Alejandro Oms Cosme, hijo de Ricardo Oms y Juana Prudencia Cosme, nació el 13 de marzo de 1895 en Santa Clara, capital de la antigua provincia de Las Villas. Poco antes de su natalicio había comenzado la Guerra de 1895, en la que participaron numerosos practicantes del juego de pelota, como fueron los casos de Emilio Sabourín, Carlos Maciá, Alfredo Arango, Ricardo Martínez, Ramón Hernández, Ramiro Mazorra, Víctor Planas, Francisco Alday, Pedro y Leopoldo Matos, Enrique y Nicanor Ovares, Ignacio, Nilo y Ubaldo Alomá Ciarlos, Alejo Casimajov, Juan José López del Campillo, Orfilio Esteban Lombard, Gustavo Aróstegui, Manuel y José Dolores Amieva, Eduardo Machado y Ricardo Cabaleiro. Dos años antes de su muerte, en 1944, alcanzó a ver su nombre inscrito en la placa del Salón de la Fama del Beisbol Cubano, donde ingresó en compañía de uno de aquellos peloteros mambises, el lanzador y coronel del Ejército Libertador Carlos Maciá.
Alejandro Oms fue un excelente jardinero central, tenía gran velocidad y desplazamiento, y como bateador fue uno de los más grandes toleteros zurdos de las primeras décadas del siglo XX, tanto en Cuba como en los torneos invernales del Caribe y las llamadas Ligas de Color. Tuvo dos hermanos, Tito y Eleuterio, que también jugaron al beisbol con modestia. El lugar de su iniciación como pelotero fue el terreno de Boulanger Park y su equipo emblemático fue Los Leopardos de Santa Clara.
Ya desde el año 1921, Oms era considerado una verdadera revelación, como reza una crónica publicada en la revista Carteles: “Hay entre esos ‘pinos nuevos’ un Oms que es, en nuestra opinión, el mejor bateador cubano y, a la par, un corredor ‘taicobiano’ y un excelente out-fielder”.

Una gacetilla publicada en el diario La Publicidad de Santa Clara, en diciembre de 1923, año en que los Leopardos dominaron con holgura a sus rivales y ganaron su primer campeonato, afirmaba: “Cuando Oms va al bate, va toda Villaclara” y era estimado en ese momento “el mejor pelotero cubano y el mejor y más completo de entre todos los que integran las cuatro unidades del actual campeonato (…) como Charleston, más que estrella es otro sol. En sus piernas de gamo y en su majagua criolla el triunfo siempre está aleteando”.
El comentario citado igualaba al llamado “Leopardo del Condado” en honra y orgullo para Cuba con “Capablanca en el ajedrez, Oro en la piña, Fonts en la esgrima y Luque en el box” y añadía como timbre de gloria el sobrenombre de “El Caballero”, ganado por sus virtudes cívicas, seriedad, decencia, corrección y hombría de bien. Su brillante desempeño con los Leopardos llevó a John McGraw, manager de los Gigantes de Nueva York, a declarar que: “El Caballero Oms, Oscar Charleston y Pablo Mesa son los mejores jardineros que he visto en mi vida”.
“Ya desde el año 1921, Oms era considerado una verdadera revelación, como reza una crónica publicada en la revista Carteles: ‘Hay entre esos ‘pinos nuevos’ un Oms que es, en nuestra opinión, el mejor bateador cubano y, a la par, un corredor ‘taicobiano’ y un excelente out-fielder’”.
Alejandro Oms compartió su brillante carrera del Santa Clara con otros conjuntos, donde impuso su calidad de modo inobjetable. En el Cuba de 1926-1927 tuvo un astronómico average de 500 y en el Marianao de 1927 promedió para 366. Entre sus hazañas memorables se cuenta que, en octubre de 1927, en una serie de exhibición donde participaba el supremo jonronero Babe Ruth, el pilongo desapareció tantas pelotas como el Bambino.
La de 1928-1929 fue una de las mejores actuaciones de Oms, con liderazgo de bateo (432), hits (76) y dobles (18), esta vez vistiendo la casaca del Club Habana, campeones bajo la dirección de Miguel Ángel González. Entre las marcas impuestas por el Caballero Oms aquel año, estuvo la racha de 30 juegos consecutivos bateando de hit, entre el 31 de octubre y el 24 de diciembre de 1928.
