El arte de celebrar

I

De las tantas maneras en las que se puede concebir la bienvenida a un nuevo año hay pocas que resulten tan atractivas como imaginar (soñar) los espacios de homenaje, memoria y celebración que entonces aparecen. Convocar, unir, compartir, generar, multiplicar conocimiento y alegría, disfrute y cultura, fue lo que hice cuando trabajé como promotor cultural en la Biblioteca Nacional, y también antes, en la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, cuando fui miembro de la Asociación Hermanos Saíz, durante mis años como profesor de Literatura en escuelas secundarias o en mi taller literario, a inicios de los 80.

“El promotor es un ‘buscador’, un ‘analizador’ y un ‘jerarquizador’ incansable”.

La promoción cultural necesita —y uno diría que lo “es” en sí misma— una combinación entre la curiosidad permanente ante lo nuevo y la relectura continua de lo más relevante de los procesos, obras, figuras y acontecimientos en todos los ámbitos de la creación. Así, el acto de promover se fundamenta en un deseo de investigación que trasciende cualquier tipo de frontera temporal, geográfica, religiosa, de género, étnica u otra.

Bien podría decirse que el promotor es un “buscador”, un “analizador” y un “jerarquizador” incansable. Guiado por esa curiosidad que hemos señalado, lo pregunta todo, lo conversa todo, lo lee todo. Al mismo tiempo, su cerebro opera dentro de un interminable proceso de comparación y análisis en niveles de simultaneidad que ponen en paralelo (a la vez que entrecruzan) procesos, obras, figuras y acontecimientos de la cultura nacional (su tradición más cercana), la región, el continente, el ámbito de la lengua y la cultura universal. Un ejemplo sencillo: ¿Cómo puedes celebrar a José Martí, Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Alejo Carpentier o José Lezama Lima sin señalar que son grandes autores de la tradición cubana, pero, también, de la latinoamericana, hispanoamericana y mundial? ¿Cómo lo sabrías si no es gracias al conocimiento extendido que permite hacer comparaciones a este nivel?

Si ello funciona con la tradición nacional, la promoción cultural completa su sentido en lo contrario. Dicho de otro modo: ocupar el lugar de un promotor de cultura es una de las posiciones, responsabilidades y ocasiones más bellas que nos son dadas para conectar autores, momentos, acontecimientos y procesos con las grandes audiencias del país. En este sentido, la promoción cultural es tanto un proceso de jerarquización y homenaje orientado a rescatar y resaltar lo más valioso de la producción cultural de un país, como una propuesta sobre qué es lo más relevante de cuanto ocurre en el presente. En paralelo, y abriendo el campo, cuando proyectamos esta misma intención en la escena de la creación artístico-literaria y cultural a nivel mundial, la promoción cultural está animada por la voluntad permanente de realizar este mismo proceso. El acto de promoción contiene la posibilidad de diálogo, de conocimiento de lo nuevo, de intercambio con el mundo, de aprehender lo desconocido e integrarlo.

II

La cita que he colocado como exergo del presente comentario ha sido tomada del volumen de ensayos Tratados en La Habana, en particular del breve texto (solo dos párrafos) que se encuentra en la página 57 de la serie de artículos periodísticos que tituló Coordenadas habaneras. Reproduzco las primeras líneas:

Vengan bien las loanzas cuando ellas enarcan actitudes y brechas. Pues ya entre nosotros al hacerse la historia más habitable y cercana, preferencias por nombres y hechos cobran decisiones de símbolos. Así despierta claridades y parece vivirlas el que un instituto convoque alrededor de Carlos Manuel de Céspedes, figura que en nuestra historia comporta un modo de gobernación y batallar. Representa un estilo de centro y centración, de acometida regida por bridas en mano principal.

El motivo esta vez era la convocatoria de una institución de enseñanza de la ciudad (“un instituto”, dice) “alrededor de Carlos Manuel de Céspedes”. Que no se trata de una ocasión más, elegida al azar o rutinaria, lo sabemos por la forma en la que Lezama especifica que el homenajeado es “figura que en nuestra historia comporta un modo de gobernación y batallar” y porque afirma que la sola convocatoria “despierta claridades y parece vivirlas”.

