¡Llegó el Circo Nacional de Cuba!
—Chorizo, mira que la naturaleza es sabia.—¿Qué? ¡Ah! Ya, ya te entendí, Trompoloco, fíjate si la naturaleza sabe, que dondequiera que hay un puente nos puso un río.
Pareciera que fue ayer, pero han pasado muchos espectáculos desde aquellos de los payasos Chorizo y Trompoloco en los escenarios de televisión, tantos que este 2018 el Circo Nacional de Cuba cumple cincuenta años.
«Tras el triunfo revolucionario, muchos circos fueron nacionalizados, y aquellos artistas que quedaron en el país decidieron crear el Circo Nacional de Cuba, el 6 de junio de 1968», cuenta Hilda Venero, historiadora de este centro. Algunos de esos cirqueros también crearon la Escuela Nacional de Circo, en 1977, y participaron en el Primer Festival Internacional de Circo (Circuba), en 1981.
El circo, como cualquier otra institución del país, se resintió con el periodo especial, que lo hizo recesar todas sus actividades, y no fue hasta 2005 que se inauguró la Carpa Trompoloco, en honor al actor televisivo Edwin Fernández (payaso Trompoloco), quien protagonizó, en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado, el programa Circo en Televisión, junto al payaso Chorizo (Roberto Torres).
Actualmente, el Circo Nacional se compone de dos carpas: la sede central (Trompoloco) en Quinta Avenida, Playa, y la Carpa Azul que es itinerante por todas las provincias del país. Incluye también el proyecto Sueños Mágicos, dirigido por el Mago Gardini.
Por el número de artistas que produce y su calidad, Cuba tiene contratos en casi todos los continentes. «Tenemos 154 cirqueros cubanos en Dubái, París, Londres, China, España», asegura Yamel Tierra, director general del Circo.
Ahora, el Circo celebra con un gran espectáculo en la Carpa Trompoloco, y otra vez la gente se asombra ante las piruetas. Tal vez hasta alguien recuerde aquellas de Trompoloco y Chorizo.
Payasos
Amo la risa, la que es provocada por un buen chiste. Muchos cubanos también la aman, pero es más difícil hacer reír que llorar, porque el humor es un arte con el que se nace y no a todos nos sale con naturalidad. Y, ¿qué sería de un circo sin payaso?, ¿qué sería del Circo Trompoloco sin el payaso Lito?
Llega con gripe, desde la Víbora, no sabe si podrá participar en los ensayos del espectáculo veraniego; mas, se recuerda a sí mismo que en un circo «el payaso es el que sale a la pista para dar tiempo al cambio de la aparatura. Una obra sin payaso puede durar cuarenta minutos, pero habría que apagar las luces, cada vez que se cambie de acto y esto sería verdaderamente aburrido».
Lito comienza a cambiarse, quiere enseñar el traje que él mismo hizo, se queja de los lápices de cejas que no pintan mucho, se queja también de aquellos que no se ponen la nariz roja ni el vestuario, pues esto es lo que caracteriza a los payasos
A sus 50 años de vida artística, él es del tipo payaso de arena: se muestra loco, trajinando constantemente al público.
En contraste con su hiperquinesia en escena, también actúa Colorín, el payaso más sedado, que no entiende absolutamente nada y del que el público se ríe.
—Lito, ¿cuál es la diferencia entre un payaso de circo y uno de cumpleaños?
—Hay payasos que trabajan muy bien en un cumpleaños, en un espacio más pequeño rodeado de niños; sin embargo, en la carpa hay que tener dominio del espacio. Y esta pista de la carpa Trompoloco no nos ayuda porque es cuadrada y no redonda, como debería ser.
En el circo cubano, el guion del payaso no debe permitir que la obra decaiga; sin embargo, este también es un ser humano y puede, perfectamente, sentirse indispuesto. El payaso Lito explica que, en esas ocasiones, prefiere no entrar a escena porque la gente siempre se da cuenta de que las cosas no andan bien.
—¿Es el payaso uno de los personajes más comercializados del circo?
—Sí, hay quien trabaja por un signo de peso, a mí me gusta ganarme mi dinero, pero me gusta más robarle la sonrisa a la gente, porque de eso vivimos.
Los trapecios
Al caminar por la Carpa Trompoloco, se huele el sudor de los ensayos, los nervios de sus artistas. También los siente aquel de los trapecios que, aunque luce fuerte y seguro, por dentro es un muchacho que aún tiene mucho que aprender.
Viene del Equipo Nacional de Judo. Su nombre es Sadier Alboja, tiene 19 años y pesa 92 kilógramos. Se graduó de la Escuela Nacional de Circo, en la especialidad de acrobacia sobre mimbre. Ahora, prepara sus presentaciones en cama elástica: saltos sobre un trampolín, donde dan vueltas y combinan la fuerza con los pasos.
