La discografía cubana exige una solución integral
26/5/2017
Si el disco cubano es una realidad, no puede decirse lo mismo de la industria fonográfica y mucho menos de la existencia de un mercado para la circulación de esas producciones.
El disco no es un lujo, sino una necesidad. La grabación de la música es la única garantía de que la creación sonora, en su más completa realización, trascienda. Cierto que las partituras representan una primera instancia de plasmación del pensamiento del creador. Pero es mediante la grabación de esas partituras que un hecho artístico que transcurre en un plazo temporal determinado queda fijado para la posteridad como ocurre cuando un pintor lleva una imagen al lienzo o un escritor su novela al papel.
Van van, La fantasía. Foto: Internet
Por no hablar de cómo muchas expresiones musicales se improvisan y por tanto escapan de los límites del pentagrama, y solo pasan de ser sucesos irrepetibles a logros permanentes gracias a la grabación, bien sea en un estudio o una presentación pública.
Lo que digo está lejos de ser una disquisición teórica. Si sabemos cómo sonaban los Matamoros y Sindo, Arcaño y Arsenio, o cómo cantaban el Benny, Rita y Bola, es porque existe el disco.
Cuando me refiero al disco, asumo sus diversos soportes: desde la placa de vinilo hasta las actuales plataformas vinculadas a la era digital, incluyendo el registro audiovisual.
Si sabemos cómo sonaban los Matamoros y Sindo, Arcaño y Arsenio, o cómo cantaban el Benny, Rita y Bola, es porque existe el disco. En medio de carencias materiales y financieras, las casas discográficas cubanas no dejan de grabar. Y no dejarán de hacerlo. Aun cuando la demanda supera la capacidad, por lo que se impone un más riguroso trabajo en el área que atiende la relación entre artistas y repertorios, cada nuevo fonograma constituye un documento único, un testimonio histórico. Esos contenidos, los de ayer, los de ahora mismo, los de mañana, se nos revelan como piezas de una trama patrimonial para nada intangible.
Pero si no se escucha el disco, si no llega a los auditorios, si no circula, poco se habrá hecho. Se me dirá que las grabaciones se transmiten en programas de radio, que los conciertos audiovisuales y videoclips nutren la programación televisiva, que unas y otros se hallan muchas veces disponibles en canales digitales de acceso libre y hasta es posible que alguien enumere unas cuantas vías más de circulación social de las producciones fonográficas.
40 años de música, de José Maria Vitier
No olvidemos, sin embargo, que la audición o visualización de un fonograma es un acto de libre elección ni que el fonograma y la tecnología para su reproducción forman una unidad indivisible. Sin los medios de reproducción disponibles y accesibles a escala doméstica, la música pierde valor. Como tampoco sin el disco que soporta la grabación. Fabricamos muy limitadas cantidades de discos para un mercado también limitado y donde las reproductoras en el mercado tienen el tratamiento de los artículos suntuarios.
Prueba al canto, la circulación de los fonogramas premiados y nominados en los más recientes Cubadisco. Apenas se conocen, a duras penas se escuchan.
Por si fuera poco, convivimos con la perniciosa e irrefrenable práctica de la piratería, que entre nosotros ya es endémica, asunto al que debemos prestar atención de una manera seria y responsable.
Pienso ha llegado el momento en que una política pública abra la senda para la potenciación integral de la fonografía nacional. Contamos con estructuras generadoras y proveedoras de valiosísimos contenidos, contamos con un patrimonio de primera magnitud y un talento artístico que muchos quisieran tener. Lo que se necesita es integrar esfuerzos, concebir estrategias y dar vida a un programa que ponga al disco cubano a la altura de lo que representa.
Creo que es un error identificar disco con fonograma.
El disco es un producto diferente, lleva una selección, un recopilación pensada, ya en estos momentos el disco se realiza pensando en que quedara para después. El fonograma es otra cosa. Es la grabación de una obra musical puede ser en vivo o en un estudio, pero tiene independencia y puede ser comercializada o difundida por diferentes vías.
No creo que la piratería sea un mal nuestro, ni sea perniciosa. Es la consecuencia lógica de un problema netamente económico, la inviabilidad de la aplicación hoy en dia un modelo comercial nacido en la época en que la reproductibilidad técnica era muy costosa. Nadie en ningún lugar del mundo pagará por nada que pueda obtener gratis, es un absurdo. La única solución es adaptar los modelos comerciales y las leyes a esa realidad. Hay países en los que mas del 90 porciento de la distribución de la música se realiza por vías informales.
