Alberto Alonso, tantas veces el primero
8/6/2017
El centenario de Alberto Alonso podría ser fuente inspiradora para acercarse a la trayectoria de quien es pieza clave en la creación de la escuela cubana de ballet. Algunos estudiosos lo han catalogado como “el coreógrafo cubano del siglo XX”; se podrá coincidir o no con tan rotunda afirmación, pero nadie podrá desconocer que la historia de la danza cubana registra que, en esta materia, fue el primero en muchos de sus asuntos.
Primer bailarín cubano. Primer cubano bailarín profesional. Primer partenaire de Alicia Alonso. Primer coreógrafo cubano. Primer coreógrafo cubano creador de una obra con tema nacional. Primer coreógrafo cubano invitado por el Teatro Bolshoi, de Moscú, para montar una pieza.
Retrato de Alberto Alonso
Alberto Alonso Raynieri nació en La Habana el 22 de mayo de 1917, y el 4 de noviembre de 1933 debutó con la Sociedad ProArte Musical en el Teatro Auditorium de La Habana. Con ese gesto desbarataba los prejuicios epocales y se convertía en el primer cubano estudiante del arte de las puntas y los giros espectaculares.
Su maestro Nicolai Yavorski avizoró las dotes del discípulo, por eso gestionó la inscripción de Alberto Alonso en la compañía del Ballet Ruso de Montecarlo, agrupación que asumió la herencia de los Ballets de Diaghilev. De esta manera, Alberto Alonso se convirtió en el primer cubano en ejercer de forma profesional como bailarín. Durante 4 años formó parte de la compañía que cambió varias veces de nombre, pero mantuvo su esencia clásica; allí conoció a Mijaíl Fokin y a George Balanchine.
“A mi desarrollo artístico contribuyeron muchos maestros importantes. Massine, con sus coreografías modernas. Nijinska, con su gran manejo de la tradición, pero sobre todo Balanchine y Fokin. La primera vez que trabajé con Balanchine fue en Londres, cuando vino a ensayarnos Cotillon. Me quedé con la boca abierta ante su enorme capacidad musical, que le permitía obtener un producto artístico totalmente nuevo con los mismos pasos de la rutina académica. Muy distinto era Fokin, a quien conocí en Alemania. En él se notaba una gran sedimentación cultural, un dominio de la tradición y una comprensión del por qué de los movimientos que yo no encontré en otro creador. Cuando sugería un paso lo mostraba con su propio cuerpo, con tal organicidad que casi se podía ver la idea que lo apoyaba. Si Balanchine era el movimiento, la forma, Fokin era el contenido. Ellos dos fueron los que más me aportaron” [1].
El estallido de la Segunda Guerra Mundial lo obligó a regresar a La Habana, y en 1941 asumió como director de la Escuela de Ballet de la Sociedad ProArte Musical. Con el estreno de Preludios, inspirado en la composición de Franz Liszt, entró a la historia de la danza como el primer coreógrafo cubano.
“El encuentro con la danza moderna me ayudó a enriquecer las posibilidades de crear sentimientos con el movimiento. Todos estos factores hicieron posible que me lanzara a probar mis fuerzas y recibí una enorme satisfacción al comprobar con mi primer ballet, Preludios, que existía en mí una posibilidad para ello [2].
Antes, en 1935, había sido el primer partenaire de Alicia Alonso, cuando la ilustre pareja bailó Coppelia.
Lo cubano en la danza
Como tantos artistas e intelectuales del país, Alberto Alonso sentía la necesidad de expresar la cubanidad. En 1947 estrenó, con la Sociedad ProArte Musical, la obra Antes del alba, cuyo tema era la realidad social del país, que resultó insoportable para el espíritu de la época. Conga, carnaval y ritos yorubas se fundieron con los clásicos giros del ballet y no fueron bien recibidos, pero marcaron el camino para hacer el ballet con esencias cubanas. Con música de Hilario González y diseños del pintor Carlos Enríquez, tuvo a Alicia Alonso como protagonista. Tras la dura experiencia, el coreógrafo comprendió que debería buscar otros espacios para sus indagaciones en lo cubano y en lo coreográfico. Y lo encontró en la naciente televisión, medio para el cual creó algunas de sus piezas antológicas como El solar y El güije.
En 1948 fundó, junto a Fernando y Alicia, el Ballet Nacional de Cuba (BNC). Su hermano Fernando caracteriza el trabajo de cada una de estas personalidades: “Alicia fijaba todo lo que ella había visto sobre ballet; Alberto, en cambio, lo rompía todo y trataba de cambiarlo, para crear cosas nuevas que reflejaran la danza cubana” [3].
Era proverbial la capacidad de Alberto Alonso para explorar y crear para medios tan diversos como el BNC, cabarés como Montmatre y Sans Souci, Ballet de la Televisión, el Teatro Musical, el Bolshoi o el Conjunto Nacional de Espectáculos, entre otros. De la estirpe de los fundadores y con un afán creativo que no admitía fronteras al talento, en 1960 creó el Conjunto de Danzas de Alberto Alonso, y en 1962 el Conjunto Experimental de Danza de La Habana. Con este último realizó una gira por Europa que le abrió las puertas del Teatro Olimpia de París y de otros países, entre ellos la URSS, donde protagonizaría una aventura que marcaría su vida para siempre.
