Imposible excluir en la conmemoración del centenario del natalicio del bailarín y coreógrafo Alberto Alonso Rayneri, su presencia en el cine cubano desde el primer año que señala el inicio de la producción del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Fue el catalán Néstor Almendros, residente en Cuba por esta época y que se iniciaba en el nuevo organismo como documentalista, el primero en interesarse en registrar la labor del coreógrafo al frente de su propia compañía, el Ballet de Alberto Alonso [1]. El resultado es el documental en colores Ritmo de Cuba (1960), producido, entre otros, por un entonces bisoño profesional, Santiago Álvarez, y con el auspicio del Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT). Solo que Almendros, diestro fotógrafo, prefirió que la cámara la asumiera el veterano Antonio Ruiz para poder concentrarse en otros aspectos de la realización.
Fotograma de Ritmo de Cuba. Foto: Internet
Como su título anuncia, ofrece una panorámica en solo 19 minutos, de diversos ritmos y melodías del folclore criollo en libre interpretación coreográfica por Alberto Alonso, que figura al inicio del documental mientras da orientaciones a los bailarines en el ensayo de uno de los números musicales. Incluye la guajira “Cómo se baila el son”, interpretada por el conjunto de guitarras de Alejandro Aguilar con Carmelina Barbieri y Rolando Leyva; el ritmo afro “Ochún”, por Sonia Calero, Luis Santamaría y el conjunto “Nasako”; la habanera del siglo XIX “La bella cubana”, de José White, con el pianista Huberal Herrera y los bailarines Menia Martínez y Héctor Leal; el ritmo mulato “Repique” con Elena del Cueto (mulata), Agustín Gutiérrez (timbalero), así como Héctor Leal y Jorge Martínez (gente del solar), y el chachachá “Yo no camino más” por la orquesta América de Ninón Mondéjar y los bailarines “Los Riviera”.
Show (1964), realizado por Eduardo Manet, con excelente fotografía de Ramón F. Suárez y edición del experimentado Mario González, es una suerte de reportaje, fruto de la improvisación, sobre la revista “América” presentada por Alberto Alonso en el verano de 1964 bajo el título de “Para mirar” como show del cabaret del hotel Internacional de Varadero. La concepción de Alonso con este espectáculo que tendía más hacia un tipo de revista dinámica y moderna, respondió a la tentativa de imbricar elementos experimentales. El documental registra en blanco y negro con algunas secuencias en Agfa Color tomadas por los operadores Livio Delgado y Lopito, algunos de los momentos culminantes. La música de Tony Taño es interpretada por algunas jóvenes figuras, entre estas la intrépida bailarina Sonia Calero —esposa y musa del coreógrafo—, Miriam Blanco, Tania Alvarado y el cuarteto Voces latinas, quienes contribuyen con sus actuaciones al propósito de crear un clima de continuo interés entre la música, el sonido y los bailes. Incluye los números: “Descarga orquestal” (Tony Taño), “Es que soy yo” (Olga Navarro), “Los pescadores de Varadero” (Pío Leyva y Juan Arrondo), “En la imaginación” (Marta Valdés) y “Mañana de jazz serial” (Tony Taño).
Fotograma de Un dia en el solar. Foto: Internet
Sin embargo, la contribución más sobresaliente de Alberto Alonso al cine cubano es su labor como coreógrafo de Un día en el solar (1965), largometraje dirigido por el propio Eduardo Manet sobre un argumento y un guion coescritos por él junto a Julio García Espinosa, basado en el ballet El solar. El punto de partida fue esa revista cómico musical sobre un libreto escrito por Juan Herbello con coreografía de Alonso, que se presentó la primera semana de mayo de 1954 en el cabaret habanero Montmartre con las actuaciones de la bailarina Sonia Calero, la cantante Olga Guillot, el declamador Luis Carbonell, Benny Moré, Guillermo Álvarez Guedes en su popularísimo personaje del borracho, el comediante Carlos Pous y Rosendo Rosell, entre otras figuras. Los arreglos musicales correspondieron al maestro Félix Guerrero. Un crítico calificó el aplaudido espectáculo como “un friso del barrio habanero lleno de colorido y de genuina gracia folklórica”, que constituía una reivindicación del cabaret y una demostración de que también en ese medio podía habitar el arte.
Quienes disfrutaron esta producción de Mario Agüero ignoraban que esa “pintoresca estampa del vivir criollo que rebasaba con mucho el nivel artístico que suele exigirse a los shows cabareteros”, sería objeto de una versión fílmica una década después por Manet como Un día en el solar. Este primer largometraje en colores producido por el ICAIC, estrenado el 26 de julio de 1965 en el circuito capitalino integrado por las salas América, Los Ángeles, Arte y Cinema, La Rampa y Metropolitan, fue rodado íntegramente en los Estudios Cubanacán, donde el escenógrafo Luis Márquez diseñó la construcción de un solar con tal fidelidad que hasta apelaron a ladrillos verdaderos. La música de Tony Taño —quien compuso 25 temas— unida a los números danzarios, reproduce las costumbres de una casa de vecindad habanera en la que se mueven los personajes interpretados por Sonia Calero, Tomás Morales, Roberto Rodríguez, Asenneh Rodríguez, Regla Becerra y Alicia Bustamante. Además del conocido número “Con el jabón bón…”, ejecutado por las mujeres del solar mientras lavan, el más sobresaliente es “La escoba”, que propicia una brillante interpretación a cargo del dueto de bailarines de Sonia Calero y Tomás Morales. La edición fue responsabilidad del muy joven Nelson Rodríguez, tres años antes de que colaborara tanto con Humberto Solás en Lucía.
