Cuando se trabaja para los demás desde una verdad que confía en el talento ajeno, los proyectos llegan por sí solos. Así ha ocurrido con el estreno que a partir de hoy y por tres días estará reclamando a los espectadores nuevamente en el Trianón, sede de Teatro El Público. AmorBRUJOAmor es una vuelta a El amor brujo de Manuel de Falla, retomando la partitura de su estreno en el Madrid de 1915, cuando lo protagonizó Pastora Imperio. De la mano de César Eduardo Ramos nos llegó esta idea, la de volver a la partitura del maestro para contar esta vez una historia de amor entre hombres, y convertir a esos gitanos del original en voces que además dialogaban con otros fantasmas. Con uno en particular, Federico García Lorca, uno de los dioses tutelares de Teatro El Público.

Por estos mismos días, la palabra teatral y poética del granadino nos ha convocado a todos, tras la graduación de la Escuela Nacional de Arte que consiguió las más altas notas con la puesta de La zapatera prodigiosa que dirigió para esos nuevos talentos Carlos Díaz. Entre esa zapatera y Candela, el gitano de este otro amor brujo, Lorca hizo su puente de fuerza y deseo. Recuperando el nombre de María Lejárraga, la verdadera autora del libreto de El amor brujo, atribuido por años a Gregorio Martínez Sierra, su esposo y director de aquella puesta de 1915, ha sido también un acto de justicia.

AmorBRUJOAmor convierte a esos gitanos del original en voces que además dialogan con otros fantasmas. Con uno en particular, Federico García Lorca, uno de los dioses tutelares de Teatro El Público.

Imaginando qué conversarían en la Granada en que coexistieron Lorca y Manuel de Falla, amigos de proyectos y confidencias, surgió esta otra visión: qué soñaba Lorca viendo y oyendo El amor brujo de su amigo y maestro, qué trama oscura y palpitante podía ver él, en ese fuego, por los días en que escribía El público y Los sonetos del amor oscuro. Y conocía al amor de sus últimos años, antes del fatídico verano de 1936, curiosamente al acudir a una representación de El amor brujo, en 1932.

“Y en el centro de todo, arropados por esa música de fuego, están Roberto Romero y Frank Ledesma”.

De esos hilos invisibles hemos tejido este otro argumento. Del libreto sencillo de 1915 (más tarde ampliado, revisado y reescrito hasta hacerse muy conocido mediante otras adaptaciones al cine y otros medios), hemos vuelto al punto de origen. César y el Conjunto Habana Ensemble XXI han entrado al escenario del Trianón con el dominio de los profesionales y el rigor de quien tiene clara sus apuestas, y en Teatro El Público nos ha gustado siempre recibir a quienes llegan así, con el corazón abierto y la mano extendida, para cruzar con nuestros saberes lo que ellos pueden aportarnos para irnos juntos a un nuevo punto de aprendizaje y afecto. Eso ha hecho posible el montaje en un tiempo tan breve, en el que nunca, durante los ensayos, nos ha aburrido la música de Falla, esa partitura que tiene vida propia.

“El placer ha sido además, el de ver a Carlos Díaz en el salón de ensayo, claro y exigente, eludiendo los estereotipos de lo español y la manera ya cansina en que otros han regresado a El amor brujo”.

Y en el centro de todo, arropados por esa música de fuego, están Roberto Romero y Frank Ledesma. Espero que este AmorBRUJOAmor sea para ambos una confirmación de lo que ambos ya representan en la escena teatral de estos días. Y en particular, que el contratenor privilegiado que es Frank Ledesma, asumiendo esta suerte de salto al vacío, pueda guardar desde esta noche, para sí, no solo el privilegio de ser el primer cantante masculino que asuma el rol principal de El amor brujo, sino que pueda demostrarnos, desde la música y los diálogos que rinden tributo al mundo lorquiano, todo lo que ha sabido extraer de numerosas experiencias como cantante y actor, como una joya rara de nuestro teatro ahora mismo.

“Concierto o drama, pieza musical o representación, el resultado es un híbrido que se alimenta de su propio fuego”.

El placer ha sido además, el de ver a Carlos Díaz en el salón de ensayo, claro y exigente, eludiendo los estereotipos de lo español y la manera ya cansina en que otros han regresado a El amor brujo. Concierto o drama, pieza musical o representación, el resultado es un híbrido que se alimenta de su propio fuego. Y en todo ello también ha sido crucial el aporte de Robertiko Ramos, de vuelta al diseño de vestuario y de imagen de la puesta, lo que me ha hecho recordar días no tan lejanos, y espectáculos que hicimos juntos y que aún recordamos con intensidad.

Alguna vez, Lorca envió ese telegrama a Manuel de Falla. Mientras otros muerden la mano que se acerca a aportar una visión, mientras la soberbia ciega a quien poco tiene y cree que ya sabe mucho, desde Teatro El Público seguimos inaugurando puentes. Y recibiendo a quien llega con su provocación, desnuda y latente, para que de ahí siga iluminándose la escena. Quiero agradecer a César por su lucidez y persistencia, salvando tantos escollos, para que hoy podamos repetir la palabra “estreno”. Y decir juntos, él, sus músicos, el equipo de Teatro El Público, desde sus artistas, técnicos, maquillista, vestuarista, todas y todos, una vez más: “la puerta del teatro no se cierra nunca”.

Y ahora, que arda el escenario.

Tomado del perfil de Facebook del autor

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