—¿Y tú saltas?
—No, yo soy base. Pero también hago trapecio.
—Seguro entrenas elementos básicos del ballet, como el resto de los muchachos, ¿qué tal con eso?
—¡Ah!, terrible.
El acto de la muñeca
Odaime Torrijo se mueve como una muñequita elástica, es la contorsionista del grupo. También practica el pole dance con una versión de la canción Burlesque. Y cuando la lean, quizás la recuerden los muchachos de la escuela de Gimnasia Rítmica, donde estuvo durante ocho años de su vida.
Desde pequeña siempre sintió gusto por la variedad circense y, ya casi culminada su vida deportiva, decidió incursionar en el circo: «En el 2015, me presenté voluntariamente en la compañía y, después, me hicieron una audición».
En la gimnasia le dijeron que tenía bajo rendimiento, por causa de su edad. Hoy se enorgullece de decir que fue del grupo de Manrique Larduet. Pero esta muñequita elástica no se rinde, y continúa entrenando su físico para expresarlo con movimientos.
El sombrero del Mago
En este espectáculo no se presentará magia. Sin embargo, el Circo Nacional de Cuba, desde hace diez años, dispone de una compañía de magos: Sueños Mágicos. La dirige el Mago Gardini (Belardino Domínguez) y tienen su sede en el Teatro Apolo.
Dentro del Circo Nacional, Sueños Mágicos tiene seis magos. Y a diferencia de otras artes, la magia no limita la edad: «Hay desde maguitos de 10 años hasta personas de 65 años. Pero, verdaderamente, los magos mientras más viejos y más feos son más impresionantes, más brujos», explica Gardini.
Y, como sacado del sombrero de algún mago, este proyecto, contantemente, se traslada por los hogares de ancianos, los hospitales de niños enfermos, los maternos… y a cambio de nada.
La fuerza del pelo
Al decir de Hilda Venero, historiadora del circo y también excirquera, la fuerza capilar ha sido una especialidad muy practicada en nuestro circo desde sus inicios.
—Y debe ser realmente difícil…
—No, es un número fácil, quizás el más simple de todo el circo.
—Ajá, le digo, aunque siga sin creérmelo.
Y en este espectáculo veraniego también se presentan las muchachas que se sostienen por el pelo desde un cable o un trapecio. Dayana y Daniela son las nuevas cirqueras de esta especialidad en el país, pues, por el alto riesgo, los dúos se renuevan cada dos años.
Dayana Medina Escobar es graduada de la Escuela Nacional de Circo y, desde hace un año, comenzó a trabajar en la carpa: «La fuerza capilar se hace obligatoriamente con el pelo mojado. Nos hacemos un moño en el centro de la cabeza, y nos lo tejemos con una pita larga de tres metros y una argolla de hierro».
Este es un número que, con el tiempo trae consecuencias, ya Dayana se lo siente, e Hilda, que lo practicó en los inicios del Circo Nacional, enseña su cabello debilitado, porque, más de una vez, quedó colgada de su pelo.
El espectáculo
En los ensayos, se escucha la voz ronca de una mujer que grita que eso no puede ser así, que el paso es diferente. Se llama Balbina Asprión, fue bailarina de ballet y hoy es coreógrafa de la Compañía Habana, que agrupa a los gimnastas y acróbatas del Circo Nacional:
“Estamos tratando de renovar el circo cubano, para ponerlo al nivel de los estándares internacionales, porque, como es a nivel global, ya no solo le pedimos una gimnasia perfecta, sino también que sepan bailar, cantar y proyectarse en el escenario.
“Aquí se trabaja en equipo y el circo es el lugar donde los coreógrafos maquillan, los atletas se hacen sus trajes, los cirqueros arreglan el escenario. También se prepara su guion Reynier de la Torre, el DJ”.
Sin embargo, al decir de Hilda, historiadora del circo cubano, en los últimos tiempos el circo ha perdido especialidades, siendo la acrobacia y la gimnasia los dos únicos géneros explotados. Además, la pista de la Carpa Trompoloco tiene forma rectangular, en vez de una circunferencia de 13 metros de diámetro, medida para la que están preparados los números a nivel internacional.
Tampoco los cirqueros cuentan con un Premio Nacional, exigencia del gremio desde hace mucho tiempo. No obstante, nuestro circo es premiado en festivales extranjeros: Pista Joven de Espiral, en París; Festival de Primavera, Corea del Norte; Montecarlo, Mónaco; Festival de Moscú, Rusia.
Los artistas de circo son extremadamente humildes; han aprendido a serlo en el mundo de las artes, donde son tan subestimados. Es como eso que me dijo Dalí (Daria María), primera ulopista, del Circo Nacional:
—Vuela hasta las estrellas, pero que las estrellas no te toquen la cabeza.