Alejandro Lescay: de casta le viene el talento
Ciento cuarenta y dos piezas conforman la muestra titulada La espera, del artista de la plástica santiaguero Alejandro Lescay Hierrezuelo. La exposición, inaugurada en el contexto de la decimocuarta edición de la Bienal de La Habana, estará abierta al público hasta el venidero febrero en la Galería Galiano del municipio capitalino de Centro Habana.
Su autor —hijo menor del recientemente galardonado Premio Nacional de Artes Plásticas (2021), Alberto Lescay— asegura: “La espera es una serie que comencé hace unos dos años. Está basada en una obra que realicé alrededor de una década atrás, para participar en un salón de arte religioso en la iglesia de la Santísima Trinidad, de Santiago de Cuba. Aquella pieza, que nombré ‘La espera’, era básicamente un lienzo que tenía más o menos el mismo imaginario, es decir, muchas personas que miran hacia arriba. Siempre estuve muy inconforme con esa obra, que a mi juicio necesitaba ser más abarcadora”. Además, agregó: “Esa idea se me quedó grabada en la memoria, hasta que después descubrí la técnica de Scratchboard, en la que encontré la vía precisa, ideal, para materializarla”.
La técnica, aunque cuenta con antecedentes en nuestro país, no es usual en exposiciones, al menos no en todas las obras que componen una muestra.
En el contexto de las artes visuales cubanas no conozco ninguna exposición realizada con el uso de Scratchboard. Consiste en un soporte que se prepara con una base de yeso blanca, y por encima se pinta con tinta china negra; se deja secar y con un material no filoso, aunque sí punzante (algo así como una aguja), vas rallando para que salga esa tinta y quede lo de abajo. O sea, es el proceso inverso al dibujo.
Todas las obras, las piezas, que se exhiben en La espera son originales; no son grabados. Las ventajas de esta técnica, cuyo uso vi por primera vez en Alemania, es que te permite una línea muy limpia, simula mucho las artes gráficas y es muy dibujística, por eso me siento muy bien al utilizarla.
La espera, desde la técnica de Scartchboard, tiene atractivos en cuanto a lo conceptual, la forma y sobre todo la espiritualidad reflejada en más de un centenar de rostros en blanco y negro, representativos de hombres y mujeres de diferentes edades; algunos descubiertos, otros semiocultos tras mascarilllas. Mientras unos pocos sonríen, otros muchos denotan añoranza, alegría, esperanza, preocupación, desesperanza y hasta temor. Expresiones que en su totalidad son fruto del gran talento de este joven creador, quien afirma que “todas las personas retratadas son reales, forman parte de mi contexto social. Son compañeros de trabajo, amistades, vecinos, artistas, el vendedor de maní, el barrendero, etc. Por esa razón la exposición se convierte en una especie de diario, de registro. Interactué con todos esos seres durante siete meses de trabajo, para poder lograr esa colección de obras que por primera vez muestro al público”.
En efecto, curador (David Mateo) y artista catalogan La espera como una suerte de registro sociológico, y además un experimento para el hacedor.
Uno de los elementos visuales distintivos de la exposición es que todo el mundo es mirado desde arriba. Considero que fue esa la mejor forma que encontré para expresar esa espera. Siempre he pensado que una de las cosas que nos unen es que todos esperamos algo en la vida, y aunque no tengamos creencia en ninguna deidad, en algún momento de nuestras vidas miramos al cielo como símbolo, como señal de espera, y pedimos al Universo aquello que queremos.
La expresión fue igualmente importante para lograr cierta diversidad en cuanto a la composición. Hay personas que miran al cielo y reflejan en su rostro los más disímiles sentimientos; otras, sin embargo, no lo hacen y simplemente muestran sus manos. En eso traté de hallar diferencias, para hacer que la mayoría de las piezas expresaran cosas distintas y evitar la monotonía visual.
