La intranquilidad creativa de un artista
22/2/2016
Enrique Martínez es de esos seres que no soporta la calma cuando de creación se trata. Tanto es así, que se la pasa “inventando” nuevos proyectos. Si no llega un libro para ilustrar, busca y encuentra ideas que le permitan canalizar el caudal imaginativo que posee. A ese hombre que disfruta haciendo “garabatos libres, como hacen sus versos los poetas”, que emborrona papeles y cuadernos aun “sin el propósito de ilustrar un texto” y después los comparte con cariño, nos acercamos en esta entrevista.
El Premio Nacional de Diseño del Libro esta vez, nos dio la oportunidad de conocer a un artista que aunque constituye, como expresó su colega Carlos Alberto Masvidal durante la ceremonia de entrega del galardón, una de las “sólidas piedras” en las cuales se apoya el diseño del libro en Cuba, ha estado escasamente visible en el ámbito editorial de los últimos años en la Isla.
Con la atrofiada noción con la que se concibe a un diseñador de libros como aquel profesional que complementa a través de la gráfica la labor del escritor, llegué a la casa-guarida creativa de Martínez Blanco y su esposa. Fue entonces, escuchando sus anécdotas y hojeando sus obras, cuando descubrí a un incansable artífice que ha intentado con su quehacer derribar concepciones arcaicas sobre el papel que deben jugar quienes como él se entreguen a esta carrera, y también sobre las características de los textos para niños, esos lectores que lo han cautivado desde hace alrededor de 40 años.
A través de sus historias confirmé por qué en una entrevista publicada en Sputnik Mundo tiempo atrás, definió a un buen ilustrador como la persona que “expresa lo que al escritor se le olvidó o no se le ocurrió escribir. Su función es hacer un libro paralelo al que hizo el escritor, para que juntos formen un tercer libro que es el que va a llegar a las manos del niño”.
Este graduado de pintura y diseño gráfico en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y de grabado en el Instituto Superior de Arte (ISA), comenzó a trabajar en la Editorial Gente Nueva en la década de 1970 como Director Artístico. Era una época, cuenta a La Jiribilla, “en que los conceptos sobre el libro infantil y los procedimientos técnico-artísticos eran bastante prehistóricos, rígidos y limitados”.
Le resultaba difícil insertarse en un espacio donde “los textos dirigidos al lector infantil se caracterizaban por contenidos simplones, pegajosos, ñoños, con moraleja incluida y final feliz”. En consecuencia, “las ilustraciones tenían la función primaria de “adornar” la edición y reiterar lo que narraba el texto”. De esos primeros años, recuerda que “el estilo de las ilustraciones (línea de contorno gruesa, rellena con colores planos y pasteles), proveniente de los características más superficiales del dibujo animado, principalmente de los personajes de Walt Disney, era como un pie forzado para aceptar la validez de las imágenes y conformar el gusto de las nuevas generaciones”.
Enrique se resistía a la práctica de que “los diseñadores e ilustradores recibían orientaciones de los autores, editores y funcionarios sobre los personajes, las composiciones y los contenidos de los dibujos; el artista visual actuaba como un instrumento de pensamientos ajenos con resultados repetitivos y recorría caminos trillados en la edición para niños”.
“Con la colaboración de todo el grupo creativo, la producción de libros en Gente Nueva gozaba de una excelente salud y contaba con artistas al nivel de las más importantes empresas de publicaciones infantiles del resto del mundo”.Con la declarada intención de revertir ese fenómeno y, quizá sin medir la repercusión que sus ideas tendrían luego en el desarrollo de esta casa editorial y del diseño en dicha área, asume la responsabilidad de conformar un equipo artístico con visiones más contemporáneas en cuanto a la presentación de la literatura infantil. Diez años después, rememora como “con la colaboración de todo el grupo creativo, la producción de libros en Gente Nueva gozaba de una excelente salud y contaba con artistas al nivel de las más importantes empresas de publicaciones infantiles del resto del mundo”.
Desde entonces, el también Premio Nacional de Diseño Eduardo Muñoz Bachs, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, se ha propuesto incursionar en contenidos no tradicionales para la infancia y la adolescencia. De esa forma, ha ilustrado libros de autores “difíciles”; canciones de Pepe Ordás, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat; poesías para adultos con versos de Nicanor Parra y Pablo Neruda; fenómenos sociales y políticos anteriormente vedados para niños” como los que se reflejan en Pequeña fábula donde junto al reconocido Franz Kafka, discursa sobre la libertad y la opresión. A la vez, se ha interesado en temáticas como “ecología, contaminación ambiental, mestizaje, vida de niños de la calle, fábulas sin final feliz, utopías, fantasías, leyendas indígenas de tradición oral, y otras que anteriormente podían ser consideradas como tabú en los planes editoriales convencionales”.
