Un repaso desde la Isla al palmarés de los premios Grammy 2022, permite apreciar dos notas de interés: el reconocimiento de un artista que a partir de una fuerte vocación identitaria huye de los estereotipos de la gran industria, y la inevitable huella cubana en el mismo centro del mainstream del jazz en la escena estadounidense.
Jon Batiste se alzó con el lauro al Mejor Álbum del Año con We are. Este joven oriundo de Nueva Orleans ha sabido pulsar muchas cuerdas, tocar numerosas puertas y abrirse paso con un estilo que fusiona diversas fuentes vivas de la cultura popular de su país, incluyendo las que bebió desde los primeros compases de su vida, en la zona donde se fraguó el jazz primigenio. Ha asimilado la tradición y decantado las fórmulas comerciales que han aprovechado los sustratos de la tradición, y a la vez ha cultivado su proyección a base de experiencias académicas, como estudios en el Centro de Artes Creativas de Nueva Orleans y la prestigiosa Julliard School, de Nueva York.
La polifacética paleta de su talento se puso a prueba en los Grammy 2022, puesto que al premio principal sumó otros en rythm & blues, raíces norteamericanas (canción e interpretación), y video musical. Sobresaliente y transgresor desempeño si se tiene en cuenta el posicionamiento con que la industria favorece a figuras de moda como Billie Eilish, Ariana Grande, Lady Gaga, reacomodos rentables como el de Bruno Mars al unirse a Anderson Paak en el dúo Silk Sonic, y la fabricación de una estrella bajo el signo de Disney como la jovencísima Olivia Rodrigo.
Sin lugar a dudas, la sorpresa provino del Grammy para el cubano Alex Cuba por Mendó, en Pop Latino.
En los dominios latinos, que ocupan un espacio menor, relegados al maratón vespertino de premiaciones sin transmisión televisiva, más no por ello menos significativo en el mercado fonográfico norteamericano (EE. UU y Canadá), hubo galardones previsibles para bien —Salswing, de Rubén Blades— y para mal —el inefable Bad Bunny—, ceremoniales —el legado reciente del mexicano Vicente Fernández— y alentadores —el colombiano Juanes se reinventa en Origen—, pero, sin lugar a dudas, la sorpresa provino del Grammy para el cubano Alex Cuba por Mendó, en Pop Latino, que destronó a Pablo Alborán, Ricardo Arjona y Selena Gómez, tres bazas potenciadas por la industria.
“La huella cubana en el jazz parece inevitable, mucho más en la categoría Latin Jazz, donde la conjunción de Chucho Valdés y el recientemente desaparecido Chick Corea en torno a la extraordinaria brasileña Eliane Elias consiguieron desde el piano, con Mirror mirror, una grabación llamada a hacer historia”.
Alex es un músico artemiseño que vive hace dos décadas en Canadá tras casarse con una ciudadana de aquella nación donde desarrolló lo que traía de su país. Siente a Cuba tanto que cambió su apellido Puente por el de la tierra que lo vio nacer. Su obra responde a esa vocación. En Mendó, octavo álbum de estudio, tejió alianzas con su compatriota Cimafunk, la mexicana Lila Downs, el español Antonio Carmona, de Ketama, el puertorriqueño Gilberto Santa Rosa, y confió buena parte del acompañamiento a Joaquín Betancourt y la Joven Jazz Band. Comprensiblemente, el resultado trasciende las convenciones del pop.
La huella cubana en el jazz parece inevitable, mucho más en la categoría Latin Jazz, donde la conjunción de Chucho Valdés y el recientemente desaparecido Chick Corea en torno a la extraordinaria brasileña Eliane Elias consiguieron desde el piano, con Mirror mirror, una grabación llamada a hacer historia.
Otro encuentro memorable fue el de Gonzalo Rubalcaba con el baterista Jack DeJohnette y el bajista Ron Carter en Skyline, donde la música se impone al virtuosismo, como debe ser.