La Jiribilla: los hermanitos del éter
9/5/2016
Hemos hecho muchas declaraciones de principio (y de corazón) a propósito de la hermandad (de las sinceras, de las perdurables, de las buenas) de La Jiribilla (la Jiri, como siempre la llamamos) y el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau (el Centro Pablo, para tanta gente cercana y querida).
Ahora hay fecha semicerrada, 15 años de labor de la Jiri, y se solicitan párrafos, declaraciones formales, recuento de anécdotas, frases que quieren ser definitivas: letras para la Jiri que tanto lo merece.
Lo merece porque, cuando nació, abrió un espacio nuevo para ir creciendo y convertirse en lo que fue: la revista cultural más importante de la Isla.Lo merece porque, cuando nació, abrió un espacio nuevo para ir creciendo y convertirse en lo que fue: la revista cultural más importante de la Isla, con el apoyo, la colaboración y el cariño de la gente que llenó sus páginas a lo largo de estos años.
Soñamos e hicimos muchas cosas juntos, como debe ser. Mantuvimos ese espacio generoso que la Jiri brinda al Centro Pablo en su columna digital, compartiendo noticias, eventos, saludos fraternos, análisis culturales… a lo largo de este tiempo.
Juntos promocionamos u organizamos eventos relacionados con la nueva trova, esa pasión común que nos ha unido.
Juntos convocamos a la gente del diseño gráfico —esa comunidad creciente en número y talento— a expresarse a través del cartel sobre un tema que hoy ha alcanzado ya categoría de moda prácticamente entre nosotros: la diversidad.
Juntos cantamos a guitarra limpia en el patio de Muralla y acompañamos las actividades y conciertos en el patio de la Jiri.
Juntos brillan en el recuerdo querido las figuras y las sugerencias, y los consejos, las palabras y las sonrisas de Nirma Acosta y René Hernández, que nunca tuvieron apellidos para nosotros, la gente del Centro Pablo, porque fueron, así, simple y suficientemente, Nirma y René.
Como juntos fuimos esa noción que inventamos en alguna conversación o en algún texto a lo largo de estos 15 años: los hermanitos del éter. Lo que quiere decir, en el lenguaje jiribillesco y centropabliano —que nacieron juntos, como se sabe—: hermanitos en las ganas y la necesidad de soñar, de opinar, de criticar, de transformar, de crear y de creer martianamente en lo mejor que nos rodea: en la sinceridad y la autenticidad, en la generosidad y la solidaridad, palabras que ojalá nunca pasen de moda.
Eso les deseamos a los impulsores de esta Jiribilla que continúa regalándonos sus páginas cada semana. Como los buenos hermanitos del éter que una vez comenzamos a ser.
Víctor Casaus (con María y los centropablianos que en el mundo somos)