José Luis Cortés, un dios de la música
Me invade un dolor inmensamente grande, solamente comparado con la pérdida de un padre, porque eso era José Luis Cortés para mí. Le debemos tanto, que nunca supimos agradecerle en vida lo suficiente. Pienso sinceramente que de no haber existido NG La Banda, de no haber creado este dios de la música la evolución de la timba o ser precursor de esta, hoy yo no sería músico.
Mi amor por la música, sin duda, brotó al escuchar NG La Banda. Me volví un fanático obsesivo de esta agrupación, al punto de que en nuestros tiempos en la Amadeo Roldán todos escogíamos grupos populares en los que soñábamos tocar cuando nos graduáramos, muchos de ellos con un sello auténtico y original —como lastimosamente no ocurre en la actualidad. Yo siempre lo tuve claro: quería tocar en NG La Banda con esos monstruos, con Feliciano Arango, Germán Velazco, Rodolfo Argudín Peruchín (nieto), Miguel Ángel De Armas, El Greco, Chapotín. Con los arreglos y la dirección de un músico fuera de lo normal, dotado de un talento natural y una musicalidad pocas veces vistos; un ser de otro planeta, capaz de hacerlo todo bien, de trazar una pauta y enseñar el camino a toda una generación de orquestas de música popular bailable contemporánea, como bien él decía.
Tengo muchas anécdotas con José, a quien considero un padre de corazón y de la música. Veo muy cerca de él la figura de mi padre biológico; ambos se conocían y eran amigos. No paré hasta cumplir mi sueño antes de graduarme: tocar con esta banda y conocer a este dios de la música. Recuerdo una mañana en que fui con mi padre a su casa muy temprano, y al recibirnos con toda la humildad del mundo, acabado de levantar, pues había tocado en la Casa de la Música la noche anterior, me puso un piano delante y me dijo: “Toca algo ahí, chama”. No recuerdo exactamente qué toque. Temas de jazz, canciones de NG —porque me sabía todo el repertorio—, y hasta música clásica y preludios y fugas de Bach me pidió que tocara. Al terminar me dijo que estaba en talla y que podía tocar donde yo quisiera, y que si me hubiera conocido antes habría tenido esa plaza, pero ya tenía un pianista en la banda. Eso para mí fue un bombazo, no me veía en otro lugar, pero recuerdo que me dijo que me pondría a tocar en alguna orquesta de primera línea y que luego me llamaría; cosa que nunca le creí en mi ingenuidad, pues pensé que algo de lo que había tocado no le había gustado. En fin, para no hacer la historia más larga (porque tengo muchas con este héroe y ser de otro planeta), recibí su llamada un día no muy lejano: “Mi chama —como siempre me decía con cariño cuando nos encontrábamos en sus conciertos y en las noches habaneras que tanto disfrutaba—, llama a Paulo FG y su Élite, que están buscando un pianista y tú eres el tipo”. Cuando llegué ya tenía mi plaza.
“Ahí está tu legado. Por siempre mi admiración para ti, José Luis Cortés”.
Pocas veces en la vida se te da la oportunidad de estar cerca de un ídolo, de la persona que cambió tu vida con la música, con su impronta y con su talento. A punto estoy de llorar, como cuando perdí a mi padre, porque hoy perdí otro. “Ataca, Chicho”, en el cielo están los mejores, los auténticos. Cada vez van quedando menos aquí. Una pena para esta generación. Ahí está tu legado. Por siempre mi admiración para ti, José Luis Cortés.
Tomado del perfil de Facebook de Rolando Luna