Desde niño, Lescay Hierrezuelo sintió inclinación hacia las artes visuales. Se graduó de Pintura en la escuela profesional José Joaquín Tejada, en Santiago de Cuba; centro que después de San Alejandro, en La Habana, es la academia más antigua de Cuba. Es autor de más de una decena de exposiciones personales y otras tantas colectivas, exhibidas en Santiago de Cuba, La Habana y el extranjero. Esas muestras anteriores “eran mayoritariamente pinturas, acrílico sobre lienzo. Es decir, utilizaba otras técnicas”.
¿Cuál es tu opinión acerca del estado actual de las artes plásticas en tu ciudad natal?
Santiago de Cuba tiene una historia muy rica en las artes visuales, sobre todo en manifestaciones como el grabado, la pintura y la escultura. Ciertamente carezco de argumentos para hacer una valoración general. No obstante, sí puedo asegurar que hay una gran cantidad de jóvenes con muchos deseos de hacer, de crear, pero no siempre encuentran espacio para exponer sus obras. De todos modos, Santiago de Cuba contará siempre con un excelente potencial de consagrados y jóvenes artistas; santiagueros que tendrán mucho que decir no solo en las artes visuales, sino en las artes en general. Mi ciudad, además de heroica y solidaria, es muy cultural.
Además, existe mucho apego a lo tradicional. Respetamos, por supuesto, esa tradición, pero al propio tiempo tenemos en cuenta la necesidad de introducir cambios, iniciativas novedosas que redunden en beneficio de la creación artística. Soy hijo de Santiago, allí vivo y aspiro a continuar viviendo, y por tanto, soy muestra de lo que allí se está realizando.
“Mi ciudad, además de heroica y solidaria, es muy cultural”.
Por segunda ocasión consecutiva Alejandro Lescay participa en una Bienal de La Habana. En esta decimocuarta edición lo hace por partida doble. A partir de estas experiencias, ¿qué importancia le concedes a este gran evento que coloca en la cima la creación artística?
Participé en la edición anterior de la Bienal en una exposición colectiva titulada Confabulaciones. En esta edición 14, además de La espera, en la Galería Galiano, una de mis obras, creada igualmente con el uso de la técnica de Scratchboard, se exhibe en el Pabellón Cuba.
Es conocido que para todos los creadores la Bienal es el evento más importante de las artes visuales. Tiene una historia muy vasta y cuenta con gran reconocimiento dentro y fuera de Cuba. El evento es la oportunidad que esperamos todos los creadores. De modo que estar presente en ella con un nuevo proyecto personal significa un privilegio inmenso que seguramente voy a aprovechar. La Bienal es un aprendizaje para todos los creadores, incluso para aquellos que no tienen una participación directa.
¿Qué mensaje te gustaría enviar a los jóvenes creadores santiagueros y, en sentido general, a los de toda Cuba?
Tengan en cuenta que lo principal será siempre trabajar. Esa pregunta se la hice años atrás, cuando era mucho más joven, a artistas consagrados. Todos coincidieron al enfatizar que lo más importante es trabajar y que la creación debe ser una práctica cotidiana. No se puede esperar a que existan las condiciones o a que estas aparezcan, es preciso crear constantemente. El arte debe ser como un ejercicio, que debe practicarse diariamente, porque —apelando a esa antigua y acertada teoría— como cualquier músculo, la creación se atrofia cuando deja de ejercitarse. Y esa ejercitación hará posible que tu obra evolucione y se retroalimente en ese proceso. Sencillamente, convertir la creación en un ejercicio diario, cotidiano.
“La creación debe ser una práctica cotidiana”.
He visto la participación de muchos artistas jóvenes en esta decimocuarta edición de la Bienal. Algunos forman parte de exposiciones colectivas con propuestas muy interesantes, como las que se aprecian en el Pabellón Cuba y San Alejandro, por solo citar dos ejemplos. Todo ello demuestra que existe realmente un camino por recorrer; que hay muchos jóvenes que asegurarán el futuro de las artes plásticas cubanas y garantizarán durante muchos años la continuidad del prestigio alcanzado por esta manifestación artística en Cuba.