La poesía de Waldo Leyva se expresa en un tiempo sin límites. Pretérito, presente y futuro se entremezclan para ofrecer constancia de perdurabilidad en su palabra. “Los primeros cuarenta años de vida —anotó Schopenhauer— nos dan el texto; los treinta siguientes el comentario”. Quiero imaginar que el día de hoy es definitivamente jueves 16 de mayo de 2013. Me veo escribiendo estas palabras el mismo día del cumpleaños número setenta de Waldo Leyva. Las publicaremos en un volumen colectivo que celebrará el acontecimiento. O estamos entonces en 2022. Es 16 de mayo, y exactamente hoy, recibo los poemas por la vía electrónica en el archivo adjunto del poeta Xavier Oquendo, editor de esta antología que Waldo Leyva organizó con la primicia de un conjunto inédito: Del tiempo y sus rituales. El tiempo siempre girando alrededor del signo semántico. Los tiempos son una referencia, a veces espejismo, potencial del olvido.
“Con el paso del tiempo el poema se transforma y apela a sus nuevos momentos de lectura”.
Es verdad que la poesía dura más que la vida. Sobrevive a todo contexto político y social. Según Einstein las cosas mismas son tiempo, de manera que todo —universo incluido— es un suceso espacio-temporal. Volteamos un reloj de arena. Consultamos un reloj de sol. Estamos en México y es el año 1980; viajando en automóvil por los caminos de Zacatecas, San Luis Potosí y Aguascalientes, el centro del país donde se gestó la voz de Ramón López Velarde, poeta nacional. O es el año nuevo del 83 y vemos nacer la luz en una entrañable provincia de Cuba: Camagüey. Mezclamos versos del Tío Costilla y del Indio Naborí, poetas populares de nuestros países, con una jarana y un tresillo; o conversamos sobre Sabines y Eliseo Diego. O estamos en Veracruz, el puerto —que tiene casas que recuerdan a La Habana—, o llegamos a Oaxaca y nos hemos tomado una foto en este año que podría ser 1990, cuando imaginamos cómo será el año 2000.
Con el paso del tiempo el poema se transforma y apela a sus nuevos momentos de lectura. Un poema escrito hace diez, veinte, o más años, puede llegar a su tiempo presente y dejarlo atrás. La poesía vive en el tiempo.
El tiempo circular de Waldo Leyva vuelve cíclicamente como las estaciones del año, tiempo en el que diversos lugares del mundo se unen por las mejores causas de la humanidad, que están presentes y habrán de palpitar siempre anhelantes.
Ayer, hoy y mañana estoy leyendo al poeta que, en su juventud, supo de las cosas íntimas de la tierra desde las manos honradas del guajiro que varios lustros después siguen buscando y encontrando en las palabras razones para la vida. Palabras para alcanzar significados no previstos. Versos que son surcos para las semillas. Sorpresa que hace al mundo reflexionar.
Además de su obra escrita, Waldo Leyva también conoce las herramientas del poeta improvisador que comparte los aportes de su gente cercana. No debería haber gente lejana. Leyva mantiene una actividad reflexiva y memoriosa en la creación literaria; ha coleccionado y publicado textos suyos en prosa destinados a la reflexión y a la divulgación de temas poéticos que se sostienen en la claridad de la expresión y el pensamiento nítido. Invaluable conversación sobre la poesía en nuestro idioma.
“El tiempo de Waldo se hila con personajes, leyendas, libros, revistas, pintura, música, fotografía y memoria”.
Siempre ameno y colmado de instantes celebrables, ofrece una visión poética que ampliará la comprensión sobre la poesía de quienes sean lectores a lo largo de los años. El tiempo de Waldo se hila con personajes, leyendas, libros, revistas, pintura, música, fotografía y memoria. El extenso poema que nos ofrece en homenaje a Dylan Thomas da cuenta de una revitalización de su temática. Cabe aquí nuevamente decir: intemporal.
Esta antología es, sin duda, una muestra breve de una poesía que ha crecido durante 60 años, ahora que el poeta nacido en 1943 ya ha completado 79 años de vida y nos dice, sentencioso: “La noche divide a los hombres/ en dos bandos:/ los que se sientan a la hoguera/ a narrar las sorpresas del día,/ a poner junto al fuego lo inesperado,/ aquello que resulta imprescindible/ para seguir andando,/ y los que informan/ que todo sucedió como estaba previsto”.
Esta nueva colección propone una reunión de textos de distintos momentos de la vida creativa de Waldo Leyva, viajero incansable que transita por la vida con el oído atento y el ojo impaciente por descubrir en todo momento el instante de la poesía. He recordado y traducido ahora, por la cercanía natural, palabras del poeta brasileño Thiago de Melo: mi compromiso es con la vida del hombre, a quien trato de servir con el arte del poema.
El signo de la emoción persiste en su presencia. El libro que tenemos en las manos comprueba también el espacio ilimitado de la poesía. Waldo ha convocado poemas de sus distintos momentos vitales, creativos. Además del inédito Del tiempo y sus rituales, Waldo ha reunido poemas de El dorso de las cosas (2016)y Llueve en Coyoacán (2014), publicados en México; El rumbo de los días (2010), que le representó el X Premio Casa de América de Poesía Americana, publicado en España; así como Intimidad de la madera (2012); Remoto adagio (2008), Memoria del porvenir (1999), El rasguño en la piedra, (1995) y De la ciudad y sus héroes (1974); impresos en Cuba.
Su escritura resulta una muestra de su capacidad para encontrar el justo instante donde las palabras que escuchamos casi todos los días o que solemos decir con frecuencia se transforman para producir una concluyente percepción poética.
“El poema, como pieza literaria, se lee al tiempo que se escucha, se palpa, se huele y se saborea”.
El oficio del poeta se observa también en el dominio de las formas, que durante todo el siglo XX practicaron nuestros poetas latinoamericanos para proponer al oído de quien lee. El poema, como pieza literaria, se lee al tiempo que se escucha, se palpa, se huele y se saborea. Bien sé que este comentario solo es válido para lectores de poesía, pero también sé que cada poema lo confirma.
Waldo maneja con emotiva destreza tanto el poema en prosa como las estrofas tradicionales y las ricas variantes del verso libre, que siempre es verso y siempre es libre de combinarse con otros versos, sin perder su concepción original de verso. Conocedor de la tradición octosilábica de la espinela, la transforma. Otras estrofas toman los rieles de los versos endecasílabos, habituados al soneto, que también se desarrolla en alejandrinos. El poeta toma las palabras, las sopesa y las coloca en un justo lugar con esa acentuación justa que produce sentido, emoción y ritmo. En los poemas reunidos en el volumen, Waldo confirma el memorioso papel del poeta: “Los dones de la memoria ante el tiempo y la desolación”, se ha dicho de su poesía. El tiempo es inasible, es volátil, y así se manifiesta en la canción, en el poema, en la vida.
En esta visión desdoblada del tiempo, el implacable, celebré antes, he celebrado ahora y celebraré en mayo de 2023, dentro de algunos meses, el cumpleaños 80 de Waldo Leyva.