nombres cimeros del BNC: Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Estheysis Menéndez, Jessie Domínguez, Ileana Farrés, el maestro Adolfo Roval, Dani Hernández, Víctor Estévez, Félix Rodríguez, Ernesto Díaz, secundados por solistas y el cuerpo de baile, conjuntamente con la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, bajo la dirección de Giovanni Duarte, rindiendo tributo a la Maestra.
Al final, Alicia sobre el escenario, escoltada por los bailarines, entregó las zapatillas doradas —que subrayaban su genio/talento— a una pequeña estudiante de ballet. Es un símbolo. Alicia, la de las maravillas danzarias, volvió a actuar para nosotros transformada en una legión de bailarines que llevan su impronta cubana y universal. De su pueblo, agradecido, volvió a recibir flores y el sincero cariño convertido en atronadora ovación.