A nuestra cinematografía debemos que hayan sido filmadas varias coreografías de Alberto Alonso con destino al Ballet Nacional de Cuba. El connotado diseñador camagüeyano Antonio Fernández Reboiro, creador de varios antológicos carteles cubanos de cine, registró en un documental de 80 minutos Un retablo para Romeo y Julieta (1971). Es la filmación del ballet sobre la tragedia shakesperiana en versión coreográfica de Alonso, que se desenvuelve entrelazada a las fuerzas simbólicas que prevalecían en la época, interpretada por la prima ballerina Alicia Alonso, Azari Plisetski, Josefina Méndez y el cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba y la Escuela Nacional de Arte.
El camarógrafo Adriano Moreno y el director de fotografía Jorge Haydú. Foto: Internet.
El excepcional fotógrafo de origen húngaro Jorge Haydú desempeñó la dirección fotográfica secundado por dos operadores de cámara excepcionales: José Tabío y Livio Delgado, encargados de aprehender desde los más diversos ángulos la coreografía de Alonso que recrea en términos modernos la tradicional historia de los amantes de Verona. “Hemos tomado el amor como un acto de rebeldía ante aquella situación imperante”, declaró en torno a la intención rectora del ballet para el que seleccionó música de Héctor Berlioz y Pierre Henry, y acudió al preciosismo de Salvador Fernández para el diseño de la escenografía y el vestuario. Por supuesto que no podía excluir a Sonia Calero y, especialmente para ella, creó el personaje del Egoísmo. Las imágenes fueron editadas por el cada vez más ágil Nelson Rodríguez.
Entusiasmado, Reboiro plasmó en el documental Rumba (1972), de apenas nueve minutos, la creación por Alberto Alonso de una versión original del simbolismo de este baile tradicional cubano: la rumbera criolla (Sonia Calero) incita a su compañero (Raúl Barroso), lo provoca, lo rechaza y al final cae en sus brazos vencida por el deseo y la pasión. De nuevo el fotógrafo Jorge Haydú, en unión esta vez de Gustavo Maynulet, seleccionó en conjunción con el realizador las posiciones de sus cámaras para que no pasara inadvertido ningún paso de la evolución de la pareja de bailarines al ritmo de una música de Dámaso Pérez Prado. La edición corrió por cuenta de Justo Vega.
Alicia (1975) es un largometraje documental que encargó Alfredo Guevara, presidente-fundador del ICAIC, al realizador Víctor Casaus. El propósito era reutilizar fragmentos de un filme realizado por Eduardo Manet en los años 60 —que finalmente no fue aprobado por la dirección del organismo—, y que incluía una extensa entrevista concedida por Alicia Alonso y fragmentos de varios ballets filmados en blanco y negro por Haydú, que fueron editados para ser incluidos ahora por Gloria Argüelles y Gladys Cambre. Pero el aporte fundamental de este documental y que lo hace trascender, es la inclusión en colores de gran parte del ballet Carmen, en la interpretación de nuestra prima ballerina. Recordemos que fue concebido originalmente por Alonso para responder a una invitación recibida de la también prima ballerina soviética Maya Plisetskaya, quien lo estrenó en el teatro Bolshoi en abril de 1967. Cuatro meses más tarde, el coreógrafo la montó para el Ballet Nacional de Cuba y el protagonismo de Alicia, dotada para transmitir las pasiones del fogoso personaje titular delineado por Prosper Merimée a través de la música de Georges Bizet en orquestación brillante de Rodión Shchedrín.
El cineasta Julio García Espinosa invitó a Alberto Alonso a que se interpretara a sí mismo en su largometraje experimental Son o no son (1980), una personalísima crítica sobre la banalización de la cultura de masas y la deformación de las culturas nacionales a través de los entresijos que rodean el montaje de un espectáculo de cabaret. En una actuación especial, Alonso encarna en pantalla a un coreógrafo a quien en un momento lo reclama la actriz Daisy Granados, amén de incluir, por supuesto, una coreografía para el lucimiento de Sonia Calero en otra intervención especial.
Cierra la presencia de este notable coreógrafo en el cine cubano, Son de almendra (1983), documental de nueve minutos realizado por Santiago Villafuerte con un equipo en el que consiguió reunir a los directores de fotografía Jorge Haydú y Raúl Rodríguez, y la editora Gladys Cambre. Al compás del clásico danzón “Almendra”, interpretado por el grupo Irakere, los bailarines Sonia Calero y Andrés Williams interpretan movimientos danzarios ayudados por la barra de ensayo según la coreografía de Alberto Alonso, posiblemente la última en ser filmada por una cámara de cine.