Tanto la extracción de significado del hecho histórico-cultural, como la intención de direccionar la atención de los públicos hacia allí, quedan evidenciados en la manera en la que Lezama describe y propone el Céspedes que desea “promover” a los lectores del texto; alguien que atraviesa (o se encuentra en) una situación de batalla, puesto que se le identifica con la “acometida”; un jefe, dado que se apunta que dicha acometida es “regida por bridas en mano principal”, y el líder de un proceso al cual dota de sentido y direccionalidad (“centro y centración”), pero que se expande más allá de la circunstancia geográfica o incluso temporal que le ha tocado habitar (“representa un estilo”).

“Promover se fundamenta en un deseo de investigación que trasciende cualquier tipo de frontera temporal, geográfica, religiosa, de género, étnica u otra”.

Así el texto, a la vez que aplaude la “convocatoria”, contiene una concisa explicación acerca de por qué y para qué celebramos, recordamos, homenajeamos, distinguimos fechas que identificamos con procesos, obras, figuras y acontecimientos, amén de resaltar en cuál contexto despliegan el homenaje o celebración. Es por esto que las “preferencias por nombres y hechos” no obedecen a capricho personal, sino que se ubican dentro de escenarios nacionales y procesos sociales (es decir, ese momento en que la historia es “más habitable y cercana”) para entonces, y solo entonces, ascender al punto en el cual “cobran decisiones de símbolos”.

Tanto recordar como promover son actos visceralmente ligados al sentido histórico y al devenir cultural del país.

III

Lo dicho hasta aquí, junto a la visión de un público que participa, discute, se alegra, pide un libro, asiste a una exposición, la recomienda, va a una función de cine y comenta luego con amigos la película que vio, constituyen el impulso que me lleva a elaborar cada fin de año fecharios culturales para usar el año próximo. Esto que hago por disfrute y ejercicio de conocimiento, lo comparto luego con amigos y colegas —estos últimos sin importar si los conozco o no—, siempre con la esperanza de que el esfuerzo sea útil para, entre todos, imaginar combinaciones que multipliquen cultura.

En lo que se refiere al procedimiento personal, cuando reviso este calendario y tropiezo con nombres que reconozco, de inmediato la memoria despliega aportes y obras. Más tarde, analizo e interrogo este placer íntimo, lo investigo y calculo, comparo hasta estar convencido de que no es solo mío, sino que merece (e incluso, necesita) ser compartido en ámbito mayor. Una vez llegado a tal grado de convencimiento, el trabajo empieza a cobrar forma —¡y hasta el nombre de posibles invitados!— para lo que podría ser, entre muchas otras variantes, una conferencia, concierto, artículo, lectura, panel, seminario, exposición, proyección cinematográfica o función de teatro, ballet o danza.

Puesto que la cantidad de fechas de celebración “intermedia” es enorme, he privilegiado aquellos aniversarios “cerrados” (centenarios y cincuentenarios). A esta lista agrego las más destacadas fechas de convocatoria internacional por parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Cada uno de los días señalados contiene la oportunidad de generar acciones de cultura por parte de comunicadores sociales, promotores culturales, profesores, bibliotecarios, directivos del sistema de la cultura y todos aquellos interesados en participar, dondequiera que se encuentren y al nivel que les sea posible; desde la intervención en un evento público, el recordatorio en un matutino escolar, el más reducido espacio del aula, el mural del centro de trabajo, el préstamo de un particular libro, o el pequeño homenaje íntimo de revisar una página y conversar luego sobre lo leído. Lo que importa es multiplicar, compartir, celebrar.

Ojalá este fechario atraiga, ayude e impulse a soñadores. ¡Lean, deriven, imaginen, construyan, repliquen, innoven y vayan siempre más allá!

Aquí lo dejo.