​Azari Plisetsky, la voz de un maestro

Lázaro Benítez Díaz
10/11/2016

Mencionar en Cuba a Azari Plisetsky no resulta extraño para nadie. Uno de los logros que ha tenido la edición 25 del Festival Internacional de Ballet de La Habana está marcado específicamente por eso: traer a grandes figuras del mundo, algunos jóvenes y otros no tanto, a compartir la experiencia de un salón de clases, una butaca en el teatro y hasta algunas risas luego de los interminables aplausos que provocan las funciones.

Desde la calle Línea, en un espacio que antes era un centro de reparaciones electrónicas y hoy la casa de la compañía Acosta Danza, el maestro Azari se seca el sudor de la clase y comparte apartado del bullicio del salón inundado por sus admiradores, algunas de sus experiencias.

¿Qué siente al volver a La Habana en esta 25 edición del Festival de Ballet?

Siento muchas emociones, porque veo tanta gente nueva y compruebo el progreso que va teniendo el ballet, con varias puestas en escena y trabajos interesantes. Cuando presencio el resultado de los jóvenes bailarines y los no tanto en el Ballet Nacional de Cuba, pienso que mi experiencia y mi trabajo aquí no han sido en vano.


Foto: Nancy Reyes

¿Cree que la técnica del ballet ha evolucionado desde 1950 hasta la fecha?
Lo que me preocupa es que esta técnica comience a dominar al intérprete y le quite la expresividad, ese sentido de los movimientos que deben tener los bailarines. 

Creo que sí, ha evolucionado enormemente, pero lo que me preocupa es que esta técnica comience a dominar al intérprete y le quite la expresividad, ese sentido de los movimientos que deben tener los bailarines. Los chicos hacen proezas de técnica, están mejor que las generaciones anteriores, que la mía; los veo en la cacería de efectos y eso hace daño a la creación, porque crean movimientos, pero olvidan una cuestión importante: para qué.

¿Qué sentía al subir a la escena y qué experimenta ahora cuando su rol cambió y es responsable de la formación de grandes figuras?

Para mí fue muy fácil hacer esa transición de bailarín a profesor, porque yo tuve que enseñar bailando en la compañía, y eso me fue de gran utilidad; probaba movimientos conmigo mismo y luego se los enseñaba a mis alumnos.

¿Está entre sus planes futuros volver a Rusia?

No, trabajo con muchas compañías, no solo con la de Maurice Bejarten en Los Ángeles, que es mi casa ahora. Me invitan del Bolshoi y regreso con mucho placer; aunque ya no quede nadie de mi generación, me agrada compartir con los jóvenes mis experiencias. Tuve la posibilidad de trabajar con grandes maestros, y poderles brindar esos conocimientos a las nuevas generaciones me hace sentir útil. Enseñando siempre aprendes.

De vuelta al centro para recibir aplausos se va el maestro ruso, figura emblemática del ballet cubano, partenaire de Alicia Alonso. Con su humildad vuelve a recoger su pañuelo, se seca el sudor y abraza a los jóvenes que, quietos como estatuas, inmortalizan el momento en una fotografía.