El día que la conocí personalmente pensé que ella era una fuerza de la naturaleza. De cierto modo, está reseñado en el texto “1988”, que escribí para la columna “Siglo pasado” de La Gaceta de Cuba, que luego aparecería en forma de libro. Se cumplían ocho años de la muerte de Lennon y estábamos en aquella librería matancera soñadores de todas las edades, unidos por la fe absoluta en la poesía, donde se subastaría, además, uno de los primeros libros de Carilda. 

“Y ese tipo de fuerza jamás desaparece”. Imagen: Sonia Almaguer

Ya era una leyenda, y deberían ser siempre las leyendas las que marquen los recuerdos del momento en que las tenemos al alcance de la mano. Lamento que lo que pasó allí me haya robado por años esa posibilidad. De hecho, también escribí en aquel texto cómo al salir del lugar ella me dijo: “Mañana te reirás de esto”. Fue una de las pocas cosas en que se equivocó, porque lo cierto es que, de aquello, nunca me he reído. Pero me enseñó sobre el ser humano. Aquí permanezco, sueño, escribo, trabajo y amo. Y ya puedo recordar esa fecha como el día en que conocí a Carilda. 

“Ya era una leyenda, y deberían ser siempre las leyendas las que marquen los recuerdos del momento en que las tenemos al alcance de la mano”.

Nunca hablamos de aquello. Fui a su casa en la Calzada de Tirry varias veces; la escuché en sus poemas; compartimos en presentaciones y ferias, también en las que le fueron dedicadas, sobre todo en Santiago de Cuba, donde plasmó besos en algunos de los libros suyos que se presentaron. Y nos reímos mucho, esas veces sí.

El día que la conocí personalmente pensé que ella era una fuerza de la naturaleza. Y ese tipo de fuerza jamás desaparece. Que me acompañe siempre.

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