Entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 las potencias europeas se reunieron en Berlín para armonizar sus disputas sobre la mejor forma de coordinar la expansión colonial y el reparto de un continente, África. Los plenipotenciarios dieron nueva forma e implementaron el viejo principio de terra nullius (tierra de nadie) mediante su incorporación al acervo del incipiente derecho internacional. Le dieron el nombre de uti possidetis iuris, y básicamente suponía que las principales potencias tendrían derecho sobre las más modestas en el contexto de la colonización africana. En consecuencia, solo aquellos Estados capaces de asegurar la conquista, posesión y control de un territorio africano podrían reclamarlo como suyo. La república francesa, el Reino Unido y Alemania impusieron de este modo su hegemonía sobre las potencias en declive, las monarquías española y portuguesa, que veían menguar su horizonte colonial.
“Estados Unidos se había convertido en el primer país del mundo en reconocer los derechos del monarca sobre la explotación de los territorios de la cuenca del río Congo”.
Uno de los asistentes a aquella obscena conferencia fue Leopoldo II de Bélgica. Logró el reconocimiento del Estado Libre del Congo como posesión personal, y contrató al explorador Henry M. Stanley “para introducir la civilización occidental y la religión en la zona”. Leopoldo había dedicado meses de diplomacia y aireado ventajosos tratos comerciales para ganarse el reconocimiento de las potencias colonizadoras. Meses antes de que el congreso se reuniera en Berlín, Estados Unidos se había convertido en el primer país del mundo en reconocer los derechos del monarca sobre la explotación de los territorios de la cuenca del río Congo. No obstante, tras 25 años de brutal explotación, las atrocidades cometidas en la zona saltaron a la primera plana de la prensa internacional; las potencias con intereses en Congo obligaron al rey a renunciar a sus dominios y en 1909 el gobierno belga tomó el control del país como una colonia regular.
Debieron transcurrir medio siglo y dos guerras mundiales antes de que el pueblo del Congo lograra la independencia el 30 de junio de 1960; llegó repleta de ideales de libertad, independencia económica y solidaridad panafricana. En el curso de las primeras elecciones al legislativo del 22 de mayo de 1960, la Alliance des Bakongo (ABAKO), liderada por Joseph Kasa-Vubu, obtuvo buenos resultados, pero el Mouvement National Congolais (MNC), encabezado por Patrice Lumumba, obtuvo la mayor cantidad de escaños (23,4%). ABAKO solo obtuvo el 9,5% de los votos, por lo que se llegó a un compromiso político: Patrice Lumumba fue confirmado como primer ministro, y Kasa-Vubu, jefe de Estado de la nueva república.
La ceremonia de transferencia efectiva de poderes y toma de posesión tuvo lugar en el Palais de la Nation en Léopoldville (actual Kinshasa) el 30 de junio de 1960. Asistieron dignatarios congoleños y belgas, incluido el rey Balduino, que, tras asistir a misa y comulgar, tomó la palabra para hacer lo que un rey sabe hacer mejor, mentir. “La independencia del Congo constituye la culminación de la obra concebida por el genio del rey Leopoldo II (…). Durante 80 años, Bélgica ha enviado lo mejor de sus hijos a vuestro suelo, para librar a la cuenca del Congo de la odiosa trata de esclavos que diezmaba sus poblaciones (…). Cuando Leopoldo II emprendió la gran obra que hoy encuentra su coronación, no vino a vosotros como conquistador, sino como civilizador”, aseguró en una de las más vergonzosas apologías del colonialismo y el genocidio que el mundo ha conocido. Y coronó su discurso afirmando que “a vosotros, señores, os corresponde demostrar ahora que hicimos bien en confiar en vosotros”. Lo mejor que podemos decir de Balduino es que no lo escribió él.
