Este 19 de mayo se cumple un aniversario más de la caída en combate de José Martí. Con tal motivo, en la Casa Natal de nuestro Héroe Nacional, en La Habana Vieja, será presentada la más reciente y lograda reconstrucción pictórica de la obra Muerte de Martí en Dos Ríos, del pintor academicista cubano Esteban Valderrama. El autor de la citada reconstrucción, Armando Morales Ramírez, restaurador del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, desde un primer momento fue consciente de la importancia cultural del proyecto que asumía. La obra en cuestión, no era una más. La misma había sido concebida por Valderrama a los veinticuatro años de edad y presentada en el Salón de Bellas Artes de 1918. Sin embargo, su existencia fue breve… El lienzo fue destruido por su creador ante la crítica adversa que recibiera tanto de ciertos intelectuales, como de algunos “críticos improvisados y detractores gratuitos”,[1] de los que siempre abundan en toda época. Sin embargo, por esas ironías de la vida y del arte, esta pintura ha sido el referente por antonomasia de nuestros medios de comunicación a la hora de dar testimonio visual de la caída en combate de Martí en Dos Ríos.
Tales bases estéticas, históricas y comunicativas se conjugaron en nuestro joven restaurador-pintor, a partir de una visita que hiciera al Memorial “José Martí” con sus compañeros de aula de la carrera de Conservación, Restauración y Museología en la Universidad de las Artes (ISA).
Aquel día ―recuerda Armando― llegué emocionado a casa y comentándole a mi madre sobre la visita, le incitaba a que me aportara más de lo aprendido. Quería saber cómo murió Martí; pero, no lo que ya sabía, quería algo más, quería encontrar en la historia el motivo por el cual Valderrama atentara contra su propia pintura.
La madre, profesora y martiana, en aras de darle respuesta a las preguntas del hijo, luego de una ardua búsqueda, creyó encontrarla en el texto de mi autoría “El pintor de la Muerte de Martí”, aparecido en Librínsula, publicación de la Biblioteca Nacional José Martí, en noviembre de 2009.
A decir verdad, Martí fue quien me presentó a Armando, tal y como Valderrama se lo presentó al joven estudiante durante su inolvidable visita al Memorial de la Plaza de la Revolución. Todo empezó al dar inicio a sus investigaciones para llevar a vías de hecho el portentoso trabajo de reconstrucción de una obra pictórica que, con excepción de dos fotos en blanco y negro, la del catálogo de la exposición de Bellas Artes y la de El Fígaro del 3 de febrero de 1918, más la tricromía de la portada de Bohemia del 24 de febrero de dicho año, no tenía otros testimonios visuales sobre los cuales apoyar la verdad de su más que riesgoso proyecto reconstructivo.
¿Cuál de las tres reproducciones citadas era la más fiel a la verdad de la propuesta pictórica de Valderrama? Las tres con sus respectivas particularidades en cuanto al manejo de las tecnologías de impresión por entonces al uso, se repartían entre sí los datos que harían conclusivos este acercamiento a su verdad en términos estético-comunicativos. Según Armando, su trabajo pictórico lo inició un 19 de mayo de 2020 y lo concluyó un año después, un 28 de enero, en plena pandemia de la COVID-19. Ese día me llamó por teléfono para anunciarme la muy esperada noticia. Tenía que ser así, de la efeméride de la muerte a la del re-nacimiento, y no a la inversa. El resultado ha sido más que satisfactorio. La responsable investigación y el minucioso quehacer reconstructivo a tamaño real ―único dato factible de certeza de todo lo conocido hasta hoy del destruido lienzo―, evidencia la mejor aproximación hasta el presente de la que fuera la obra más controvertida de las expuestas en el Salón de Bellas Artes de 1918. Hecho este último, que bien explica que ni por asomo Valderrama volviera a retomar el tema. Y cuando regresó a Martí, treinta y tres años después, en 1951, lo hizo en un retrato al óleo, al más puro estilo académico, como para que no quedara duda alguna de su condición de pintor retratista. ¿Llegó a considerar justos los señalamientos hechos por la crítica adversa a su representación de la muerte de Martí, en razón de su formación y condición académica? Conjeturas aparte, se impone una verdad: es la obra más importante de Valderrama, y una de las más conocidas de la historia del arte cubano del período republicano, a pesar de su inexistencia física. Paradoja esta última, que hace válido todo acto de recuperación a partir de una interpretación reconstructiva de los referentes mediáticos legados por las antes citadas publicaciones periódicas de la época.
“Es la obra más importante de Valderrama, y una de las más conocidas de la historia del arte cubano del período republicano, a pesar de su inexistencia física”.
Pero hay algo más, y no menos importante, lo hecho por Armando Morales Ramírez, en plena pandemia, evidencia también la vigencia del género Martí y su continuidad en el quehacer de nuestras últimas generaciones de artistas. En tiempos tan difíciles y complejos, alienta sobremanera que un restaurador-pintor de treinta y dos años de edad, haya tenido no solo tal interés por la obra martiana, sino también tal voluntad de vida y de patria. Aceptemos lo hecho por Armando, como lo que es, un regalo de manos de la presente generación a todos los cubanos, los de hoy y los de mañana, a 127 años de la caída en combate de nuestro Hombre Mayor en Dos Ríos.
Notas:
[1] Varona, Franco. “Génesis de un cuadro notable”, en El Fígaro, 24 de febrero de 1918, p. 240.