“Me siento feliz de estar aquí”
22/9/2016
De camino a la antigua escuela de curas Hermanos Maristas, en La Habana, un niño iba todos los días relatando historias para entretener a sus amigos durante el largo viaje; soñaba con ser actor y creaba sus propios cuentos de pistoleros, interpretados, además, por él mismo.
Este era el juego predilecto de José Antonio Rodríguez, hoy una de las mayores figuras de la escena cubana, a la cual ha aportado como actor y director; caracterizándose, además, por lo particular de su voz para contar historias.
José Antonio Rodríguez en Macbeth, puesta en escena de Teatro Estudio
A lo largo de su carrera, José Antonio Rodríguez ha participado en más de una veintena de filmes, innumerables puestas teatrales y programas para la radio y la televisión. Ha aprendido y colaborado con otros grandes de la escena cubana como Vicente y Raquel Revuelta; y Verónica Lynn, con quien, en el año 2003, recibió el Premio Nacional de Teatro.
Sus relaciones profesionales, sus experiencias, sus aprendizajes y enseñanzas para futuras generaciones son el motivo de esta entrevista que, en el año 2010, le realizara a este “niño contador de historias” que estaba cumpliendo 75 años.
José Antonio Rodríguez ha sido calificado como uno de los grandes actores de la escena cubana; también del cine, la radio y la televisión. ¿Qué significa para Ud. llegar a los 75 años con el reconocimiento del público?
Es el mejor regalo que puedo obtener: tener la satisfacción de haber trabajado con todo el corazón, con todo el cuerpo, para el público cubano que tanto quiero, tanto valoro, como estímulo para la vida, para el trabajo, para todas las cosas que se han construido en este país. Me siento feliz de estar aquí. Gracias por todas las palabras halagüeñas y enaltecedoras que he recibido de todos. Eso nos permite a nosotros los artistas seguir adelante. Yo me siento en este país de 15, de 16 años, con todo el entusiasmo de la vida para ofrecérselo a ese pueblo maravilloso que tenemos.
Hay una característica que lo distingue: cuando se escucha su voz enseguida se le identifica. ¿Cuál es el secreto de esa voz tan poderosa, que mantiene como el primer día?
Realmente, empecé a cuidar de mi voz en el sentido técnico a partir del conocimiento de determinados ejercicios que se usan para desarrollar la voz. Le llamábamos, cuando hacíamos los ejercicios de Grotowski con Vicente Revuelta, resonadores, junto con ejercicios sicofísicos para mover el cuerpo. Por ejemplo, estaba el resonador frontal, que radica en el nacimiento de la frente; es decir, donde se encuentran la frente y el pelo, uno se dirige hacia la esquina del techo con la pared, la cabeza en posición normal y emite la voz. De manera que el resonador frontal es un sonido agudo. Hay unos cuantos ejercicios: el del resonador nasal, el bucal, el laringeo; está el de pecho, el occipital. Esto ha sido muy útil en mi carrera porque estos ejercicios van al subconsciente; uno no se los propone cuando está actuando sino que, sencillamente, ellos solo salen. El actor necesita de esos ejercicios durante un tiempo.
Ud. ha dicho “ejercicios resonadores de Grotowski”. El mundo está celebrando el “Año Grotowski”. Así lo ha declarado la UNESCO. Él fue un punto de referencia muy importante para un grupo mítico en la historia del teatro cubano: “Los Doce”. Quiero que recuerde su trabajo en ese grupo, con Vicente Revuelta y otros compañeros.
Esa fue una práctica muy importante en la carrera, porque pienso que no es necesario ser “grotowskiano” para recibir los beneficios de esos ejercicios, sirven para cualquier actuación. Porque el actor no tiene referencias, o tiene pocas, para hacer sentir su cuerpo, para que su cuerpo se exprese, y con estos ejercicios nosotros aprendimos a expresarnos ampliamente a través del cuerpo.
Miriam Learra, José Antonio Rodríguez y Raquel Revuelta,
en Santa Juana de América. Autor Andrés Lirrazaga. Dir. Vicente Revuelta
¿Cómo ha trabajado José Antonio su cuerpo? ¿Cómo ha podido expresarse en la escena con su cuerpo?
