Con la firmeza que le permiten sus ocho años de edad, Alicia Hernández Rivero sostiene en sus brazos un hermoso paquete adornado, incluso, con una cinta de color rojo. Parece un regalo y de hecho lo es, pues se trata del aporte de esta niña a las familias que perdieron todas sus pertenencias cuando, a causa de una explosión ocurrida en el hotel Saratoga el pasado 6 de mayo, el edificio colindante con esa instalación sufrió igualmente severos daños constructivos.

Ella reside en Santiago de Cuba y cursa el tercer grado en la Ciudad Escolar 26 de Julio, en esa localidad. “Vine a La Habana con mi mamá porque mi abuela está un poco enfermita. Nuestra visita coincidió con ese terrible accidente. No me he despegado del televisor para poder ver todas las noticias. Cuántos muertos. Cuántos heridos. Tengo una tristeza tan grande”, termina diciendo y su voz se fue tornando cada vez más adulta.

“Fue, indudablemente, una triste semana que mantuvo en vilo a todo un país”.

Enterada de que, por iniciativa propia, algunas personas residentes en zonas aledañas a la sede de la Dirección Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), realizaban donaciones de alimentos, juguetes y prendas de vestir a las familias afectadas, “¿sabes lo que hice?”.

“Nosotros no tenemos mucho para ofrecer, porque como te dije estamos aquí por problemas de enfermedad. Mi abuela tampoco cuenta con mucho. Entonces se me ocurrió pedir ayuda a todos los vecinos que viven en la cuadra donde está la casa de mi abuela, allá en Marianao.

“Todos me dieron algo. Unos me entregaron paquetes de espaguetis, jabones, pasta de diente, compotas…. Otros me dieron algunas ropas y zapatos. Están usados, pero creo que también pueden servir. Una artesana, que vive muy cerca de nosotras, me dio tres muñecas de trapo, las hizo ella misma y tienen unos vestidos preciosos de muchos colores.

“Y fíjate, que hasta un amiguito mío, que sus padres no pudieron darme nada, hizo muy rápido un dibujo que viene también en esta caja”.

Acompañada de su mamá, Alicia entró resuelta al lugar destinado en la sede de los CDR donde, desde el 11 de mayo, se recepcionan los donativos que comenzaron ciertamente con los vecinos de la calle Línea en el Vedado, pero a los que se sumaron muy pronto centros estudiantiles y hospitalarios, instituciones culturales y centros de trabajo estatales y privados.

Las largas jornadas de búsqueda de sobrevivientes, escombreo y limpieza de la zona afectada estuvieron marcadas por la solidaridad y el altruismo. Foto: Irene Pérez / Tomada de Cubadebate

La anécdota narrada anteriormente no es un hecho aislado. Como tampoco es única la actitud de esta niña santiaguera casualmente de visita en nuestra capital.

Historias como la de Alicia, inspiradas en el amor, la solidaridad y la consagración, comenzaron a tejerse desde el mismo instante en que se produjo el trágico accidente en el hotel Saratoga, que cobró la vida de cuarenta y cinco cubanos, una ciudadana española y dejó un saldo total de noventa y nueve víctimas.

Las historias podrían contarse por cientos, todas merecedoras de darse a conocer. En algunas, sin embargo, hay que detenerse, como la que protagonizó el Cuerpo de Bomberos de La Habana, devenidos verdaderos héroes de una hazaña que en opinión de muchos de sus ejecutores “nunca antes la habíamos vivido. Fueron momentos de mucha angustia y tensión por el peligro, el riesgo y la complejidad de esta misión. Para su cabal cumplimiento tuvimos que hacer acopio de todos nuestros conocimientos y valentía y sobre todo de la consagración que tenemos al trabajo que realizamos”.

Precisamente fueron los bomberos los primeros en llegar al lugar del siniestro. Tras ellos, con una diferencia de escasos minutos, el Paseo del Prado se convirtió en un hervidero de médicos, rescatistas, enfermeros, paramédicos, voluntarios de la Cruz Roja y psicólogos, que arribaron en ambulancias, vehículos privados y hasta caminando, impulsados por el anhelo de proteger y salvar vidas, principal filosofía de nuestro proceso revolucionario.