En el torneo de 1929-1930, nuevamente con los Leopardos, fue líder con un sólido promedio de 380 y cinco cuadrangulares, y también lo fue en jonrones (3), hits (44) y anotadas (28) con el Habana en 1931-1932. El final de su carrera con los Leopardos le deparó excelentes desempeños en 1935-36, cuando fueron campeones con Martín Dihigo y Oms terminó líder en carreras anotadas (38) y dobles (10); y en la serie de 1937-38, cuando alzaron la bandera del triunfo dirigidos por Lázaro Salazar, “El Príncipe de Belén”, y a sus 43 años promedió 315.

Alejandro Oms participó en siete de las once temporadas de existencia de los Leopardos de Santa Clara, y es el líder histórico del equipo en carreras anotadas (190); hits (301); dobles (48); triples (18); jonrones (12) y average (368). Su promedio de por vida en la poderosa Liga Profesional Cubana fue de 345, entre los más destacados de todos los tiempos, y del mismo modo figura entre los diez primeros en varios departamentos ofensivos.
Fue tres veces líder de los bateadores: 1924-1925 (393), 1928-1929 (432) y 1929-1930 (380) y se mantuvo por encima de los 300 de average durante ocho temporadas de manera sucesiva. No se equivocó El Inmortal Martín Dihigo cuando afirmó: “A nadie puede sorprenderlo que yo acepte a Cristóbal Torriente como el mejor jugador cubano que he conocido, ni a Alejandro Oms como el mejor bateador entre todos mis compatriotas”.
En otros campeonatos del área jugó en la Liga Dominicana, con el Licey y las Estrellas Orientales, en 1929 y 1937 respectivamente. En Puerto Rico alcanzó promedio de 464 con el Guayama (1938-39). En Venezuela integró varios equipos como el Santa Marta (1935-1936, líder de bateo con 433), Senadores (1937), Centauros (1937), Vargas (1939, líder de bateo con 474) y Magallanes (1944) y fue seleccionado el mejor jardinero defensivo de aquel circuito a la edad de 48 años.
“No se equivocó El Inmortal Martín Dihigo cuando afirmó: ‘A nadie puede sorprenderlo que yo acepte a Cristóbal Torriente como el mejor jugador cubano que he conocido, ni a Alejandro Oms como el mejor bateador entre todos mis compatriotas’”.
De igual modo participó con frecuencia en las Ligas Negras norteamericanas, donde acumuló catorce temporadas, promedió 328 con 38 jonrones y formó parte del equipo New York Cubans de Alejandro Pompez, que discutió el título en la temporada de 1935, donde bateó para un elevado 354 y fue seleccionado al juego de estrellas.
Desaparecidos los Leopardos del firmamento beisbolero insular en el año 1941, la vida deportiva de Alejandro Oms continuó algunos años más, ya sin las cualidades del talentoso jugador que una vez fue. Durante la campaña de 1945-1946 perteneció al equipo Cienfuegos, gracias a la generosidad de su director Adolfo Luque, que le dio un puesto en la nómina para que pudiera cobrar algún dinero. El coloso que había sido al bate fue dos veces al cajón, con 50 años; la primera vez Pedro “Natilla” Jiménez le dio base por bolas; la segunda su coterráneo, el sagüero Agapito Mayor acabó ponchándolo, lo que motivó gran disgusto en el manager Luque. Ya su cuerpo estaba minado por la tuberculosis y su vida se extinguió en absoluta pobreza.
Su cadáver fue trasladado a su ciudad natal y acompañado hasta el cementerio en cortejo fúnebre por el pueblo que lo admiró como ciudadano y jugador de beisbol, encabezado por miembros distinguidos de la sociedad civil santaclareña, entre ellos el Dr. José Navarrete Surí, por la Sociedad Maceo, Dr. Antonio Azel Estefana por el Liceo de Villa Clara, Dr. Oscar Esparza Monteagudo, por el Comité Alejandro Oms y el alcalde municipal Dr. Juan Artiles López. En ademán cívico, el Ayuntamiento de Santa Clara decidió designar “Alejandro Oms” una calle de su ciudad natal.

