Rafael Morante ya no está físicamente entre nosotros. Sin embargo, su creación gráfica en general, y la del cartel de cine en particular, ya es parte esencial de la cultura visual cubana de la segunda mitad del pasado siglo. Hoy recordamos, como un acto de extrema justeza, el título que le diera a su última exposición personal, inaugurada en el Pabellón Cuba de La Rampa capitalina en 2015: La vuelta al cine en 35 carteles, paráfrasis de la famosa novela de ciencia ficción de Julio Verne, La vuelta al mundo en 80 días, y del filme homónimo que protagonizaran el inglés David Niven y el mexicano Mario Moreno “Cantinflas”.
“La trayectoria profesional de Rafael Morante nunca dejó de producir ejemplos notables para el cartel de cine cubano”.
De hecho, Rafael Morante fue ―y es, hasta el día de hoy― el diseñador gráfico cubano que más incursionó en la literatura. Pocos recuerdan que fue Premio David de la Uneac en novela de ciencia ficción, y autor de dos novelas y un volumen de cuentos. Sin embargo, su notoriedad como miembro fundador del grupo que dio origen al cartel cubano de cine a inicios de los sesenta, ha contribuido a que prevalezca el cartelista sobre el escritor (otro tanto ocurre en la plástica con los pintores Carlos Enríquez y Marcelo Pogolotti). Sirvan de ejemplo los cuatro primeros carteles que abrieron la antes citada exposición del Pabellón Cuba: Muerte al invasor (1961), Cinemateca de Cuba (1961), El acorazado Potemkin (1961) y Las doce sillas (1962). Aunque corra cierto riesgo en decirlo, estos carteles están entre los primeros en generar las bases sobre las que se erigiría el código de vanguardia que caracterizaría al cartel del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).
Muerte al invasor tiene el interés de ser un diseño cuya concepción estuvo condicionada por un soporte atípico para el medio, al imprimirse sobre periódico. Sin embargo, su codificación no pudo ser más óptima, si se tiene presente la integración del tema al citado soporte, al cual recurrió el impresor y también cartelista Eladio Rivadulla Martínez, por la carencia de papel y tintas a causa de la ruptura de relaciones comerciales y diplomáticas de Estados Unidos con Cuba. Cuando Morante llegaba al taller de serigrafía del Icaic ―recuerda Rivadulla―, lo primero que hacía era preguntarle: “¿Qué tintas tienes hoy?”.
De tales limitaciones nació la concepción del cartel Cinemateca de Cuba, el cual marca el inicio de la apropiación del icono Charlot por nuestro cartelismo. Sobre el particular ningún testimonio mejor que el comentario que me hiciera ese otro grande del cartel cubano, Eduardo Muñoz Bachs. “Para mí fue determinante aquella imagen en negro sobre el fondo blanco de la cartulina”, recuerda Muñoz Bachs.[1]–[2] Citemos al paso dos carteles suyos en los que se pone de manifiesto dicho icono: Por primera vez (1968) y Cine móvil (1969).
El tercer cartel de Morante, El acorazado Potemkin, se presenta como otra muestra de síntesis visual e ingeniosa composición, al justificarse el amplio plano en negro a partir del humo que expiden las chimeneas del acorazado, sobre el cual ondea la roja bandera de los revolucionarios rusos.
En cuanto al cartel del filme Las doce sillas, del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea, puede decirse que tanto el juego tipográfico como las viñetas de época que lo ornan redundan a favor del carácter del filme, sin que la reiteración implique un desgaste del concepto.
Aunque corra cierto riesgo en decirlo, estos carteles están entre los primeros en generar las bases sobre las que se erigiría el código de vanguardia que caracterizaría al cartel del Icaic.
La trayectoria profesional de Rafael Morante nunca dejó de producir ejemplos notables para el cartel de cine cubano. Ante cualquier duda al respecto, citemos los concebidos para los filmes Vértigo, Spartacus, Intolerance y Madre Juana de los Ángeles. Ejemplos, entre muchos otros, que vienen a reafirmar, una vez más, por qué Rafael Morante se inscribe en el selecto grupo que hizo del cartel de cine en particular y de la gráfica en general, expresión genésica de la cultura visual cubana de vanguardia del período revolucionario.
¡Hasta la Gráfica Siempre!
Notas:
[1] Jorge R. Bermúdez: “Una sonrisa en la pared”, en Gaceta de Cuba, UNEAC, La Habana, n. 3, 2002.
[2] Otro diseñador gráfico cubano, Conrado W. Massaguer, fue el primero en hacer un dibujo de Charlot para la televisión; esta transmisión experimental ocurrió el 4 de febrero de 1932 desde la Columbia Broadcasting Station a la famosa tienda Gimbel Bros, en Nueva York. (N. del A.)