También con una serie de ejercicios, los más significativos han sido los sicofísicos. Lo dice la palabra, la siquis y el físico juntos, en una integración; de manera que el cuerpo se convierta en un elemento expresivo de sentimientos humanos y de humanidad. Aquí es tan útil Grotowski como Stanislavski. De manera que yo soy como una ensalada, porque todo lo que estudié me ha aportado muchísimo. Hay que ser conocedor de cada una de las técnicas a profundidad, y les digo a los jóvenes actores que todo se utiliza en una obra de teatro que tenga tantos matices como las obras de grandes autores. A mí me ayudó el conocer a todos estos sabios de la actuación que han marcado pautas en el mundo, todos aportan. Es por eso que es bueno conocer a los grandes maestros.
Ud. domina, como pocos actores, la técnica de Stanislavsky…
Stalisnavsky es algo más tradicional, se le trabaja mucho con Chéjov, con ese estilo más realista, tirando casi al naturalismo de la actuación. También es muy provechoso, tiene ejercicios de otro origen, de otro carácter y con otra forma de ver la actuación. Mientras más conozca el actor sobre las diferentes tendencias es mucho mejor —aunque sean distintas todas tienen un poco de razón— y el estudio de la actuación debe implicar, justamente, conocer las diferentes técnicas, y luego con eso hacer su libro personal.
A lo largo de su carrera ha representado a muchos autores cubanos. Estoy pensando, por ejemplo, en Héctor Quintero y Contigo, pan y cebolla… ¿Cómo recuerda ese momento?
Fue un momento bellísimo, porque uno saborea también cuando sube al escenario una obra cubana. El cubano lleva implícito gestualidad y tratamiento vocal; es muy artístico, muy musical y, cuando quiere, muy teatral, en el sentido bueno de la palabra, no entendida como falsedad, sino para utilizar elementos que tienen valores escénicos. El cubano habla y gesticula, porque es expresivo por excelencia.
Yo le debo mucho a mi país esta vocación por la actuación y el amor por ella, y los logros que pueda haber obtenido en un escenario; porque he estudiado mucho y disfruto el hecho de que seamos así. He aprendido mucho mirando a los cubanos en la calle. Estoy muy orgulloso de su forma de moverse, de caminar, de hablar, y creo que eso ayuda al actor de este país.
De los personajes que ha interpretado, ¿cuál es el que más le ha impactado, cuál es que el guarda con más cariño?
Me viene a la mente Galileo Galilei que tuve la oportunidad de compartir con ese gran maestro que es Vicente Revuelta. Es uno de los personajes más importantes que yo he desempeñado por su carácter, por su filosofía, por la dimensión de su tragedia. Es un personaje que además de ser sabio, tenía la frescura de un niño, y eso me pareció muy interesante porque era un entusiasta por sus ideas, por sus descubrimientos; era un apasionado por su trabajo y por su sabiduría. Hacer Galileo fue muy importante, sobre todo porque compartir la escena con Vicente era un gran honor. Era un libro abierto. Por eso Vicente lo mismo hacía Brecht, Stanislavsky, Grotowski.
¿Cómo trabajó a Brecht y su distanciamiento?
El distanciamiento tiene que ver más con la dirección. Una escena provoca el distanciamiento brechtiano, pero no depende del actor. El actor pone sus sentimientos en función del sistema que sea, lo mismo sea Brecht que Stanislavsky. Siempre, en todos los métodos, el actor tiene que sacar el corazón y ponerlo en función de su personaje. Si quieres decir una verdad, si realmente quieres expresar un sentimiento, es claro que tienes que sentirlo. Lo otro es el método que utiliza el director, que a veces es el mismo autor, para que ese sentimiento sea analizado de una manera más pensada, más racional, sin que la emoción nuble el entendimiento. Esa es la idea del distanciamiento. Cuando he trabajado a Brecht, he tenido que sentir emociones. Por ejemplo, en La Madre, un hijo recibe a su madre en prisión. Las emociones no pueden nublar el raciocinio, el mensaje de la obra. Tampoco se pueden negar las emociones, solo hay que organizarlas. Para mí no existe otra cosa porque creo, firmemente, que el actor no representa, el actor realiza un acto de entrega y todo lo pone al servicio del mensaje para que llegue al público de la mejor manera.