(Por cierto, que esta ventana para comentar parece un modelo de esos para inventariar objetos en los almacenes, por ejemplo: Asunto: tuercas. Descripción: tuercas de rosca izquierda je je)..
Lo primero a considerar es que el concepto de mercado que aplica Pedro aquí no es el concepto de mercado que se ha manejado en Cuba desde 1959 para acá. Ni siquiera el concepto “socialismo de marcado” chino, que atiende y trabaja con seriedad los requerimientos de oferta y demanda de un producto. Pedro es coherente con la política oficial a veces, y en otras, como aquí, no lo es. Aunque la producción de los discos es relativamente barata, en Cuba los siguen vendiendo caros, y eso que han bajado los precios, no obstante, tienen una ganancia que supera con creces el costo de producción. Gracias que existe Colibrí, que es único en el mundo, en el que se graban productos culturales donde, en un mundo regido solo por la demanda, esos productos culturales importantes no hallarían espacio. Eso es trabajo por la cultura, aunque con sus limitaciones y tendenciosidades. Lo otro es que si el poder adquisitivo medio es tan bajo, ¿ cómo la gente va a comprar algo en 10 cuc o más, cuando de ahí salen varias botellas de aceite y un poco de pollo. El ser social determina la conciencia social ( digo, en caso de que eso no haya cambiado…), y el ser social necesita primero comer, para después escuchar música y generar su conciencia, que no sale de la nada. Se añade el tema de la piratería, es una plaga en el mundo, aunque en ningún otro país se tolera oficialmente como en Cuba, donde los discos piratas están a la vista de todos y nadie dice ni hace nada. Incuso se expenden licencias de trabajo, oficialmente, para la venta de discos, que se sabe que son pirateados. Y esto entronca con el problema legal, donde hay una ley de derecho de autor que no solo es vieja, sino que ni sirve ni se respeta, solo en ocasiones, de manera muy tendenciosa. Yo sé que una nueva Ley está engavetada, por lo menos desde 1998, y que contempla los derechos conexos, además de la extensión del derecho post morten a los 75 años, ya que la ley vieja establece 50, lo que, por el egoísmo del cálculo, hace salir el tiro por la culata, y que el país pierda plata por pasar a Dominio Público obras musicales que pudieran generar ingresos. Pero parece que más puede el deseo patológico de que la gente no gane dinero a que al país entre dinero, o se mueva dentro de este, Y de paso hacer por fin una real sociedad de autores, dirigida por autores, y no una agencia de cobros y pagos donde se vela por la vida social y creativa de los autores, integrada por burócratas que no tienen idea de eso, o si la tienen, van en alguna medida en detrimento de los autores. Yo sé bien que hay mucha gente que no quiere que esa sociedad exista, y que tiene poder para impedirlo, y lo ha hecho.
Si importante es tener una estable y variada producción fonográfica, es también importante una discografía que recoja lo producido del 1960 a la fecha. Existe una, hecha POR UNA SOLA PERSONA y un grupo de colaboradores (entre los que estuve), la de Cristóbal Díaz Ayala, que está disponible de manera gratuita en la red, y tiene TODO lo grabado desde 1898 hasta 1960 y poco más, con importantes notas, comentarios y fotos. Es lamentable e incomprensible, y sólo atribuible al más palpable desinterés, al más impuro y duro, que con la legión de musicólogos que hay en Cuba, centros de investigación, investigadores con título y sin título, entidades vinculadas a la música de todo tipo, con legiones de gente trabajando en ellas, NO EXISTA una discografía cubana del período revolucionario. Personalmente trata de comenzar a elaborar la discografía, y hablé con todo el mundo, pero choqué con muros de todo tipo, sobre todo de una fría y despectiva indiferencia.. Así que sé muy bien de lo que hablo.
Y la necesaria Oficina Discográfica Nacional, que existía, hasta donde sé la tronaron y la sacaron del juego, con el trabajo que sin recursos y a pulmón venía haciendo Ciro al frente de eso. Espero que Jorge Gómez, con su espíritu de trabajo, arregle ese entuerto. Y a ver si Pedrito de la Hoz arrempuja en este empeño, y no deja las cosas en palabras, y en lamentarse de cosas que todo el mundo sabe, por qué y cómo suceden.