Tras su fallecimiento, el gran periodista deportivo Eladio Secades firmó un emocionado homenaje, una parte del cual hemos colocado en el mármol que perpetuará su recuerdo:
Alejandro Oms no fue sencillamente un pelotero. Fue un maestro por vocación, porque la destreza le venía del alma. Cuando el deporte se practica así, como practicó Kid Chocolate el boxeo, entra de lleno en la categoría de arte. La de Alejandro Oms era una naturalidad diáfana, precisa, bien aquilatada. Llegaba a la hazaña sin esfuerzo. Para lucir pelotero grande, solo tenía que ponerse el uniforme. Los pies firmes, el pecho erguido, la pupila alerta, la divina estaca en disponibilidad. Los serpentineros de su época le respetaban y le temían. A través de los años, no habían podido encontrarle el punto vulnerable.
La grandeza en casi todos los deportes es un problema de armonía. Raramente se produce la estrella cuando no existe un ritmo balanceado entre la destreza y la fuerza. El jugador que batea mucho y fildea poco y el que es eminente en la defensa y débil en el ataque, podrán avanzar mucho pero sin llegar nunca a los umbrales de la posteridad. Alejandro Oms es igualmente inolvidable en una modalidad como en la otra. Sumados ambos factores, resulta la obra englobada de uno de los jardineros cubanos más completos de todos los tiempos. Quizá el mejor.
Lo más convincente en Alejandro Oms era la sobriedad. Daba la sensación de que la brillantez y la eficiencia suyas eran una cosa mecánica y al alcance de cualquier fortuna artística. Salía al fildeo al producirse el sonido seco del batazo. Ese segundo que ganan los privilegiados, es el tiempo que pierden los jornaleros del base ball, que después tienen que suplir el retraso con estirones titánicos y volteretas de circo.
Alejandro Oms fue un outfielder sin aspavientos y sin trapecio. Con el aplomo escénico y la desenvoltura natural de Joe DiMaggio, que es capaz de trasladar a quien llegue por primera vez a un desafío de pelota, la idea irreal de que cualquiera puede ponerse bombachos, calarse la gorra, coger un guante y salir a jugar el center field.
“Alejandro Oms no fue sencillamente un pelotero. Fue un maestro por vocación, porque la destreza le venía del alma. Cuando el deporte se practica así, como practicó Kid Chocolate el boxeo, entra de lleno en la categoría de arte”.
Paradójicamente, a pesar de toda su grandeza como deportista y ser humano, la posteridad le negó a Oms el privilegio de que su glorioso nombre fuera también el del estadio que se inauguró en Santa Clara en 1966, cuando apenas habían transcurrido veinte años de su fallecimiento. Ningún pelotero había acumulado mayores méritos que él, para que su figura de hombre negro, respetado y humilde, fuera la que identificara el más significativo diamante en Santa Clara.
Una manera de reparar parcialmente aquel olvido, es la existencia de una copa de beisbol que lleva su nombre, que debe contribuir a que las jóvenes generaciones de peloteros villaclareños se apropien de ese símbolo como ejemplo a seguir de virtud atlética y caballerosidad en el terreno.
La tarja que hoy colocamos, en el 130 aniversario de su natalicio, no solamente constituye un desagravio a su memoria, sino sobre todo resulta testimonio de que Alejandro Oms vivirá siempre en la gratitud de sus compatriotas, a quienes representó con dignidad como El Caballero del beisbol cubano.

Este homenaje quiere serlo también a varios destacados peloteros que nacieron en la actual provincia de Villa Clara, en su mayoría negros y mestizos, con destacadas actuaciones en los circuitos profesionales y amateurs de Cuba, el Caribe, México, las Grandes Ligas y las Ligas Negras, cuyos nombres merecen ocupar un sitial de honor en el principal estadio de la ciudad. Son ellos:
Miguel Cuéllar. Lanzador, zurdo. Nació el 8 de mayo de 1937 en Santa Clara y falleció el 2 de abril de 2010 en la Florida. Uno de los más grandes pitchers cubanos en la historia de las Grandes Ligas, donde ganó 185 juegos, ponchó a 1632 bateadores y su PCL fue de 3,14.
Manuel García. Lanzador, jardinero y primera base, zurdo. Conocido por “Cocaína”. Nació en Manacas el 28 de diciembre de 1905 y falleció en Caracas el 13 de abril de 1995. Participó en diecisiete temporadas de la Liga Profesional Cubana.
Ángel González. Lanzador, zurdo. Bateaba a la derecha. Conocido por “Catayo”. Nació en La Movida, en 1918. Uno de los zurdos más destacados de la Liga Nacional Amateur.
Agapito Mayor. Lanzador, zurdo. Nació en Sagua la Grande el 18 de agosto de 1916 y falleció en los Estados Unidos en abril de 2005. Uno de los buenos lanzadores profesionales cubanos, reconocido como un brazo de hierro, pues podía lanzar con muy pocos días de descanso.
