En Cuba las redes arden, la calle y las colas se alborotan y la gente —consciente de la importancia de informarse para evitar que otro se lo cuente— busca incesantemente el texto del nuevo Código de las Familias.
Debo decir que el Código me complace, y mucho. Quiero hacer una salvedad antes de explicar por qué.
De un tiempo a esta parte ha venido instalándose entre nosotros una visión personalista de la sociedad y de la historia que solo puede ser contraproducente. Debemos honrar a quien lo merezca, pero sin circunscribir los logros en campos como el de los derechos a la ejecutoria de una persona determinada. Vilma Espín —cuya mención no estaba en las versiones iniciales— trabajó incansablemente desde la FMC por el mejoramiento de la sociedad cubana; con ella trabajaron muchas más compañeras y especialistas que aportaron lo suyo.
Los cambios vividos por las familias cubanas después de la Revolución, la ampliación de los derechos de quienes estaban sometidos a la autoridad del padre y a los mandatos de la tradición, son fruto del empeño colectivo de millones de hombres y mujeres comprometidos con el mejoramiento humano que pedía Martí y que han hecho lo suyo en cada una de las instancias de la vida familiar, ya sea en la casa o en la sociedad.
El mal hábito de reducir un proceso complejo y colectivo a la acción individual y a una visión simplista de nuestra historia está haciendo estragos. Hubiera preferido que se retirara el octavo Por cuanto. Me gusta pensar que la propia Vilma se negaría a aceptar ese endiosamiento innecesario.
Dicho esto, el trabajo de la comisión redactora me parece digno de aplauso. Se lucieron. Han trabajado en serio y con un horizonte lejano, confiando en nuestras potencialidades como pueblo, merecedores de una vida más feliz y más justa. Eso me conmueve profundamente.
Me gusta el Código, entre otras cosas, porque proclama la igualdad plena y el derecho inalienable de cada mujer a decidir sobre su cuerpo.
Porque establece tutela judicial urgente para los asuntos de discriminación y violencia familiar y considera imprescriptible la reparación de estos hechos.
Porque insiste en eso que nos arma la vida: los afectos, los lazos reales, los brazos que nos cobijan cuando hace falta, las miradas solidarias cuando las necesitamos, el apoyo imprescindible para enfrentar las dificultades de la vida, las redes que se tejen aun esquivando las rutas de la sangre.
Porque reconoce que tenemos derecho a elegir, a decidir a quiénes queremos en nuestra familia.
Me gusta el Código porque registra con claridad nuestro modo de vivir la familia en amplitud, sin cortapisas.
Porque defiende nuestro derecho a ser solidarias con quienes no pueden parir. Porque niega la posibilidad de vientres de alquiler o gestación subrogada, como ha dado en llamarse la variante negociada de esa contribución a la concepción humana.
Porque protege el derecho de la infancia a una educación responsable mediante el amor y la comprensión, el cuidado y la dignidad.
Porque nos recuerda nuestra responsabilidad frente a las necesidades de nuestros mayores, en justa retribución del esfuerzo familiar que nos condujo a la adultez.
“Me gusta el Código, entre otras cosas, porque registra con claridad nuestro modo de vivir la familia en amplitud, sin cortapisas”.
Me gusta el Código porque da curso libre al amor entre iguales, sin menoscabo de la felicidad ajena. Porque reconoce la capacidad de cada quien para amar a quien quiera y otorga la protección legal necesaria para que ese amor pueda realizarse en legalidad, a plena luz, sin que nadie tenga derecho a negarlo.
Porque eliminó el artículo que autorizaba, en condiciones excepcionales, el matrimonio infantil. La adolescencia y la niñez merecen vivirse hasta madurar y tener capacidad de decidir; no es justo que alguien (un padre, una madre, un juez) decida si uno puede casarse o no.
Porque propone justicia económica en la administración del tiempo y las responsabilidades hogareñas, así como en lo referente a los bienes de la familia.
Porque despoja al culpable de violencia familiar de sus derechos sobre los bienes comunes de la pareja que rompió.
Porque prevé una compensación económica para quienes se hacen cargo del trabajo doméstico y de cuidados al interior de la familia.
Me gusta el Código porque prohíbe la violencia en las relaciones de cuidados.
Porque establece nuestro derecho a una vida familiar con dignidad.
Porque da curso a una Defensoría Familiar en favor de las personas vulnerables.
Definitivamente, me gusta, me gusta mucho este Código de las Familias. Me gusta el Código y he disfrutado ver el proceso de construcción colectiva que nos trajo hasta aquí.
Me gusta que lo discutamos, que lo leamos con detenimiento, colectivamente, porque este Código es cosa de todos.
Me gusta que lo defendamos, y espero que gane el sí en el referéndum del próximo domingo, porque de él emanará nuestra vida futura en justicia y con amor, como la merecemos.
Tomado de La Ventana, Portal Informativo de Casa de las Américas