Agradezco profundamente el trabajo concienzudo que llevan a cabo los compañeros y compañeras de esta biblioteca. Me siento muy honrada de participar aquí en la celebración del cumpleaños de Roberto, cuyo nombre completo está en el pórtico de esta hermosa casa. Soy consciente de la difícil tarea que ustedes llevan a cabo, con más amor que recursos, con muchísimo cuidado, con un celo que solo se parece al cual se consagró el dueño original de esta colección fabulosa. Atesorar y cuidar de los libros fue siempre un acto obsesivo en la vida de quien hoy cumpliría 92 años, aunque reconozco que el orden no era, digamos, su prioridad. Ello explica la enmarañada y versátil montaña de volúmenes que aquí se encuentran, debido a su deseo expreso. Doy fe de que uno de sus pocos anhelos en términos materiales (sueños quiméricos tuvo siempre, hasta el último de sus fecundos días) fue no solo poseer incontables libros, sino que, a su muerte fueran depositados aquí, en el sitio que él llamaba el corazón de la Casa de las Américas. En mi condición de albacea, podré arrepentirme de algún acto que al cabo del tiempo no resulte como a él le hubiera gustado, pero jamás sentiré que he pecado al donar los volúmenes preciados que fueron de la propiedad de Roberto.

“Doy fe de que uno de sus pocos anhelos en términos materiales (…) fue no solo poseer incontables libros, sino que, a su muerte fueran depositados aquí, en el sitio que él llamaba el corazón de la Casa de las Américas”.

Por ser su cumpleaños, y porque él sentía que compartirlo todo, más que un deber, era un gran regocijo, hoy haré públicas palabras suyas, inéditas hasta el presente. En 1987, Roberto fue invitado a la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, a un intercambio con alumnos latinoamericanos, quienes le hicieron muchas preguntas acerca de Cuba, algunas de las cuales no eran enteramente ingenuas. Como era de esperarse, el invitado respondió con la gallardía iluminadora que lo caracterizaba. Fueron varios los temas que ese día se abordaron: El teatro, las artes plásticas, el cine, y, por supuesto, el libro. Escojo entonces sus consideraciones con respecto al mundo de la literatura. No encuentro mejor manera de festejar otro aniversario de su nacimiento que entre ustedes, guardianes de sus tesoros, a quienes reitero mi gratitud.

“Atesorar y cuidar de los libros fue siempre un acto obsesivo en la vida de quien hoy cumpliría 92 años”. Foto: La Ventana

(…) En Cuba prácticamente no había industria editorial antes del triunfo de la Revolución. Ahora hay una industria editorial grande, bastante grande, sobre todo en comparación con la casi inexistente que había antes, pero por grande que sea esta industria o vastas que sean las fronteras de esta industria editorial, nunca es suficiente como para colmar todas las exigencias de un lector. Tenemos que traer libros de afuera y eso plantea el grave problema que tenemos, una escasez enorme de divisas, (…) hay que hacer un sacrificio más y traer esos libros de afuera. Yo sé de muchos compañeros que resuelven esto de dos maneras; uno por vía de las bibliotecas, las bibliotecas sí reciben libros, periódicos, etc. Otro, que es un método que yo suelo utilizar, que es lamentable, es escribirles a los amigos y pedirle que me manden los libros.

Si yo vengo varias veces aquí, por ejemplo, y me hago amigo de Ud., ya está perdido, porque cuando Ud. regrese a su país yo le voy a escribir cartas, y lo llamo por teléfono y le mando cables, diciéndole ha salido tal libro, por favor mándemelo, yo se lo voy a prestar a otro, etc. No es la mejor solución, hay que encontrar otra solución más orgánica, pero es así.

En parte la responsabilidad mayor es el bloqueo, y en parte también la escasez de divisas, que se trata también, en el caso de los libros, de solucionar por la vía de publicarlos aquí. Eso no es posible, por mucho que se publique aquí, aun suponiendo que se duplicara lo que se publica aquí, siempre estaríamos por debajo de las necesidades.

En otros casos es diferente, cada uno de estos casos va planteando problemas distintos, pero en la raíz de estos problemas está el bloqueo económico, la falta de divisas. No es la falta de deseos de información cultural, eso yo lo puedo garantizar, no es eso en absoluto. Al contrario, a nosotros nos gustaría mucho que nuestras librerías fueran realmente buenas librerías, que no lo son, nuestras librerías son almacenes de libros, malos almacenes de libros. No son librerías, para que sean buenas librerías debemos traer libros de afuera, debemos traer libros de España, de México, de Argentina, países que producen una gran cantidad de libros. Eso significa una salida de divisas, para nosotros grande y como digo, esa batalla no se ha ganado.