Lumumba respondió al monarca fuera del programa con un magnífico discurso en el que delineó perfectamente el significado y el alcance de una declaración de independencia. Subrayó su determinación de lograr una verdadera autonomía política y de alcanzar el pleno control de los recursos naturales del Congo para mejorar las condiciones de vida del pueblo. Tras denunciar el terrible sistema esclavista de los 80 años de colonización, Lumumba declaró:
Juntos estableceremos la justicia social y aseguraremos que todos reciban una compensación justa por su trabajo. (Aplausos). Vamos a mostrar al mundo lo que puede hacer el hombre negro cuando trabaja en libertad, y vamos a hacer del Congo el centro de influencia de toda África. Procuraremos que las tierras de nuestra patria beneficien verdaderamente a sus hijos. Vamos a revisar todas las leyes antiguas y aprobar otras nuevas que sean justas y nobles. Acabaremos con la opresión del libre pensamiento y nos aseguraremos de que todos los ciudadanos puedan disfrutar plenamente de las libertades fundamentales consagradas en la Declaración de los Derechos Humanos. (Aplausos). Eliminaremos efectivamente toda discriminación de cualquier tipo y daremos a cada uno el lugar que le corresponde por su dignidad (…). Vamos a hacer reinar, no la paz de los fusiles y las bayonetas, sino la paz de los corazones y la buena voluntad. (Aplausos).
Posteriormente el grupo musical Le Grand Kallé et l’African Jazz tocó “Indépendance Cha Cha”, una canción ícono de la independencia congoleña. El discurso de Lumumba fue percibido por el rey como un insulto personal. Y es que decir la verdad a un rey siempre resultará un agravio, porque todo rey es culpable. Por su parte, las grandes corporaciones vieron en el joven líder africano una grave amenaza para sus intereses. Se decidió actuar como siempre se había hecho: se acusó a Lumumba y a sus seguidores de bolcheviques (con anterioridad a la guerra fría la acusación más conveniente era la de “actividad terrorista” o “rebelión”), y se orquestó su muerte. Paralelamente, los agentes belgas en el terreno comenzaron a determinar cuál líder congolés se vendía con más garantías a la explotación minera del país y se servía a hacer el papel de marioneta de Occidente.
Siguiendo el guion, los acontecimientos se precipitaron. El 5 de septiembre Kasa-Vubu disolvió el gobierno de Lumumba, al que acusó de simpatizar con el comunismo. Lumumba se negó a aceptar su destitución y anunció la destitución de Kasa-Vubu. El 14 de septiembre el comandante Joseph-Désiré Mobutu protagonizó un golpe de Estado en apoyo al gobierno de Kasa-Vubu. Y finalmente, el 24 de noviembre, Naciones Unidas votó a favor de reconocer a los nuevos delegados de Mobutu en la Asamblea General. Entretanto, los intereses mantenían el país dividido en cuatro espacios políticos: el gobierno central en Kinshasa (entonces Léopoldville), liderado por Kasa-Vubu con el apoyo de Mobutu; el gobierno de los seguidores de Lumumba en Kisangani (entonces Stanleyville); y los regímenes secesionistas en las provincias ricas en minerales de Katanga y Kasai del Sur, apoyados por las empresas de extracción de mineral.
Tras meses de persecución, tropas de Mobutu alcanzaron a Lumumba cuando cruzaba el río Sankuru en Lodi. Lumumba y sus consejeros habían llegado al otro lado, pero su esposa e hijo aún estaban en la orilla. Temiendo por su seguridad, Lumumba volvió y se entregó aquel 1ero. de diciembre de 1960. Pesaban sobre él dos condenas de muerte. Tres personas estuvieron directamente involucradas en la planificación de su asesinato: el oficial colonial belga y diplomático Jacques Brassine, el coronel del Servicio Secreto belga Louis Marliere y el agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Larry Devlin. Este último recibió 100 000 dólares e instrucciones para llevar a cabo el asesinato de Lumumba, tal como expresó Devlin en 2007 cuando fue entrevistado para el documental Assassination Colonial Style: An African Tragedy: “Lumumba era un peligro tanto para el Congo como para el resto del mundo. En el sentido de que estaba permitiendo la entrada de los soviéticos”.
“El movimiento de Mobutu contra Lumumba no solo fue apoyado por los servicios secretos occidentales, sino también por las Naciones Unidas”.