También compartió escena con Raquel Revuelta…
Sí, era tremenda actriz, pero era increíble: los dos hermanos tenían diversas líneas de actuación. Con ambos aprendí. Raquel era una maestra de la escena.
Ahora, le voy a recordar a una amiga que en 1968 compartió el escenario en la obra¿Quién le tema a Virginia Wolf? Pasaron los años y se rencontraron en la misma pieza. En el 2003, recibieron juntos el Premio Nacional de Teatro. Se trata de Verónica Lynn…
Entre ella y yo había una compenetración y una interrelación extraordinarias. Los dos nos sentíamos tan libres, tan seguros trabajando juntos. Yo la admiro mucho y estoy seguro que ella a mí. Trabajábamos con mucho gusto, con mucha profesionalidad…
Verónica es una amiga entrañable, un ejemplo de profesionalismo, de desarrollo del talento, de integridad en todos los sentidos. La tengo en un lugar muy alto de afecto y de compañerismo. Es una actriz muy talentosa por eso uno se interrelaciona con ella en el escenario y disfruta la actuación. Tiene espíritu de colaboración y de compenetración en el trabajo, siempre trata de entenderse con el compañero. La actuación exige una comunicación especial entre los actores, y eso existe entre Verónica y yo.
Hay un grupo inscrito en la historia del teatro cubano, Teatro Buscón, que fundó con una pléyade de actores. Era impresionante verlos en escena. Recuerdo, por citar solo dos títulos, Los asombrosos Benedetti y Buscón busca un Otelo. ¿Qué representó Buscón para José Antonio?
Fue una experiencia primordial. Eso nunca lo olvidaré, el trabajo actual que desempeño se lo debo a todo lo que aprendí allí, porque uno aprende con las personas con quienes está afiliada en los grupos. Eran actores de primera línea. Fue muy interesante eso porque cuando los actores han hecho su carrera no suelen exponerse a buscar nuevos caminos. Estábamos experimentando con mucha humildad, si uno piensa que ya no tiene nada más que hacer, uno empieza a perder. Yo siempre me he planteado el rigor y la exigencia. A veces, me acusan de modesto; soy modesto porque quiero ser exigente. De la modestia, de la autoexigencia, sale el rigor y el resultado del trabajo.
¿Cómo logró reunir en un mismo espacio a actores como Mario Balmaseda, Michaelín Calvert, Aramís Delgado, Mónica Guffanti y Ud. mismo?
Teníamos inquietudes similares, por eso no fue difícil. Todo el mundo estaba de acuerdo en hacer el grupo, porque llega un momento en que el desarrollo del trabajo tiene sus exigencias y uno necesita otras vivencias; estoy hablando de la evolución lógica del estudio, del trabajo, de la compenetración de ideas. Entonces, nosotros decidimos tomar nuestro propio camino.
Ud. decidió trasmitir su enorme experiencia y su sentido de la modestia y la exigencia a jóvenes que forma como futuros actores…
Siempre me ha gustado la pujanza de la juventud, los jóvenes tienen la ventaja del entusiasmo, de la energía. Yo quiero apuntar algo: parece que en este país hay mucha facilidad entre los jóvenes para la actuación. Hay tradición de cine, de teatro, de televisión. Hice pruebas y casi todos los que vi tenían aptitudes, se desecharon muy pocos. Hay muchos caminos para la actuación aquí. Trabajamos mucho en el Taller, se hacen ejercicios, se hacen improvisaciones, y el colofón es el montaje de una obra, para que el tallerista sienta la energía de la función. Con Los inventos de un escaparate cantan, bailan y actúan. Ellos están encantados y yo también. Y el público ha disfrutado mucho en las funciones.
José Antonio Rodríguez está cumpliendo 75 años de vida. ¿Qué le gustaría hacer en sus próximos 75 años de vida?
Actuar, actuar y actuar.