“Paradójicamente, a pesar de toda su grandeza como deportista y ser humano, la posteridad le negó a Oms el privilegio de que su glorioso nombre fuera también el del estadio que se inauguró en Santa Clara en 1966, cuando apenas habían transcurrido veinte años de su fallecimiento”.
Daniel Parra. Lanzador, zurdo. Conocido por “Parrita”. Nació en 1920 en Caibarién y falleció el 15 de agosto de 1998 en La Habana. Uno de los mejores zurdos en la historia del amateurismo cubano antes de 1959.
Conrado Rodríguez. Lanzador y jardinero, derecho. Conocido por “General Sagua”. Nació el 25 de agosto de 1885 en Sagua la Grande y falleció el 24 de septiembre de 1931 en Holguín. Participó en 1922 y 1928-1929 en las Ligas Negras norteamericanas con el Cuban Stars.
Pablo Mesa. Jardinero, zurdo. Conocido por “Champion”. Nació en Caibarién en 1898 y falleció en febrero de 1928 con treinta años de edad. Una de las figuras más descollantes de los Leopardos de Santa Clara.
Julio Rojo. Jugador de cuadro y jardinero, derecho. Bateador ambidextro. Nació el 22 de mayo de 1894 en Sagua La Grande y falleció el 27 de diciembre de 1958. Fue veloz en las bases, al extremo de robarse la segunda, la tercera y el home sucesivamente, en un partido. Jugó con el Bacharach de las Ligas Negras a las órdenes de Rube Foster.
Gilberto Valdivia. Receptor, derecho. Conocido por “Chino”. Nació en Placetas el 14 octubre de 1914. Participó en diez temporadas de la Liga Profesional Cubana. Fue uno de los receptores más estables y defensivos de su época. Participó en tres Series del Caribe. En 1951 y 1952 sus cualidades a la defensa lo llevaron a ser elegido para recibirle la bola de nudillos al pitcher estadounidense Hoyt Wilhelm.

Claro Duany. Jardinero, derecho. Nació en Caibarién el 12 de agosto de 1917 y falleció en Illinois el 28 de marzo de 1997. Conocido por “El Gigante”. Extraordinario bateador, se destacó como jonronero en la liga cubana, México y los New York Cubans entre 1944 y 1947.
Mario Ariosa. Lanzador, jardinero y jugador de cuadro, derecho. Conocido en México por “Mr. 300”. Nació el 12 de septiembre de 1920 en Remedios y falleció el 20 de enero de 1992. En 1982 ingresó al Salón de la Fama del Beisbol Mexicano en la ciudad de Monterrey, país donde se radicó en 1947.
Aprovechamos también la ocasión para divulgar nuestro deseo de organizar, en la centenaria Biblioteca Provincial Martí, una conferencia científica que tome como inspiración el 130 aniversario de Alejandro Oms, dedicada a homenajear la presencia de peloteros negros cubanos en el beisbol de las Ligas de Color estadounidenses, y de atletas afroamericanos en conjuntos profesionales del beisbol cubano, de los cuales el equipo Leopardos de Santa Clara constituye el más alto ejemplo.
Entre aquellos ilustres beisbolistas podemos mencionar los nombres de Oscar Charleston, Oliver Marcelle, Frank Warfield, Raymond Brown, Bill Holland, Eddie Douglas, Frank Duncan, “Dobie” Moore, “Rube” Curry, “Red” Ryan, Lawrence Brown, “Turkey” Stearn, William Perkins, Willie Wells, George Suttles, “Satchel” Paige y Joshua Gibson, la mayoría miembros del Salón de la Fama de Cooperstown.
Por último, quiero agradecer a todas las personas que nos han acompañado en esta noble causa, en particular a Omar Valiño, director de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí; Juan Reynaldo Pérez Pardo, presidente de la Federación Cubana de Beisbol y de la Comisión Nacional de Beisbol, ambos hijos de Santa Clara; y a Gustavo Arnavat, presidente de Cuba Foundation, cuyo padre trabajó en la arquitectura de este estadio, por su valioso apoyo, solidario y desinteresado.
* Palabras pronunciadas por el autor de este artículo durante la develación de una tarja en homenaje a Alejandro Oms, reconocimiento al excepcional atleta realizado el 13 de marzo de 2025 en la ciudad de Santa Clara.