La Carmen
Corría el año 1965; El solar había sido aplaudido por un público fervoroso. Sonia Calero había puesto su formación clásica en función de los bailes populares cubanos. Su fuerza arrolladora, su sensualidad y su gracia conquistaban al más reacio. La escoba, un instrumento de la vida cotidiana, adquirió valor artístico por la forma en que la bailarina la utilizaba. Cuentan que fue la madre de Maya Plisétskaya, la diva rusa, quien vio la obra en el Teatro Bolshoi y sugirió a su afamada hija que contactara con Alberto Alonso. Ella lo narra en el documental Danza con el corazón, de Ricardo Acosta. Así nació Carmen para la danza.
Alicia Alonso interpreta Carmen
La rusa quería desbordar los límites de la tradición imperantes en su compañía, por eso propuso a Alberto Alonso inspirarse en la mujer amante de la libertad. El esposo de la bailarina, el compositor Rodión Schedrin, se encargaría de los arreglos de la partitura de Bizet. Alberto Alonso recibió la encomienda en los entreactos de la presentación de El solar, en presencia de Roland Pétit, que recién había estrenado una obra con su visión del personaje. Parece que tal libertad creativa le causó no pocos problemas con la burocracia cultural a la bailarina rusa, acusada por la ministra de cultura de entonces de convertir en prostituta a la heroína española. Del personaje de Carmen se apropiaría en breve Alicia Alonso, para convertirlo en una de sus grandes actuaciones.
El estreno mundial de la Carmen de Alberto Alonso tuvo lugar en Moscú, el 20 de abril de 1967, con Maya Plisétskaya como protagonista. Ese mismo año, el 11 de agosto, Alicia debutaba en La Habana, acompañada por una muy joven Josefina Méndez en el rol del Toro o Destino, y con Azari Plisestki como Don José. La Alonso le impregnó nueva y larga vida al irreverente personaje. El coreógrafo reconoce los aportes de la bailarina al personaje:
“Yo creo que Alicia es Carmen. No sé qué otra palabra usar. Yo sí te puedo decir lo siguiente: cuando yo estaba trabajando con Alicia la coreografía ¡ella ayudó tanto…! Porque inclusive, se le ocurrían pasos. Ella inmediatamente captó el estilo, eso para empezar. Captó lo que yo andaba buscando, lo incorporó, que eso es esencial. Porque cuando tú lo incorporas, lo haces parte de ti, y ya tú te manifiestas de esa forma. Inclusive a ella se le ocurrían pasos, que yo aceptaba, porque eran orgánicos dentro del estilo” [4].
Sonia Calero recuerda que, al regresar de Moscú, la burocracia cubana sacó a Alberto Alonso de la dirección del Conjunto Nacional de Espectáculos: “Alicia y Fernando hablaron con Alberto para que fuéramos para el Ballet Nacional de Cuba con ellos, y por supuesto que el BNC salió ganando, pues de ahí en adelante surgieron ballets como Carmen, El güije, Diógenes ante el tonel, Un retablo para Romeo y Julieta, Conjugación, entre muchos otros.
Recuerdo que en El güije yo hasta hablaba, y que fue un éxito en Europa, mientras que Diógenes… Loipa Araújo fue quien lo estrenó, y yo tuve una participación muy destacada, aunque se puso solo dos veces, en el estreno y en Canadá, con un éxito rotundo; en Un retablo… yo bailé con un estilo que no era el clásico, y Alicia, por supuesto, hizo la Julieta. Pienso que todos estos ballets fueron demasiado vanguardistas…” [5].
Además del Conjunto Nacional de Espectáculos, Alberto Alonso fue director del Teatro Musical de La Habana, y coreógrafo invitado de otras compañías cubanas como el Conjunto Folklórico Nacional y el Ballet de Camagüey; y de muchas foráneas en Bulgaria, Hungría, Japón, Italia, Alemania, México, España y los Estados Unidos, país donde vivió a partir de la década de 1990 hasta su muerte. En 1993, tras una estancia en México, Alberto Alonso, junto a su esposa Sonia Calero, se radicó en los Estados Unidos. Allí impartió clases, montó coreografías y compartió con el cineasta cubano Ricardo Acosta testimonios de su intensa trayectoria, gesto que le agradecemos, pues así podemos acercarnos a su pensamiento sobre la danza y sobre la vida.
Alberto Alonso escapa de lo clásico y se adentra en la sensibilidad cubana. Sus coreografías portan títulos sugerentes, muchas llevan como banda sonora composiciones de autores cubanos, y exigen el virtuosismo de los intérpretes. El hermano de Fernando Alonso es catalogado como uno de los más relevantes coreógrafos de la Cuba del siglo XX. Su extraordinaria trayectoria internacional, la manera en que se apropió de la danza académica para expresar las esencias de la cubanidad, su forma desprejuiciada de romper las fronteras del arte, su extensa producción artística, avalan tal criterio.
En 1990 Alberto Alonso confesaba a Miguel Cabrera: “Siento la satisfacción de haber puesto un modesto granito de arena en el gran movimiento cultural de mi país”. Y continuaba: “Hoy, al ver la gran cosecha de bailarines y coreógrafos que tenemos, mi mayor deseo es no solo seguir figurando en ella, sino aportarle todo lo que esté a mi alcance” [6].
Alberto Alonso murió en Gainesville, Florida, la noche del 31 de diciembre de 2007. Así comenzó una nueva vida: subió a las galaxias trasmutado en el asteroide número 58373, descubierto por una de sus discípulas, quien decidió bautizarlo con el nombre de su maestro. Desde entonces, Alberto Alonso es la estrella que ilumina los destinos de la danza cubana.