II Mondiacult por la diversidad, contra la desigualdad y por la paz
Tuvieron que pasar 40 años, varias crisis económicas, guerras con rosarios de muertes y destrucción de invalorables patrimonios materiales de la humanidad, para que el mundo de la cultura reaccionara a esos males.
Una situación semejante a la de hoy, pero posterior a la guerra en Vietnam y al inicio de un mal cambio (neoliberalismo) en las relaciones de producción y el comercio, cuyos primeros efectos fueron el aumento de la concentración de capitales y las diferencias entre ciudadanos, países y regiones, empujó a una reunión mundial sobre las vinculaciones de la cultura a aquel sospechoso escenario mundial.
El país escogido para aquel encuentro crucial fue México en el año 1982, cuando el denominado Reaganomics hacía muchos estragos en los países periféricos del sur, la deuda externa se convertía en una enfermedad crónica, y este país fue el epicentro de una crisis global.
Aquella conferencia se convirtió en un hito porque cambió los criterios estrechos que se tenían de la cultura a una concepción muy amplia, y la sociedad tomó conciencia de que nada en el mundo le era extraño a ese sector, ni siquiera el desarrollo general, incluido el económico, considerados desde entonces manifestaciones culturales específicas.
Tal vez por esa trascendente proyección jamás se volvió a reeditar un encuentro como el de 1982, cuando México era un país petrolero solvente y de enormes riquezas naturales.
Sorprendentemente, fue presa de una feroz crisis económica con una base inflacionaria tremenda —como la de ahora, pero entonces incontrolable— y un aumento descomunal de la deuda externa, cuyos efectos se expandieron por todo el mundo.
Pasaron 40 años desde entonces hasta ahora que se organiza la II Mondiacult en circunstancias mundiales mucho peores que las de 1982, con el añadido de que la crisis es más severa porque combina guerra, inflación y pandemia, una bancarrota del neoliberalismo.
Además, la concentración de capitales es brutal, la diferenciación social sin límites; las guerras para saquear riquezas naturales, incluido el petróleo, se multiplican; las destrucciones empequeñecen a las de Vietnam, desbaratan patrimonios culturales milenarios, ocasionan cientos de miles de muertos por la metralla o el hambre, y un éxodo más allá del bíblico.
Se puede decir que los mismos resortes que impulsaron a la primera convocatoria han funcionado para esta segunda; pero con un atiborramiento de temas, expresión de un panorama elevado al cubo en comparación con el de 1982. Sobre todo con otra agravante, y es que con la guerra en Ucrania, el hongo nuclear nos da sombra y amenaza con catástrofes peores que las de Hiroshima y Nagasaki, ejecutadas por los mismos que hoy la atizan irresponsablemente.
Como indicó la presidenta del evento, la secretaria de Cultura Alejandra Frausto, este segundo encuentro trascenderá por marcar otro hito en la orientación del futuro de las políticas culturales y las perspectivas sobre su papel central como facilitadoras del desarrollo sostenible, humano y armónico de las naciones. Igualmente, para el reconocimiento de la diversidad cultural, el fomento del multilateralismo y, sobre todo, el restablecimiento de los factores de equilibrio estratégico mundial para la construcción de la paz duradera.
La importancia de esta nueva edición auspiciada por la Unesco y su plausible iniciativa de celebrarla también en un México ahora diferente a aquel de 1982, es que rescata el nuevo concepto de cultura más allá de las artes y las letras. Toma en cuenta modos de vida, sistemas de valor, tradiciones y creencias, bien lejos de la visión predominante de los centros de poder hegemónicos, como diría George Yúdice, profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami.
“Este segundo encuentro trascenderá por marcar otro hito en la orientación del futuro de las políticas culturales y las perspectivas sobre su papel central como facilitadoras del desarrollo sostenible, humano y armónico de las naciones”.
Mondiacult 2022 retomó las ideas sepultadas y ocultadas de la cultura como derecho humano, entendiendo este como el derecho a la vida en toda su plenitud, complejidad y diversidad; pues no hay ningún sector social, político, económico o filosófico que escape de su ámbito.
Lo más importante, como indicaron muchos oradores, es que este nuevo impulso no caiga, y se aproveche la oportunidad para seguir construyendo una visión común, como dijo Frausto, donde la cultura se coloque en el centro de la agenda global de desarrollo; que pueda mantener la diversidad y las culturas vivas como protagonistas de las políticas de desarrollo, y vehículo para el bienestar y la paz, metas urgentes que no pueden continuar postergándose.
Tomado de Prensa Latina