Desde que a la cultura rusa (sin duda, de gran contribución para la humanidad) los europeos le aplicaron inmisericordes la política de cancelación, las alarmas quedaron encendidas. Curiosamente no vi suficientes declaraciones de intelectuales y artistas en el mundo que denunciaran lo que es, en puridad de términos, un acto de barbarie.
Tampoco noté particular resonancia entre los nuevos adalides de la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos, quienes en Cuba protestan, despotrican y atacan a las instituciones culturales cubanas ante cualquier desliz o ante la obligada defensa de un equilibrio social que se ha vuelto precario en medio de una crisis económica intensificada por el bloqueo, el acoso y las sanciones de Estados Unidos. Ante la campaña contra el grupo musical cubano Buena Fe en España, que reproduce los códigos de hostigamiento constantes en Miami, he vuelto a percibir los mismos síntomas delatadores de grupos e individualidades involucrados en los ámbitos artísticos e intelectuales, que no pueden soportar lo que llaman “excesos controladores del socialismo”, pero comulgan con los horrores del capitalismo, que cada vez más fomenta y condiciona una vuelta al fascismo.
En medio del notable apoyo a Buena Fe en las redes sociales, he leído alegatos francamente anticulturales y comparaciones fuera de contexto que demuestran la falta de objetividad en el análisis sobre la obligada autodefensa de Cuba frente al ataque constante que también ha bloqueado el posible desarrollo internacional de grandes artistas, sobre todo músicos. Empresas estadounidenses y sus afines en otros países controlan el “comercio” musical, y aunque aparentan no tener nada que ver con la política, aplican las leyes de Estados Unidos contra Cuba como lo hacen los bancos y las productoras de medicamentos.
No entender que el fundamental problema de Cuba es la política de las administraciones de Estados Unidos desde que asumieron que la Isla les pertenecía y proclamaron la doctrina de la fruta madura, es una muestra de ignorancia histórica y poca capacidad de análisis cultural.
“La guerra mediática opera con los mismos recursos que el fascismo: confusión, mentiras y miedo”.
Las “fortalezas” del exilio cubano están apoyadas, tanto desde el punto de vista ideológico como financiero, por el afán de dominación de la potencia vecina sobre la Isla, lo cual es tan evidente que cuesta trabajo considerar ingenuos a los que, coincidiendo con la ralea de Miami, llaman a destruir el orden político existente en nombre de la democracia y la libertad. La historia y el panorama continental e internacional demuestran que esos valiosos conceptos están absolutamente deformados. Justamente el boicot a Buena Fe en España es una muestra más de cómo la guerra mediática opera con los mismos recursos que el fascismo: confusión, mentiras y miedo.
Es un verdadero contrasentido que personas presuntamente sensibles e inteligentes se enrolen en la feroz campaña anticomunista de los centros de poder; acusen solo a las ineficiencias del sistema cubano; nieguen las realizaciones sociales conseguidas durante años, justo ahora menguadas por sanciones extremas, y no tomen en cuenta que otra sería la realidad si no existieran absurdos como la inclusión de Cuba en la lista de países promotores del terrorismo.
La historia de la humanidad no registra un genocidio calculado con tanta frialdad como este que se ejerce desde una gran potencia hacia una pequeña isla en el Caribe, perfectible en todas sus acciones, pero cuyos defectos no tienen comparación con la barbarie que comete su enemigo voluntario y sus seguidores. La tendencia a la cancelación como recurso ejercido contra la cultura rusa, contra artistas cubanos en Miami y contra Buena Fe en España obliga a estar alertas. Debemos recordar aquel poema de Brecht que dejó establecido que frente a las tendencias fascistas nadie está a salvo.