Poco antes de mi entrada oficial al Ballet Nacional de Cuba (BNC), en 1970, aprendí una gran lección teatral, que fue determinante en mi trabajo dentro de esa institución danzaria. Era el año 1969 y se ofrecía una función especial en el Lorca, para alumnos becarios de los institutos tecnológicos, atendidos entonces por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Llenaron el teatro, pero sin una preparación previa a lo que iban a ver y por ello reinó una gran indisciplina, que obligó a Sara Pascual, por entonces subdirectora del Ballet, a salir al escenario para pedirles un comportamiento correcto.
La sala quedó apagada para que empezara el ballet Carmen, con Alicia. Al levantarse el telón y comenzar ella a bailar vimos algo planeando sobre su cabeza. Era un avioncito de papel lanzado por uno de los becados durante el apagón del intermedio, a un compañero ubicado al otro extremo de la platea y que parece no tenía ni buena puntería ni conocimiento de las leyes de la física. Nosotros nos aterramos de que el “juguetico” fuera a dar en la cabeza de ella, quien por sus problemas visuales no podía percatarse de lo que ocurría. Por suerte, después de planear todo el escenario, cayó en un lateral ante el asombro del público. Al otro día se recibió una enorme cesta de flores en desagravio, enviada por Raúl Castro, entonces Ministro de las FAR.
Alicia comentó a todos que lo ocurrido no era culpa de los estudiantes sino del Ballet Nacional de Cuba por no haberlos enseñado antes a ver y comprender un espectáculo danzario. Como respuesta se invitó a cerca de 4 000 becarios a una función didáctica en el espacioso Teatro Chaplin (hoy Karl Max) donde Sara, vieja luchadora marxista y experimentada en el trabajo con las masas, les hablaría antes de cada ballet a presentarse.
“Creo que los éxitos que he cosechado en esa tarea no se deben a ningún talento especial mío, sino a dos grandes razones: estoy convencido de que no existe un ser humano incapaz de sentir la belleza del Arte y creo profundamente en lo que digo”.
Yo estaba en el escenario conversando con los bailarines cuando de pronto Sara se me acerca, me toma por un brazo y me dice: “Esta es una labor muy linda y necesaria y me tienes que ayudar”. Se abrió el gran telón de boca y apareció ante mí un inmenso espacio negro, donde no pude ver absolutamente nada, aunque frente a mí tenía 4 000 estudiantes. Ese fue el comienzo de una de las tareas más importantes que he realizado en mi vida: la divulgación masiva del arte del ballet. Ese trabajo, que ha permitido la conquista del gran público desde Mantua a Maisí, y que ha incluido a más de cien pueblos y ciudades de la nación, lo continué con Alicia, las primeras figuras y numerosas parejas, que han servido de modelos para explicar la técnica, las pantomimas y los diferentes estilos coreográficos. Los escenarios que he tenido en estos 55 años de trabajo didáctico, han sido muy diversos: fábricas, unidades militares, escuelas, zonas campesinas y hasta una cárcel colombiana y reservas indígenas en la Amazonia ecuatoriana y brasileña.
Gloria Castro, la fundadora del Incolballet de Cali, con el cual he colaborado por más de 30 años, me ha bautizado como “Un encantador de serpientes”. Creo que los éxitos que he cosechado en esa tarea no se deben a ningún talento especial mío, sino a dos grandes razones: estoy convencido de que no existe un ser humano incapaz de sentir la belleza del Arte y creo profundamente en lo que digo.
Alicia siempre se sonrió cuando le decía que yo fui también su partenaire, por las veces que estuve junto a ella, enseñando y aprendiendo, lo mismo en una rústica tarima, que en un escenario tradicional. A partir de 1969, que cofundé el programa radial Ballet, tuve el honor de participar en la creación de otros dos espacios divulgativos, surgidos de la pasión de Alicia, Fernando y Ángela Grau, la revista Cuba en el ballet (1970) y Ballet Visión (1972), antecedentes de otros similares empeños televisivos de la actualidad, como Bravo, De la gran escena y La danza eterna. Esos fueron mis comienzos.
En este año 2023, en que celebramos el 75 aniversario de la fundación de la compañía, podemos sentir el honor de haber cumplido una histórica tarea: hacer del ballet un derecho de todo el pueblo cubano.