Marta Arjona Pérez: Una mujer de dos tiempos
Escribir o dialogar sobre la vida y obra de Marta, es una tarea cargada de emociones y recuerdos. Marta es escuela en la que indiscutiblemente hay que beber de su savia, ella tuvo el don de enseñar de manera espontánea. Nació el 3 de mayo de 1926, en el seno de una familia de mambises, pues su abuelo materno, médico de profesión, y su padre fueron miembros del Ejercito Libertador que le inculcó el amor y el respeto a la patria demostrado durante toda su vida.
En su niñez recibió clases de piano, pero esa no era su vocación. Su inclinación por las artes plásticas la demostró al ingresar en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro en 1941. En esa institución mostró sus dotes participando en los concursos auspiciados en las diferentes asignaturas impartidas en el centro, hasta su graduación en 1945.
En su estancia en la Academia como estudiante ganó premios entre los que destacan: Segundo Premio Modelado al Natural, 1944; Primer Premio Modelado al Natural, 1945; Segundo Premio en la Sección de Escultura, en 1945 y Primer Premio Salón Interestudiantil Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro, 1945.
Concluida su vida estudiantil, Marta comienza a participar en exposiciones y salones organizados por el Círculo de Bellas Artes, el Centro Nacional Antifascista y el Lyceum de La Habana. Su participación en la muestra titulada Menores de 30, organizada en los bajos del Centro Gallego, fue muy importante para ella, así como la auspiciada por el Instituto de Intercambio cultural cubano soviético, en abril de 1949.
Ya en 1949 trabaja la cerámica en el taller del doctor Rodríguez de la Cruz en Santiago de las Vegas, y frecuenta la Sociedad Cultural Lyceum Tennis Club, institución que le otorga una beca en Francia en 1950, para perfeccionar, en L’Ecole de Metiers d’Art y l’Ecole d’Arts Apliques, estudios en la disciplina de cerámica, en el período comprendido entre 1951 y 1952.
Marta recordaba constantemente lo que significó en su carrera y vida artística el haber estudiado en el taller del profesor Roger Plin, ubicado en la Rue des Boulets, donde aprendió a explotar y aprovechar al máximo todas las oportunidades y herramientas de trabajo ofrecidas por el entrenamiento que recibió.
Su regreso coincide con momentos convulsos desde el punto de vista político, ya se había producido el golpe del 10 de Marzo y el país vivía las consecuencias provocadas por él en todos los órdenes. Ella se vincula a la Comisión de Cultura del Partido Socialista Popular, atendida por Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Nicolás Guillén y Mirta Aguirre, quienes trabajaban en los preparativos para conmemorar el centenario del natalicio de José Martí, y donde desempeña un papel activo en el frente de oposición a la bienal oficial por el Centenario del Apóstol. Por esos años se mantiene activa en la vida cultural de la ciudad y trabaja en la reorganización de la sociedad cultural Nuestro Tiempo, institución destacada en esa época entre escritores y artistas.
Conoció a grandes artistas como Amelia Peláez, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, trabajó en muchas ocasiones con ellos, y atrajo a un importante grupo de artistas hacia la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, sociedad que nucleaba a personas con una concepción progresista de la vida. Dentro de esta sociedad, se inserta en la Galería de Artes Plásticas con Eugenio Rodríguez y Cundo Bermúdez y funge como secretaria de la misma. Aún se conserva, en su archivo personal, documentación relativa a esta Sociedad. Marta refirió siempre que la obra de aquella sociedad cultural había sido muy importante tanto para ella, como para gran parte de su generación.
Al triunfar la Revolución continúa haciendo cerámica y escultura y participando en exposiciones. Sus dotes como artista le permitieron trabajar en murales de cerámica con la pintora Amelia Peláez. Entre 1960-1976 colabora con el pintor René Portocarrero en un mural de cerámica para el Palacio de la Revolución de La Habana, y con el pintor Mariano Rodríguez en el mural de cerámica de la Escuela Vocacional V. I. Lenin.
