Muy vasto es el abanico intelectual y patriótico de don Emilio Bacardí Moreau, el cubano y santiaguero de cuyo fallecimiento se conmemora un siglo este 28 de agosto.

Historiador, novelista, dramaturgo, encarcelado en los presidios de Chafarinas y de Ceuta durante las guerras independentistas de 1868 y 1895, fundador del Museo Bacardí de Santiago de Cuba, alcalde de esa ciudad, miembro de la Academia de la Historia y de la Academia de Artes y Letras, y personalidad prestigiosísima de la cultura cubana. Tal fue, sucintamente, Emilio Bacardí.

Emilio Bacardí Moreau. Imágenes: Tomadas de Internet

Iniciemos esta recordación con un apunte acerca de su obra más trascendente: el Museo Bacardí, monumento nacional, y además cita frecuente como punto de referencia para indicar al viajero extraviado la dirección que busca.

En sus inicios la institución se nutrió con una colección de cuadros enviada desde el Museo del Prado, en Madrid, gesto que comprenderemos mejor si tenemos en cuenta que el dominio español se resquebrajaba para siempre en la “siempre fiel” Isla de Cuba y que con esta donación buscaba la metrópoli recuperar espacios y prestigio entre los sectores nacionales de la cultura.

De igual manera, se nutrió de una colección de cuadros de pintores cubanos, así como de reliquias, muestras arqueológicas y piezas de la guerra de independencia. Emilio Bacardí Moreau fundó el que se considera primer museo de Cuba. El majestuoso edificio que ocupa en la actualidad se concluyó en 1927.

“Emilio Bacardí Moreau fundó el que se considera primer museo de Cuba”.

Nacido el 5 de junio de 1844, la motivación por las artes le llegó temprano por la poesía y la pintura. E igualmente temprano se le hizo patente la vocación patriótica, pues pese a ser enviado a España por los padres, el joven Bacardí era un cubano de fervoroso espíritu revolucionario. Al punto de que en diciembre de 1868, todavía en los albores de la contienda de los Diez Años, estuvo involucrado en un fracasado intento de deponer al gobernador del Departamento Oriental para instaurar en su lugar una junta democrática de gobierno.

Conoció la dureza del presidio en Chafarinas, en el Mar Mediterráneo. En 1879 fue deportado y durante el proceso revolucionario del 95 de nuevo soportó los sinsabores de la cárcel, esta vez en Ceuta, como castigo impuesto por sus nexos con las fuerzas independentistas. Con todo, no cejó en su empeño de colaborar con la causa libertadora, al precio que resultare necesario.

Justo prestigio gozó entre sus conciudadanos. De ahí que al cese de la dominación española fuera nombrado alcalde de Santiago. En el desempeño de tales funciones creó e inauguró, el 12 de febrero de 1899, el Museo que hoy lleva su nombre. Daba con ello un paso importantísimo en la preservación del legado histórico de los luchadores por Cuba Libre.

Bacardí creó e inauguró, el 12 de febrero de 1899, el Museo que hoy lleva su nombre.

En 1902 ocupó de nuevo la alcaldía, ahora por votación popular, prosiguiendo su obra en favor de la cultura con la apertura de una biblioteca —anexa al museo— y de la Academia Municipal de Bellas Artes. Bacardí no medró, como tantos hicieron, en su relevante cargo. Tampoco cejó en su empeño de defender la soberanía: como senador de la República trató en vano de evitar la intervención norteamericana de 1906.

“Bacardí no medró, como tantos hicieron, en su relevante cargo. Tampoco cejó en su empeño de defender la soberanía”.

De espíritu liberal y progresista, este también se manifestó en la concesión de empleos en el Ayuntamiento a las mujeres, sobre todo a aquellas cuyos familiares murieron en la contienda por la independencia.

Colaboró en buena cantidad de las publicaciones santiagueras, también en la Revista Bimestre Cubana y en El Fígaro, ambas de circulación nacional y con mucha fuerza dentro del panorama cultural cubano.

Como teatrista, fue “autor de un drama realista, que no carece de escenas emotivas, algunas bien logradas, Al abismo, si bien Bacardí solo se asomó una vez al teatro y no pretendió sentar plaza como dramaturgo,”tal como expresa el crítico Max Henríquez Ureña.

Este drama, Al abismo, se publicó en Cuba Contemporánea, en 1925, poco después del fallecimiento de su autor. Dejó además inéditas varias obras: las novelas La hija de Hatuey, Filigrana y El doctor Boileau, así como las piezas de teatro Casada, virgen y mártir y La vida.

En su arista de novelista —otra vez citamos del profesor Henríquez Ureña su Panorama Histórico de la Literatura Cubana—“reconstruyó con brochazos firmes la gesta libertadora de los Diez Años en Vía Crucis (Barcelona, 1914), que ofrece un fiel trasunto de las costumbres de la época en la provincia de Santiago de Cuba, y se adentró en el campo de la novela histórica con Doña Guiomar (Barcelona, 1916), que se desarrolla en la primera mitad del siglo XVI”.

Súmase a su bibliografía un libro ya poco recordado, Hacia tierras viejas, recuerdos y notas de viajes, publicado en Valencia en 1914 y el volumen Tiempos de la conquista, novela histórica de 1916.

Sin embargo, es como historiador que alcanza trascendencia. Sus diez tomos de Crónicas de Santiago de Cuba integran una recopilación insustituible de documentos e informaciones desde la fundación de la villa por Diego Velázquez en 1515 hasta la contemporaneidad de su autor.

Valioso igualmente es su libro Florencio Villanova y Pío Rosado (1920), por el tema biográfico. Post mortem se publicaron La condesa de Merlín (1924) y Cuentos de todas las noches (narraciones para niños, 1950).

Panteón de Emilio Bacardí.

Al morir el 28 de agosto de 1922, la obra de promoción cultural iniciada por Emilio Bacardí la prosiguió su viuda Elvira Cape, cuyo nombre lleva hoy la biblioteca municipal. Fue ella quien hizo entrega oficial al Ayuntamiento de la ciudad del edificio del Museo Emilio Bacardí, en la calle Pío Rosado (Carnicería) número 552 entre Aguilera (Marina) y Heredia (Catedral), en pleno centro histórico, reinaugurado en su sede actual el 20 de mayo de 1928.

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