“A nosotros nos gustaría mucho que nuestras librerías fueran realmente buenas librerías, que no lo son, nuestras librerías son almacenes de libros, malos almacenes de libros”.

Se ha avanzado menos en relación con el libro, pero bueno, sé que en general hay una inquietud porque haya este conocimiento de la cultura internacional. Incluso hace unos años, en el año 82, cuando estuve en los Estados Unidos —ya no podemos ir porque me enteré que somos considerados “visitantes indeseados”, así que somos una cosa tremenda—, llevaba la encomienda de tratar de conseguir una gran exposición de pintura norteamericana, esa pintura era bastante mala hasta hace unos años, pero más o menos alrededor de los años 50 se convierte en una pintura realmente muy valiosa y yo quería hacer una gran exposición que arrancara de Georgia O’Keefe, que fue la esposa de Stieglitz, y llegara hasta los escultores más recientes de los Estados Unidos y queríamos llenar toda la Casa de las Américas con esa exposición de pintura norteamericana.

No pude de ninguna manera convencer a nadie, incluso visité algunas fundaciones, pero no fue posible, una cosa torpe, porque el bloqueo a Cuba implica incluso prescindir de hacer una propaganda cultural. Es muy bueno que nuestras figuras jóvenes vean la gran pintura norteamericana, porque nosotros estamos peleados con el gobierno norteamericano, no con la cultura norteamericana, como es natural. Para nosotros es muy bueno, pero también para los Estados Unidos, incluso políticamente, la posibilidad de decir, “bueno miren este país que Uds. acusan tanto, miren como Uds. llevan una exposición de pintura tan grande y tan buena”… pero no lo logramos, o sea que no son solo nuestras insuficiencias o carencias, sino también insuficiencias o carencias como esta.

“Creo que un escritor, (…) un escritor por ejemplo nuestro que no conozca a Jorge Luis Borges, es un escritor limitadísimo”. Foto: Tomada de Internet

En la Casa de las Américas, tenemos una biblioteca bastante viva, como también tenemos una galería latinoamericana muy buena. Tanto la biblioteca como la galería se nutren de donaciones que hacen los autores, nosotros tenemos donaciones por millones de dólares. Tenemos cosas espléndidas, por donaciones de los autores, y la biblioteca lo mismo.

“En la Casa de las Américas, tenemos una biblioteca bastante viva, como también tenemos una galería latinoamericana muy buena”.

Recibimos una gran cantidad de obras (…) de los autores y hay que decir, en honor a la verdad, que a veces son donaciones de las editoriales también. Ellas nos donan una cantidad muy grande, si no, no podríamos mantener la biblioteca, nosotros no tenemos divisas suficientes. Para obtener lo que tenemos y en ese sentido, para ser honrado, debo decir que también hemos recibido siempre, muchos materiales de las Universidades y otros centros culturales de los Estados Unidos. Incluso en los momentos más duros del bloqueo, nos han seguido mandando sus cosas. Tenemos relaciones muy buenas con la Biblioteca del Congreso de Washington. Y esta es la manera, por vía de las bibliotecas se van resolviendo muchas de las necesidades de lectura.

Creo que un escritor, (…) un escritor por ejemplo nuestro que no conozca a Jorge Luis Borges, es un escritor limitadísimo. Es imprescindible conocer a Borges, y como que le digo a Borges le digo a Vargas Llosa, el novelista, e incluso a Octavio Paz como escritor, como hay que conocer a Sarmiento.

“Es imprescindible conocer a Borges, y como que le digo a Borges le digo a Vargas Llosa, el novelista, e incluso a Octavio Paz como escritor, como hay que conocer a Sarmiento”.

Hay que saber separar la paja del grano, porque lo que se trata no es de meter la cabeza en la arena, o convertirse en un ignorante. En un mismo autor puede haber aspectos positivos y negativos, yo creo que Eliot, el poeta inglés, era un admirable poeta, y era un reaccionario de siete suelas, pero sin La tierra baldía, no existiría Residencia en la tierra. El mundo es bastante más complejo, por lo tanto, creo que se debe difundir la mayor cantidad de autores que se pueda. Cuando problemas políticos coyunturales, muy agudos, impidan su difusión, no debe olvidarse que esa es una limitación, que ese es un aspecto negativo. Nosotros vamos a publicar a Borges, vamos a publicar una selección de Borges, yo hablé con Vargas Llosa para publicar una novela aquí, y otros se van a publicar. (…) No creo que se gane nada con la ignorancia, más tenemos ciertas limitaciones prácticas, incluso materiales, pero no debemos tener limitaciones intelectuales, limitaciones ideológicas (…) la verdad es que uno puede resistir muchas cosas, pero no puede resistir no leer, si uno no lee a quién va a plagiar, es una situación vital para un escritor.

Sin La tierra baldía, no existiría Residencia en la tierra”.

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