Somos expertos en vivir al límite: hemos enfrentado epidemias, apagones, insuficiencia monetaria, huracanes, bloqueo, sabotajes, escaseces, proyectos descabellados, mala suerte, pero no paramos de alimentar la esperanza y trabajar para que un día —seguramente más allá del tiempo que nos toca sobre esta tierra— el mundo, y nuestro país dentro de él, tengan la inteligencia suficiente para construir de manera mancomunada un acceso diferente a la prosperidad y la paz.
“Todavía somos muchos los que no vemos para el futuro de la humanidad otro camino que el de socializar la riqueza con la mayor justicia posible”.
Siempre al borde del abismo, no paramos de aupar ideas y proyectos. Aunque un buen número ha sucumbido a la desilusión, todavía somos muchos los que no vemos para el futuro de la humanidad otro camino que el de socializar la riqueza con la mayor justicia posible, desde políticas y actuaciones de un estado elegido como regulador, para que todos podamos alejarnos de esos límites maléficos adonde nos empuja el egoísmo.
Con la muerte de Mijaíl Gorbachov, hace pocos días, se desatan sentimientos encontrados entre personas de distinta extracción. La izquierda más activa lo considera un traidor, no tanto por la manera en que trató de “arreglar” el socialismo, sino por la vida que llevó después de destruida la Unión Soviética, aceptando los mimos de Occidente; otros lo consideran un héroe. A mí, en realidad, me parece que fue un político traicionado por sus propias ilusiones. Me atengo a los resultados que arrojaron sus enfoques y acciones, pues condujeron a lo contrario que perseguían. El mismo Gorbachov lo reconoció en su discurso del 25 de diciembre de 1991:
Los acontecimientos han seguido un curso diferente. La política que prevaleció fue la de desmembrar el país y desunir el Estado, algo con lo que no puedo estar de acuerdo. (…) Además, estoy convencido de que decisiones de esa envergadura deberían haberse basado en la consulta de la voluntad popular. (…) El proceso de renovación del país, así como los radicales cambios en el mundo, resultaron ser mucho más complicados de lo que cabía esperar.[1]
La desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) nos puso, a los cubanos, a vivir aún más al límite, e hizo más dolorosas las consecuencias del bloqueo que nos imponen. Viendo los hechos desde otra perspectiva, pese al retroceso que en lo social se hizo sentir de manera inmediata en lo que fuera la Unión Soviética, la Rusia de hoy, junto a China, otros países de Asia y América Latina han devenido alternativa al neoliberalismo, que nunca ha logrado la globalización total, aunque en un primer momento ganó fuerza inusitada.
¿Tendremos que pensar que las políticas de Gorbachov, al cambiar de manera tan radical el escenario político mundial, le dieron una verdadera segunda oportunidad —aunque no mejor— al socialismo desde otras perspectivas económicas y sociales? Podría ser. De cualquier modo, nunca sería su mérito, sino el de quienes después de él asumieron políticas alternativas de soberanía.
¿Es China un país socialista según el viejo modelo que imperaba desde 1949? ¿Lo es Vietnam? ¿Lo son Venezuela, Nicaragua y Cuba? Está claro que no, pero cada uno tiene su programa diferente con coyunturas, como el bloqueo, en el caso de Cuba y Venezuela. El socialismo, con todas sus modificaciones, sigue siendo no obstante la alternativa más eficaz para superar el injusto modelo de distribución que el capitalismo neoliberal presenta como opción ineludible.
A partir del desmoronamiento del campo socialista en el planeta, algunos de los países que vivieron bajo su égida construyen sociedades donde el modo de producción opera, con eficiencia, basado en la iniciativa privada y las leyes del mercado, pero con una pauta monopartidista, mientras el Estado conserva su papel rector y planificador e intenta dar coherencia a una superestructura socialista que concrete la justicia social inherente a ese ideario.
El empuje de esos países, sobre todo China y Vietnam, y su creciente influencia en la geopolítica mundial, pudieran servir para concederle algo de indulgencia, de manera oblicua, a las ensoñaciones románticas del Gorbachov que propuso “humanizar el socialismo” y solo consiguió llevarlo hasta el umbral de su desaparición total. Cura de caballos podría llamársele a lo que sobrevino, pero al menos se creó, gracias a la inteligencia de otros líderes, un nuevo polo que no comulga con el poder global del imperio y propone alternativas de diverso corte. Eso, claro está, se aplica también en el caso de Rusia, aunque no sea el partido comunista quien lleve las riendas.
En América Latina todo es más complicado, pues la condición de traspatio que nos quieren imponer y la absoluta impunidad con que prohíben a otros países comerciar con Cuba y secuestran finanzas y activos de Venezuela, tornan más beligerante las preciosas tareas de mantener la soberanía y construir el bienestar. El intervencionismo no se enmascara. Las nuevas herramientas comunicativas de la era informática, en poder de los grandes capitales, hacen el trabajo de ablandamiento de las conciencias en pos de magnificar su modelo y destruir el capital simbólico de cualquier otra propuesta de organización de la sociedad. Es en ese terreno donde con más encarnizamiento se dan hoy muchas de las batallas.
“La mayoría del pueblo cubano sigue optando por preservar la Revolución y sus más caras conquistas”.
No obstante lo anterior, vemos cómo la ideas progresistas, con sus aciertos y yerros, avanzan en nuestro ámbito. Cuba es caso aparte, pues nunca renunció a las ideas de justicia del socialismo. Trabaja nuestro país por modificar sus modos de crear la riqueza en medio de limitaciones que hacen de estos propósitos una hazaña épica. En todos los terrenos —el económico, el social y el comunicativo— renueva sus pautas de funcionamiento, siempre atenazada por la hostilidad del vecino, que muchas veces hace que esas pautas se frustren casi de manera inmediata y se haga necesario repensar constantemente sus directrices, para cambiar en todo lo que sea necesario.
Seguimos los cubanos viviendo al límite. Los días que corren son de una dureza que ha quebrado algunas voluntades, no obstante, la mayoría del pueblo cubano sigue optando por preservar la Revolución y sus más caras conquistas, lo cual queda demostrado siempre que hay un proceso de consulta y votación. Por eso esperamos que el nuevo Código de las Familias, que en breve tendrá su referendo, constituya también un sí a la renovación y la resistencia que hemos sabido sostener con orgullo.
Notas:
[1] Mijaíl Gorbachov: Discurso del 25 de diciembre de 1991. Disponible en: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2013/08/02/sentidos/1375444993_647399.html. Fecha de consulta: 6 de septiembre de 2022.
El autor olvida que el “tierno”Gorbachov, desnudó su alma después y a principio del nuevo siglo habló claramente de sus verdaderas intenciones: terminar con el régimen soviético y punto. Un traidor en toda la línea.