Actos de guerra, una novela de Enrique Wong
Lo primero a lo que una novela, sea del género que sea, debe apostar es a la gravedad literaria. La frase puede resultar un tópico (de hecho, lo es) de tanto repetirse en reseñas y ensayos críticos. Sin embargo, no veo otra manera más práctica de recalcar la idea de que si la estructura de la trama y su armazón eficaz, la calidad, el tono, la cadencia y la frescura del lenguaje no funcionan en un texto narrativo, la historia que se pretende contar, por muy original que sea, se pierde.
Ningún contenido garantiza por sí solo la perdurabilidad de una obra literaria sin el arquitrabe de la forma. Cuántos magníficos relatos de ficción o testimonio de hechos reales se diluyen por la pobreza y la ineficacia del arte de narrar que, a no dudarlo, es un oficio que requiere de estudio y dedicación por parte del autor.
Cuando el jurado del Premio de Novela Aniversario del Triunfo de la Revolución, correspondiente al año 2022, integrado por los escritores Pedro de la Hoz (fallecido el día 5 de junio del año en curso y que presidió dicho jurado en varias convocatorias), Laidi Fernández de Juan y Alberto Marrero, decidió por unanimidad otorgar el premio a la novela Actos de guerra, de Enrique Wong Gutiérrez, lo hizo con el pleno convencimiento de que estábamos laureando una obra con notable eficacia literaria, justificada por el pulso narrativo del autor, el lenguaje adecuado del relato (sin afeites ni verborrea gratuita), el dominio de los recursos del buen contar y la destreza para armar una historia (eso que García Márquez llamaba la carpintería del narrador) que recrea desde la ficción, pero con gran verosimilitud, una realidad conocida que, sin embargo, no deja de ser sugestiva y reveladora para el lector más exigente.
Wong domina los códigos de la novela de espionaje (acreditada también como thriller político), que cuenta en la literatura universal con relevantes autores como los británicos Graham Green, John Le Carré y el ruso Yulián Semiónov, por mencionar solo a algunos.
“… una obra con notable eficacia literaria, justificada por el pulso narrativo del autor, el lenguaje adecuado del relato (…), el dominio de los recursos del buen contar y la destreza para armar una historia…”
Sin negar a otros autores, los mayores cultores de esta clase de novela en Cuba fueron Luis Rogelio Nogueras y Daniel Chavarría. El primero con sus novelas El cuarto círculo, escrita en colaboración con Guillermo Rodríguez Rivera, que obtuvo el primer premio en el concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución en 1976 y Y si muero mañana, galardonada con el premio Uneac de novela Cirilo Villaverde en 1977 (la primera vez que una obra de este tipo ganaba un premio Uneac); el segundo, con sus novelas de espionaje y contraespionaje Joy (premio también del concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución en 1978), La sexta Isla, Completo Camagüey , Allá ellos, entre otras.
En consonancia con esta tradición de la novela de espionaje, caracterizada siempre por el contexto político e histórico de la acción, por el enfrentamiento de órganos de inteligencia y contrainteligencia que defienden ideales en conflicto, con un sentido ético diferente en la manera de operar, Actos de guerra retoma el tema de los planes de subversión, terrorismo y guerra encubierta y clandestina del gobierno de los Estados Unidos, sus servicios de inteligencia y la crápula gansteril de origen cubano o no que lucra bajo su sombra, contra nuestro país, sometido a un inhumano bloqueo que ha causado daños y sufrimientos incalculables durante más de sesenta años.
Pero lo novedoso de esta novela es, en nuestra opinión, su mirada actualizada sobre las maneras de este actuar sin escrúpulos del Imperio: la guerra de cuarta generación, una denominación como sabemos dentro de la actual doctrina militar estadunidense, que incluye entre muchas otras variantes, la guerra mediática en las redes sociales y la agresión cibernética, basadas en su poderío tecnológico y dirigida a la población civil con fines de satanizar a los dirigentes principales y su gestión de gobierno, fomentando la ingobernabilidad, el caos, el fracaso de planes económicos, la desesperanza, el éxodo, el desgaste moral, la pérdida de valores y de fe en el socialismo, las llamadas “manifestaciones pacíficas” de naturaleza económica y la acción de grupos violentos pagados por la CIA y sus agencias enmascaradas bajo siglas engañosas, que socaven el apoyo popular a la Revolución.
Tampoco se trataba de ir dejando la ciudad llena de gente muerta ─ dice el personaje de Ricardo, jefe del grupo de infiltrados, al instruir a los delincuentes reclutados para el apoyo a la operación especial que pretende organizar en el interior del país─; para eso faltaba mucho todavía. De ahí la importancia de escoger bien a los hombres. Comenzarían por los latones y luego con los “grafitis”. Sería conveniente que no operaran en sus mismos lugares de residencia ni cerca de estos, aunque en ocasiones pudiera ser lo más oportuno…
Y más adelante este mismo personaje precisa: “Lo de los tanques no sería demasiado difícil. Pasaba junto a uno de ellos y, cuando nadie estuviera mirando, le tiraban dentro un trozo de papel encendido y luego… a esperar unos minutos por la candela.”