Simplemente Lumumba estaba en el lado equivocado de la balanza de poder. Dispusieron que fuera asesinado con una sustancia venenosa disuelta en un bote de pasta de dientes, pero no resultó, de forma que se decidió ejecutarlo con arma de fuego. Como expresara Devlin, “se ha negado que el presidente Eisenhower diera tales instrucciones, no tengo idea si lo hizo o no, pero en aquel tiempo asumí que lo había hecho”. Hoy hay pocas dudas de que así fue.
El movimiento de Mobutu contra Lumumba no solo fue apoyado por los servicios secretos occidentales, sino también por las Naciones Unidas (ONU). La ONU hizo llegar un millón de dólares para pagar a las tropas.
El 3 de diciembre de 1960, Lumumba, Maurice Mpolo (ministro de Juventud y Deportes) y Joseph Okito (segundo vicepresidente del Senado) fueron trasladados a Camp Hardy, el cuartel militar de Thysville (actualmente Mbanza-Ngungu), situado a unos 130 km al suroeste de Léopoldville. No obstante, en la mañana del 13 de enero de 1961, los soldados de Camp Hardy se negaron a trabajar a menos que les pagaran los retrasos debidos. Algunos de los mandos incluso llegaron a amenazar con la liberación de Lumumba si no se realizaba el pago. La reacción fue inmediata, el ministro de Relaciones Exteriores, Justin Marie Bomboko; el jefe de los servicios de seguridad, Victor Nendaka Bika; Kasa-Vubu y Mobutu se trasladaron personalmente al lugar y negociaron la deuda con las tropas. Se les pagó un total de 400 000 francos (unos 8000 dólares), pero era evidente que mantener a Lumumba con vida era un riesgo.
Harold Charles d’Aspremont Lynden, el último ministro belga “de asuntos africanos”, ordenó el 16 de enero de 1961 que Lumumba, Mpolo y Okito fueran trasladados a Katanga, lo cual suponía la ejecución inmediata de la condena de muerte. El coronel Louis Marlière hizo uso de las conexiones de radio de los Servicios Secretos belgas para hacer llegar su mensaje en clave a Katanga: “Solicito el acuerdo del judío [Tshombe] para recibir a Satanás [Lumumba]”. Así fue como Lumumba fue entregado a las autoridades militares de Katanga.
Los reos llegaron al aeródromo de Elisabethville el 17 de enero de 1961 en un Douglas DC-4 de la compañía Sabena. La base aérea estaba ocupada por tropas suecas de la ONU, “estaban allí y vieron todo el asunto”. El oficial al mando del destacamento hizo un breve parte, por lo que sabía que estaban transportando a Lumumba y pudo observar en qué estado se encontraba. Pocos minutos después del aterrizaje fueron conducidos a una casa privada cercana al aeropuerto, la Casa Brouwez, adonde llegaron cerca de las 5:40 p.m. Allí los recibió una pequeña comitiva de homicidas formada por el presidente de Katanga, Moïse Tshombe; el vicepresidente Jean-Baptiste Kibwe; el ministro del Interior, Godefroid Munongo; el secretario de Estado de Obras Públicas, Gabriel Kitenge; el jefe de gabinete del Ministro del Interior, Victor Tignée, y el consejero del secretario de Estado de Defensa, Charles Huyghé. Los acompañaba un destacamento de militares belgas: el oficial de la Fuerza Pública, Claude Grandelet; los comisionados belgas de la Fuerza Pública, Frans Verscheure y Georges Segers; el capitán Julien Gat; el sargento François Son; el teniente Gabriel Michels, y el oficial René Rougefort.
Lumumba y sus compañeros fueron brutalmente golpeados y torturados por Michels y Rougefort y por soldados de Katanga, los agentes de menor graduación presentes en aquel corralillo trágico. Los golpes eran un triste prólogo a las ejecuciones, para evitar la posterior reacción de los reos. Kibwe recordó a Lumumba que, en el curso de la conferencia de Bruselas, le había advertido que “si pisas Katanga, orinarás sangre y tu cabeza rodará a mis pies”.
