Algunos aspectos caracterológicos sobre la recepción de los Diarios de campaña de José Martí
Catherine Cossette Güemez en su aportador estudio La configuración del yo en los Diarios de Montecristi a Cabo Haitiano y de Cabo Haitiano a Dos Ríos (1895) de José Martí, luego de referirse a los avatares que enfrentaron estos diarios desde que fueron publicados en forma separada hasta el momento en que empezaron a ver la luz como un solo texto, ha afirmado que en dicho recuento es posible percibir la manera compleja en que los diarios han sido leídos. Por un lado, como textos separados e independientes, con errores debidos a la prisa, con criterios disímiles de colección de los mismos y con un léxico que requiere ser anotado, y, por el otro, como textos cuya lectura ha sido impulsada por una cultura letrada posterior a la Revolución Cubana, que con tanto interés ha retomado la figura de Martí y ha impulsado el conocimiento de su obra y pensamiento.[1]
La investigadora mexicana especifica que es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando, a grandes rasgos, los Diarios de campaña comenzaron a ser estudiados, algunas veces de forma apenas tangencial y, en otras, con mayor profundidad, y de ellos se han escrito textos ensayísticos, académicos y de difusión, fundamentales para contar con una visión amplia de su escritura.[2]
Los Diarios de campaña de José Martí se insertan también en la estela de nombradía de obras donde se ha vinculado el sujeto autobiográfico latinoamericano y el surgimiento de las literaturas nacionales, donde este ha sido partícipe de las luchas por la independencia, pues no olvidemos que, como afirma Víctor Casaus , “la base social del Diario de campaña es la guerra que constituiría el mayor hecho cultural del siglo XIX, su profundidad podía ser medida por su carácter de acto de fundación de una nación, y por tanto, de afirmación de todos sus valores culturales”.[3]
“La base social del Diario de campaña es la guerra que constituiría el mayor hecho cultural del siglo XIX…”, afirmó Víctor Casaus.
Todo este proceso de comprensión tanto del Diario de Montecristi a Cabo Haitiano, como el de Cabo Haitiano a Dos Ríos tiene como fundamento la idea de que, como en ningún otro intelectual de América Latina, la recepción de los textos de Martí y la historia de esa recepción se han convertido, al menos para un público lector latinoamericano, en parte esencial y siempre presente de su obra,[4] y es quizás “la historia de recepción más significativa, emocionante y accidentada que haya tenido lugar en torno a una figura latinoamericana.”[5]
El estudio de la recepción de las obras de Martí, quien es la cúspide de la sensibilidad nacional,[6] arroja luces sobre la naturaleza del pensamiento martiano y demuestra el trazo o la espiral de trascendencia del escritor en análisis que van del texto al contexto, para volver a él. En el caso de los Diarios de campaña me asombra la magnitud del hecho estético que los mismos han despertado, que alcanza con creces, a la mayoría de las páginas que sobre ellos se han escrito: no son solo exégesis útiles y atenidas, son muchos de estos ensayos también obras de arte —bibliografía copiosa y de grandes valores literarios y culturales manifiestos—. Determinan dicho carácter la condición de los Diarios de campaña en tanto texto fundacional de nuestra identidad y de la modernidad literaria en lengua española, que implica su signo imantado y seductor,[7] lo que me hizo pensar en el proverbio chino que reza: “cuando el árbol está a punto de morir es cuando más frutos da”. Sedimentadas y extasiadas la fuerza, la originalidad del escritor, se manifiestan aquí plenas y casi sagradas, camino de la muerte. Esto no ocurre con buena parte de la producción ensayística sobre sus poemarios.[8] Lo que nos recuerda la idea de Markiewics de que “independientemente cuanto más alta es la calificación de los receptores, tanto más se inclinan ellos, en general, hacia la innovación.”[9]
Según reza un proverbio chino, “cuando el árbol está a punto de morir es cuando más frutos da”.
A comentar dicha bibliografía nos disponemos contemplando los diversos acercamientos como partes que se asientan sobre un mismo fondo. Su valor y copiosidad son como un mar que enfrento. Comentarlos “se transforma también en una tarea tan fabulosa, tan creadora y mediatizada como los demás (…). Si el escritor es un invento de su autobiografía, la labor crítica es un trabajo ilusorio que opera considerando al autor una hipótesis y a veces un mito colectivo (…) sus diarios son —según qué tendencia— o la exaltación de la libertad a toda costa, o bien, la defensa de una autogestión cubana.”[10]
Notas:
[1] Catherine Cossette. Ob. Cit., p 105.
[2] Catherine Cossette. Ob. Cit, pp. 108 y 115.
[3] Víctor Casaus. “El Diario de José Martí: rescate y vigencia de nuestra literatura de campaña”. Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 1, La Habana, 1978, p. 192.
[4] Ottmar Ette. José Martí. Apóstol, poeta, revolucionario: una historia de su recepción, UNAM, México, 1995, p. 27. Ette sienta pautas en este camino cuando afirma que la historia de la recepción de Martí se basó fundamentalmente –al menos hasta los años cuarenta– en José Martí como figura y símbolo, y no en su pensamiento propiamente dicho. El contenido de los escritos martianos permaneció, para la recepción.
[5] Rolando González Patricio. “Un siglo de recepción martiana: para leer a Ottmar Ette”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 20, La Habana, 1997, p. 229.
[6] Roberto Manzano. “José Martí”. El bosque de los símbolos. Patria y poesía en Cuba, T. I, siglo XIX, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2010, p. 631.
[7] “En ellos Martí logra una visión de lo universal por conducto de una visión de lo particular del mundo”. José Massip. Martí ante sus diarios de guerra, Ediciones Unión, 2002, p. 8.
[8] Lo voluminoso y excelente de la Bibliografía a los Diarios de campaña dedicada halla fundamento en la siguiente idea esbozada por Ezequiel Martínez Estrada en su ensayo “El Diario de Campaña”: “La exégesis exhaustiva a ese Diario ocuparía varios volúmenes escritos ceñidamente, extrayendo las implicaciones y condensaciones de sentido de episodios aparentemente fútiles. Todo el Diario es, como dice Vitier, lectura sagrada.” Ezequiel Martínez Estrada. “El Diario de campaña” en Martí revolucionario, Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1974 p. 395. [viii]
Pues, como afirma José Miguel Oviedo, los Diarios de campaña invitan a una larga serie de reflexiones –estéticas, humanas, históricas, ideológicas, etc., que es imposible examinar en su totalidad en un único acercamiento. Véase “Martí en su diario” en Cuadernos Hispanoamericanos. Los complementarios 15, mayo de 1995, Madrid, p. 7.
[9] – Markiewics. H. “La recepción y el receptor en las investigaciones literarias. Perspectivas y dificultades”. En Navarro, Desiderio (comp.) Textos y contextos II, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1989, p. 165.
[10] Esperanza López Parada. “Con todo el sol sobre el papel. Los diarios de José Martí y la suerte contemporánea del género”, Anales de Literatura Hispanoamericana, Madrid.28, 1999, p. 934.