Wong enfoca estos temas a través de la acción de una galería de personajes caracterizados sin maniqueísmos o simples caricaturas de “buenos” y “malos”. Aquí encontraremos todo un entramado de agentes de la CIA, del FBI, mercenarios de las llamadas “agencias de contratistas”, hermandades de supremacistas blancos, mafiosos, sicarios y personajes del patio, estos últimos movidos por la ambición, el vicio y el dinero.
“Pero lo novedoso de esta novela es, en nuestra opinión, su mirada actualizada sobre las maneras de este actuar sin escrúpulos del Imperio: la guerra de cuarta generación, una denominación como sabemos dentro de la actual doctrina militar estadunidense, que incluye entre muchas otras variantes, la guerra mediática en las redes sociales y la agresión cibernética”.
El mundo digital invade las páginas de la novela: teléfonos inteligentes, computadoras, redes, dispositivos electrónicos de grabación y escucha, etc. Resulta a su vez muy convincente la descripción que el autor hace del modus operandi de los servicios secretos del enemigo, su meticuloso estudio del terreno donde va a desarrollar sus acciones, los estados de opinión de la gente, sus problemas más perentorios, sus fortalezas y debilidades.
De igual forma, resulta revelador el cuadro que ofrece de la vinculación de la CIA con los susodichos contratistas, las familias mafiosas y las figuras del gobierno, el senado y el congreso de Estados Unidos, cada quien con sus mezquinos intereses, pero al final unidos en un objetivo común: “virar todo al revés”, como dice un personaje de la novela, parafraseando a Allen Dulles, el primer director civil de la CIA y autor intelectual de muchos planes contra Cuba e incluso del asesinato del presidente J. F. Kennedy, según ciertas investigaciones.
La labor de inteligencia y contrainteligencia de nuestros Órganos de la Seguridad del Estado también está presente en esta novela que mantiene al lector embrujado de principio a fin. Personajes humildes, con las mismas necesidades y carencias de la mayoría de los cubanos, sin los enormes recursos financieros y tecnológicos que poseen los que nos adversan, asumen el reto de frustrar sus planes con las armas de las ideas.
“… Actos de guerra de Enrique Wong Gutiérrez devela los entresijos de un mundo de conspiraciones y nexos criminales contra nuestro país (algo que no deja de ocurrir e incluso se incrementa hoy día)”.
Pero no solo con ellas, sino también con la vasta experiencia que ya poseen nuestros órganos que lograron hacer fracasar más de 600 atentados contra el Comandante en Jefe Fidel Castro. Plan contra plan, al decir de Martí. Un doble agente nos espera en las postrimerías del relato. En este sentido la novela cumple, a mi juicio, una de las reglas inviolables del género: el enigma. Sin él no hay “gancho” que atrape al lector.
Podría extenderme en la descripción de ciertos pasajes de la novela, pero por lo regular nunca lo hago, mucho menos con una obra de esta naturaleza, donde como ya anticipé, prima el enigma. Baste decir que Actos de guerra de Enrique Wong Gutiérrez devela los entresijos de un mundo de conspiraciones y nexos criminales contra nuestro país (algo que no deja de ocurrir e incluso se incrementa hoy día), y a la vez rinde tributo a esos hombres y mujeres que han defendido y defienden la Revolución, muchas veces desde el anonimato, sin recabar prebendas o estímulos de ninguna índole. Por otro lado, la novela tiene la virtud de mostrarnos la manera en que se conciben los planes enemigos por dentro, sus métodos y, por qué no, la profesionalidad con que los asumen.
Los lectores y escritores agradecemos mucho a la Editorial Capitán San Luis con su abnegado equipo de editores, diagramadores y otros especialistas, y a la Dirección Política del Ministerio del Interior (y al inefable teniente–coronel Martín con su particular carisma) por mantener vivo este concurso que ya atesora un catálogo de gran relevancia e impacto en la literatura nacional.
Pese al difícil y complejo escenario económico y financiero por el que atraviesa el país, todo lo cual se refleja en la industria poligráfica y en la publicación de libros en formato de papel, los escritores cubanos han seguido produciendo sus obras y las instituciones los acompañan en el esfuerzo por publicarlas, promoverlas y darlas a conocer al público lector.
Los invito, pues, a la lectura de Actos de guerra, una excelente novela escrita con vuelo literario y conocimiento del terreno que pisa, sin improvisaciones banales y ciertas licencias que a veces los escritores se arrogan (algo legítimo en la literatura de ficción), pero que de no saberlas escoger correctamente atentan contra la verosimilitud a la que toda obra de este género debe aspirar.
*Palabras de presentación para el libro Actos de guerra, de Enrique Wong Gutiérrez, leídas en la Casa del Alba Cultural, el martes 24 de septiembre de 2024.