Sostenidos de la misma manera por este principio, decenas de jóvenes acudieron a socorrer a las víctimas, entre ellos a decenas de niños, estudiantes de la escuela primaria Concepción Arenal, a pocos metros del hotel Saratoga y que en el momento del lamentable suceso cumplían con su horario docente.

Labores de recuperación en la escuela Concepción Arenal. Foto: Irene Pérez / Tomada de Cubadebate

Después de 168 horas, convertidas en largas jornadas de búsqueda de sobrevivientes, escombreo y limpieza de la zona afectada por un inexplicable escape de gas, los especialistas de rescate y salvamento, junto a los bomberos y autoridades del Partido y el Gobierno, dieron por terminadas las faenas, marcadas en cada minuto por la solidaridad y el altruismo.

Los protagonistas de aquella encomiable labor regresaron a sus casas satisfechos del trabajo desarrollado, habían cumplido con su misión al encontrar los restos mortales de la última persona desaparecida. En sus recuerdos perdurarán por siempre las imágenes de hogares cercenados por el desastre, de una instalación otrora hermosa convertida, más de la mitad, en un amasijo de escombros. Conservarán también la absoluta certeza de cuán frágil es nuestra humanidad y que el dolor, aunque se comparta, no duele menos.

Fue, indudablemente, una triste semana que mantuvo en vilo a todo un país. En medio del luto que aún embarga a los habaneros no ha faltado la solidaridad, patentizada igualmente días atrás en los donantes voluntarios que hicieron largas filas frente a los bancos de sangre y más recientemente en la concentración masiva que tuvo lugar en el céntrico Parque de la Fraternidad, justo frente al hotel Saratoga, la noche del viernes 13 de mayo.

A esta vigilia, convocada por la Unión de Jóvenes Comunistas, acudieron miles de capitalinos con flores en las manos, velas encendidas y duelo en el corazón. A pesar de que la cita estaba prevista para las 7 p. m., desde las primeras horas de la tarde no pocos habaneros merodeaban por la zona, deseosos de convertirse en los primeros en rendir homenaje póstumo a las víctimas del hotel Saratoga y al propio tiempo trasmitir palabras de aliento a sus familiares allí presentes.

Miles de capitalinos acudieron a la vigilia convocada por la Unión de Jóvenes Comunistas en el céntrico Parque de la Fraternidad. Foto: Abel Padrón Padilla/ Tomada de Cubadebate.

Tomasa Rodríguez, por ejemplo, de 77 años de edad y vecina de Centro Habana, declaró emocionada: “Ya no podía estar en mi casa y aquí estamos desde la una, para mostrar a las familias de los fallecidos que todo el pueblo cubano, que todos los cederistas, estamos ahora multiplicados en su dolor. Como habanera, como cubana, es este el lugar donde debo estar hoy”.

Poco antes del minuto de silencio en honor a los fallecidos, programado para las nueve de la noche, se sumaron a la vigilia varios miembros y funcionarios del Buró Político y del Comité Central del Partido, encabezados por su Primer Secretario y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Correspondió a nuestros máximos dirigentes ofrecer el primer postrer tributo ante las fotos de las víctimas, mostradas en blanco y negro a lo largo de este emblemático parque.

La misma solemnidad se hizo sentir con la representación del Cuerpo de Bomberos, quienes, con una de sus rodillas apoyada en el piso, mostraron su respeto y la infinita lealtad a su profesión. Después de estos héroes siguieron otros no menos dignos: una amplia delegación de médicos y enfermeras, empeñados todavía en salvar la vida de los que aún permanecen hospitalizados. Asimismo, representantes de la Cruz Roja, de los Ministerios de la Construcción y Educación, del Ministerio del Interior y de la Policía Nacional Revolucionaria.

Y, finalmente, el pueblo entero dando muestras de su inquebrantable solidaridad y unidad, precisamente una de las armas más temibles por nuestros enemigos. Armas cuyo empleo no es circunstancial en modo alguno, sino que llevamos muy adentro los cubanos desde edades tan tempranas como la de Alicia.

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