A Eduardo Sosa
La sangre seca de tus venas,
a pesar de tu fuerza,
cruza las aguas de un arroyuelo,
bajo los claros cielos de la Sierra.
Trovador de las lunas,
mecido por el azul de las montañas,
nunca serás un desaparecido,
nunca volverás a emprender
el camino más nómada
con rumbo a todas las bahías.
Busco una manta para tu fiebre
y la Isla arrulla su mejor canción.
Yo te arroparé siempre para escuchar tu voz indescriptible,
con ese canto único atravesando la manigua
y el bosque de las flores, niño mío, siempre a tus pies.
El Cerro, 8 de febrero 2025