Tras varias horas, el comisario de policía al mando, Frans Verscheure, condujo a los tres reos al lugar de su ejecución, donde los esperaba Julien Gat. Este ordenó disparar hacia las 21:40; la ejecución se llevó a cabo en tres minutos. El propio ejecutor expresó ante las cámaras de Assassination Colonial Style:
Cavamos un hoyo y los pusimos frente a él. Les disparamos y cayeron en el hoyo, luego los tapamos con tierra. Este es el árbol [apuntando hacia el árbol] contra el que se colocaron y aquí están los famosos agujeros de bala [señalando de nuevo]. Aquí pueden verlos un poco mejor. Las balas, por supuesto, atravesaron sus cuerpos antes de alojarse en el árbol.
Los cuerpos fueron mal enterrados, por lo que a la mañana siguiente Munongo ordenó hacerlos desaparecer. “Incluso había una mano que sobresalía del suelo. Una de las manos de uno de los hombres muertos”, señaló el oficial de la gendarmería belga Gerard Soete, encargado de desenterrar, desmembrar y disolver los restos de las víctimas. Así lo explicó Soete:
Cortamos los cuerpos en pedacitos. Fueron enterrados dos veces. Los cortamos en pedazos, los quemamos, pero también teníamos grandes cantidades de ácido, como el de las baterías de los coches. Así que la mayor parte de cada cuerpo se disolvió (…). Y luego el resto lo quemamos (…). Pero teníamos que hacer todo esto sin que los negros lo vieran. En medio del bosque, eso también era un problema. Éramos dos, solo nosotros dos, y todo eso lo teníamos que hacer nosotros solos: sacar los tres cuerpos de la tierra, cortarlos en pedazos y destruirlos, y nadie debía saberlo, y nadie lo sabía, nadie supo lo que pasó.
“Lumumba fue asesinado tan solo siete meses después de haber sido elegido primer ministro”.
En realidad se trató de una operación más macabra y menos profesional. Los servicios de Inteligencia no poseían gran cantidad de ácido sulfúrico, por lo que no pudieron disolver enteramente los cuerpos, lo que obligó a ambos sicarios a cortar en pequeños pedazos los cuerpos y quemarlos. Posteriormente, se vieron obligados asimismo a triturar los últimos restos humanos. Y, rubricó Soete, “incluso hay gente que cree que [Lumumba] volverá. Ahora bien, tendrá que volver con dos dientes de menos”. Y tomando una caja de cerillas, mostró ante las cámaras dos de los dientes de oro que extrajo del cadáver de Lumumba.
Lumumba fue asesinado tan solo siete meses después de haber sido elegido primer ministro, el 17 de enero de 1961. Consumado el crimen, los inestables procesos secesionistas de Kasai del Sur y de Katanga fueron rápidamente suprimidos en septiembre de 1962 y en enero de 1963, respectivamente. Joseph Kasa-Vubu siguió siendo presidente hasta el 25 de noviembre de 1965, cuando Mobutu dio un segundo golpe de Estado, depuso a Kasa-Vubu y se declaró jefe de Estado. Tshombe, acusado de traición, huyó al amparo de la dictadura franquista. Mobutu gobernó durante 42 años, primero como presidente de la República Democrática del Congo de 1965 a 1971, y luego como presidente de Zaire entre 1971 y 1997.
Tal como expresó Ludo De Witte, autor de El asesinato de Lumumba, ninguna de las personas implicadas en la muerte del joven líder africano fue procesada. Las consecuencias de aquel crimen han sido décadas de dictadura, muerte, prisión y exilio, explotación, transgresión de derechos humanos y el sacrificio de todo un pueblo. Las riquezas naturales del Congo han seguido enriqueciendo a unos pocos. Asimismo, de sus minas se extrajeron dos tercios del uranio utilizado para la bomba (apodada “Little Boy”) que se lanzó sobre Hiroshima, y gran parte del plutonio utilizado en la bomba (“Fat Man”) lanzada sobre Nagasaki tres días después.