Marta era considerada una experta en las obras litográficas de Honoré Daumier, los tesoros del Ermitage, de la obra de los muralistas mexicanos Orozco, Rivera y Siqueiros, y de los planos y mapas de los Archivos de España. También estudió las obras de Nelson Domínguez, Umberto Peña, Roberto Fabelo, Tomás Sánchez y el desaparecido fotógrafo Osvaldo Salas, entre otros. Su beca en L’ Ecole de Metiers d’ Arts Appliquées de París fue bien aprovechada por ella para adquirir conocimientos técnicos y universales de arte.
“Bajo su dirección se creó la red nacional de museos, que luego devendría sistema, poniéndose en práctica el trabajo de rescate y animación cultural llevado a cabo por los museos municipales desde que se crearon mediante la Ley 23 en 1979”.
Después del triunfo de la Revolución, afianzada en sus principios y convicciones, asume otro tipo de trabajo, la dirección de procesos culturales. Los conocimientos adquiridos, la labor desarrollada en diferentes etapas, su alto sentido de responsabilidad y compromiso con la naciente Revolución, la llevan a ocupar importantes cargos entre los que se destacan: directora nacional de Artes Plásticas, directora nacional de Museos y Monumentos, directora nacional de Patrimonio Cultural, secretaria ejecutiva de la Comisión Nacional de Monumentos de la República de Cuba, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural desde octubre de 1995 hasta su deceso en el 2006.
También ocupó cargos en organismos nacionales e internacionales, representando con alta profesionalidad al país: presidenta del Comité Cubano del ICOM, miembro de la Comisión de Cultura de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, presidenta del Comité Cubano del ICOMOS, miembro del Consejo Ejecutivo del ICOM en 1976, delegada de Cuba ante el Comité Intergubernamental para la promoción del retorno de bienes culturales a los países de origen o de la restitución en caso de apropiación ilícita, miembro del Secretariado del ICOM para los países de América Latina y el Caribe.
Además, fue miembro del Consejo Ejecutivo del ICOM 1986-89-92, miembro del Comité de Patrimonio Mundial, miembro del Buró del Comité de Patrimonio Mundial y presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos. Tuvo a su cargo la preparación y presentación de los expedientes para la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad del Centro Histórico de La Habana Vieja y su Sistema de Fortificaciones Coloniales (1982) y el de Trinidad y su Valle de los Ingenios (1988), y asesoró la confección de los expedientes para presentar al Comité de Patrimonio Mundial del Centro Histórico de Coro y la Vela, en Venezuela.
Para Marta, la responsabilidad de proteger el Patrimonio Cultural la convirtió en celosa guardiana y defensora del mismo. Ella guardó con mucho cariño una nota enviada por Fidel a Pepín Naranjo, encargado en ese entonces de la Recuperación de Bienes Malversados, donde expresaba la entrega a su persona de un grupo de valiosas piezas retenidas a la burguesía que abandonó el país, muchas de ellas enriquecerían las colecciones de varios museos, especialmente los de artes decorativas.
Marta sacrificó su labor artística por ocuparse de salvaguardar y rescatar las riquezas tangibles e intangibles que hoy forman parte del Patrimonio de la Humanidad y del Patrimonio Nacional, comenzando por La Habana Vieja, al ser el primer bien cultural cubano declarado por la UNESCO, por lo que en materia de conservación y restauración del patrimonio cultural y natural trabajó incansablemente para poder lograr la declaración de muchos otros sitios cubanos como Patrimonio mundial, así como monumentos nacionales y locales.
Cabe resaltar su participación en la redacción de las leyes No. 1 y No. 2 para la Protección al Patrimonio Cultural y la de los Monumentos Nacionales y Locales, respectivamente, así como de otras legislaciones aún vigentes dirigidas a la salvaguarda de los bienes culturales, desarrollando con ello una amplia labor en la organización, rescate, protección y conservación del patrimonio cultural y natural.