Y no solo en cuanto al contenido ha sido vanguardista la labor del Grand Prix del Concurso NOMA 1990 (Asia/Pacific Cultural Centre for UNESCO). Unas veces ha hecho colecciones de libros sin textos y otras, narraciones a través de imágenes, en las que invierte el modo de relacionar los textos con las ilustraciones. Además, se ha dedicado a contar historias paralelas donde los dibujos no reflejan el mismo cuento que los textos. Por otra parte, ha puesto en práctica un novedoso método que consiste en realizar historias mediante dibujos a las que más tarde se les han agregado textos para complementar las ideas y modificarlas. Escritores como Eliseo Alberto Diego (Lichi), Enrique Pérez Díaz y Andrés Pi Andreu, lo han acompañado en estas aventuras.
En su catálogo de más de 500 libros y más de tres mil ilustraciones, Martínez Blanco ha visto aparecer su nombre al lado del de muy importantes autores de rango mundial como Gianni Rodari, Ana María Machado, José Martí, Michael Ende, Miguel Barnet, Nicolás Guillén, Dora Alonso, Manuel Cofiño, Herminio Almendros, Antonio Orlando Rodríguez, Homero, Ignacio de Loyola Brandao, Martha Sastrías, Alma Flor Ada, Esopo, Los hermanos Grimm, Lewis Carroll, los ya mencionados Franz Kafka, Nicanor Parra, Pablo Neruda, entre otros.
En su fructífera carrera ha tenido el privilegio de trabajar con cerca de 40 editoriales de más de 14 países y recibir más de 15 premios nacionales e internacionales, entre ellos la Orden por la Cultura Nacional, del Ministerio de Cultura de Cuba en 1991. Actualmente es una suerte de embajador de la literatura latinoamericana en Rusia, pues la editorial Tándem se ha interesado en sus obras y mantienen un estrecho vínculo de trabajo.
Aun cuando la ilustración lo haya atrapado, este hombre tiene alma de pintor y cada día lo demuestra. La aparición de innumerables software para el diseño y creación de imágenes digitalizadas no lo ha obnubilado. De hecho, considera que la revolución tecnológica que ha acontecido en los últimos 30 años, está propiciando el desarrollo de “una generación de profesionales extremadamente limitados y esclavos de las computadoras”.
Le entristece ver cómo “el arte artesanal de los pinceles y lápices, plumas y pigmentos están en proceso de extinción” y “los diseños y dibujos son cada vez más similares entre artistas de diferentes culturas, generaciones y áreas geográficas”. Siente orgullo al decir que añora “algunas tradiciones pictóricas de antaño” y que sin menospreciar los adelantos, ve los ordenadores “solo como herramientas”. Eso sí, intenta mantenerse alejado de la “estresante moda contemporánea del, a veces frío y repetitivo, diseño digital”.
En su cotidianidad, resalta, continúa utilizando la mano derecha “para bocetear, concebir ideas y dibujar personajes y entornos”. Asimismo, mantiene y maneja los pinceles y acuarelas “para hacer transparencias, manchas y texturas irregulares y en ocasiones accidentales”. Apuesta por lograr manualmente “todo lo que humanamente le es posible”. Más tarde, en una segunda etapa, escanea sus bocetos por separado y utiliza la tecnología “para darles terminación, retocar, modificar, distorsionar, recrear y mejorar detalles, fondos y atmósferas plásticas”.“Sigo apegado a la relación sentimental con mis dibujos, y evito el uso de cliparts, filtros y otras herramientas digitales que, desafortunadamente, han inundado y banalizado el mercado de ediciones gráficas”.
Sobre el particular, termina diciendo: “Respeto todos los procedimientos y técnicas a los que recurren los diferentes artistas del gremio. Sin embargo, en lo personal, sigo apegado a la relación sentimental con mis dibujos, y evito el uso de cliparts, filtros y otras herramientas digitales que, desafortunadamente, han inundado y banalizado el mercado de ediciones gráficas”.
El gato con botas colorido que pintó en una de sus horas de asueto y que ahora permanece colgado en una de las paredes de mi cuarto, me recuerda que a sus casi 70 años Enrique Martínez continúa siendo un artista de vanguardia, de esos que no creen en la perfección de las cosas, sino en el poder de la imaginación para hacernos viajar y habitar mundos singulares.