Bajo su dirección se creó la red nacional de museos, que luego devendría sistema, poniéndose en práctica el trabajo de rescate y animación cultural llevado a cabo por los museos municipales desde que se crearon mediante la Ley 23 en 1979. Participó en numerosos eventos internacionales relacionados con la defensa del patrimonio cultural, y organizó seminarios internacionales sobre aspectos de los museos y monumentos en La Habana, celebrados bajo los auspicios de la UNESCO.
Dictó conferencias y seminarios especializados en diferentes instituciones científicas, culturales y docentes tanto en Cuba como en el extranjero (México, Italia, Venezuela, Colombia, URSS, Francia, Bulgaria y Argentina). Colaboró en revistas y otras publicaciones especializadas de Cuba y del extranjero, y publicó el libro Patrimonio Cultural e Identidad, 1986, con una segunda edición ampliada en el 2004, y Recuento, editado en el 2003.
Durante su larga trayectoria recibió más de veinte distinciones y condecoraciones nacionales e internacionales, destacándose entre ellos: Premio Internacional Melina Mercouri, otorgado por la UNESCO y el Gobierno de Grecia, por la salvaguarda y gestión de los paisajes culturales; Orden de Mérito del Ministerio de Cultura y Arte de Polonia, 1974; Distinción por la Cultura Nacional, conferida por el Ministerio de Cultura de la República de Cuba, 1981; y la Orden Raúl Gómez García, Medalla Alejo Carpentier, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba, 1983.
“Puso en alto el nombre de Cuba ante diferentes organizaciones internacionales y apoyó la justa causa de que un mundo mejor es posible ante la defensa y preservación de su cultura y, por tanto, de su patrimonio en su acepción más abarcadora”.
Recibió, además, la Orden Ana Betancourt en 1993; la Réplica del Machete de Máximo Gómez; fue nombrada Miembro de Honor de la Cátedra Gonzalo de Cárdenas, de Arquitectura Vernácula; de la Fundación Diego de Sagredo en 2003; condecorada en 2004 como Heroína del Trabajo de la República de Cuba; recibió la medalla Lázaro Peña de III grado y, en 2004, le es otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Arte por el Instituto Superior de Arte del Ministerio de Cultura; y por su destacada y sostenida labor en la defensa y preservación del patrimonio, la XIV Asamblea General del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) le otorgó la condición de Miembro de Honor de esa organización.
Marta fue una estudiosa de nuestra herencia cultural, sus criterios eran escuchados en diferentes espacios de debate patrimonial. Una de sus ideas evidencia algo que siempre vio, el alcance que tuvo, en el patrimonio y cultura del país, el proceso revolucionario que se vive en Cuba desde 1959: Quién sabe si el ejemplo más evidente para nosotros sea lo que nos ha aportado la Revolución, que ha sido un fenómeno histórico que nos ha transmitido nuevos valores, nuevos conceptos, que ha hecho florecer la creación, que nos ha ofrecido nuevos hábitos de vida.
Marta Arjona falleció el 23 de mayo de 2006 a los 83 años de edad, con pleno ejercicio de sus funciones y con un deseo fervoroso de continuar aportando sus conocimientos para las siguientes generaciones, es ejemplo de sacrificio y abnegación. Puso en alto el nombre de Cuba ante diferentes organizaciones internacionales y apoyó la justa causa de que un mundo mejor es posible ante la defensa y preservación de su cultura y, por tanto, de su patrimonio en su acepción más abarcadora.
Marta fue una mujer de dos tiempos, tuvo la disyuntiva de ser una destacada artista o dedicarse por entero a la labor de promoción y protección del patrimonio cultural. Optó por la segunda opción y por ello Cuba le está eternamente agradecida.