Horizontes: Balance e itinerario de Pedro de Oraá
Merecido tributo fue rendido a Pedro de Oraá el pasado viernes 22 de octubre durante la inauguración de la exposición Horizontes. La muestra fue pensada para conmemorar el 90 cumpleaños del artista y el 120 aniversario de la fundación de la Biblioteca Nacional José Martí.
“Con marcada intención antológica, el diseño expositivo se asume como un relato que propone un acercamiento a las diferentes líneas de experimentación en las que sobresalió el homenajeado”.
Todo se conjuga para favorecer el proyecto: por una parte, las obras se despliegan en el privilegiado espacio de la galería El reino de este mundo, mientras la curaduría, que bien puede calificarse de impecable, fue concebida por el doctor en ciencias Rafael Acosta de Arriba, quien para la selección de obras contó con el apoyo de Xonia T. Jiménez López, viuda del artista.
Con marcada intención antológica, el diseño expositivo se asume como un relato, que propone un acercamiento a las diferentes líneas de experimentación en las que sobresalió el homenajeado, entre las cuales destacan la gráfica, el dibujo, la pintura, la escultura y una abundante producción literaria que circunda la poesía, la crítica de arte y el ensayo; que lo definieron como un hombre integral, al servicio del arte y la cultura nacional y foránea. Se agradece que dentro del despliegue museográfico se dedica una pared para diplomas y certificaciones, lo cual informa al visitante sobre algunos de los relevantes premios y condecoraciones merecidos por esta figura, entre las que destacan el Premio Nacional de Diseño del Libro (2011), Premio Maestro de Juventudes (2019) y Premio Nacional de las Artes Plásticas (2015).
Cuando la presidenta del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Norma Rodríguez Derivet, en sus palabras de inauguración de la Exposición encomiaba la prolífera obra de Pedro de Oraá, algunos de los presentes recordábamos su andar por la década del cincuenta del pasado siglo cuando, una vez formado en la Academia Nacional de Artes de San Alejandro, sus inquietudes primigenias encontraron cauce en la abstracción. El artista define su orientación y fue fiel a los códigos del arte abstracto hasta el final de sus días, el 25 de agosto del 2020, y así lo define Acosta de Arriba cuando destaca que:
La concepción geométrica permeó toda la creación visual de Pedro de Oraá. Fue su marca mayor, tanto como el verso concentrado y libre de sus poemas y la elegancia de su prosa en el ensayo; él fue un artista de lo geométrico tanto como un poeta del concepto y un ensayista sustancioso. Pedro llegó a ser el artista capaz de recrear el espacio, reconstruirlo y reconfigurarlo en cada una de sus piezas, lo espacial para su mirada era como el horizonte para la del navegante, un norte, un rumbo. Lo considero, sin temor a exageraciones, uno de los artistas de la abstracción geométrica más importantes del siglo XX en todo el orbe.[1]
Hurgando en las ideas anteriores y cuando se hilvana la forma en que la pintura adquiere una nueva dimensión en la poética de Oraá, se entiende que su pasión y compromiso con el arte concreto no fue fruto de la casualidad, sino del ambiente creado en torno a esa tendencia dentro del contexto de las artes plásticas local e internacional, en los momentos en que se definía su estética.
“Pedro llegó a ser el artista capaz de recrear el espacio, reconstruirlo y reconfigurarlo en cada una de sus piezas”.
Relacionado con lo dicho, cuenta que algunos historiadores apuntan un conjunto de factores que estimularon la progresión del arte concreto en Cuba en el segundo quinquenio de la década del cincuenta, entre los que se referencian el activo intercambio existente entre artistas locales con la Escuela de París y sus líderes, donde se inscriben Vasarely y Arp, así como la presentación en 1956, en el Palacio de Bellas Artes, de la connotada Exposición Pintura de hoy, vanguardia de la Escuela de París.[2]
Sin dudas, la creación de la galería Color-Luz en 1957, fruto de los encendidos esfuerzos de Loló Soldevilla y Pedro de Oraá, funcionó como catalizador para que en 1958 se aglutinara el grupo que adoptó el nombre de Diez Pintores Concretos Cubanos, compuesto, entre otros, por Salvador Corratgé, Lolo Soldevilla, José Mijares, Luis Martínez Pedro, Rafael Soriano, Sandú Darié y Pedro de Oraá. Los animaba la misión de promover esta corriente artística, pero lamentablemente, su última aparición en público ocurrió en el Palacio de Bellas Artes en 1961, durante la presentación de la exposición A/pintura concreta.[3]
Este hecho, junto a un interesante balance del arte abstracto en Cuba, que felizmente profundiza en la meritoria labor de Pedro de Oraá, ha sido abundantemente documentado en el libro More than 10 Concrete Painters[4], recientemente publicado, gracias a los esfuerzos de la Fundación de Arte Cubano. Aderezado por copiosas imágenes, en el volumen se revelan documentos de valor excepcional, como las palabras leídas por José Lezama Lima el 31 de octubre de 1957 en la inauguración de la importante galería Color-Luz y una carta dirigida por Loló a Wifredo Arcay en 1957, donde bajo la impronta y el entusiasmo por la apertura de la galería, le da detalles sobre las perspectivas futuras del recién fundado espacio, el que se pondrá al servicio del arte cubano y más que todo, de la tendencia que el grupo ampara.
Aquí quedan establecidas las pautas de una vida y una dedicada posición ante el arte, que lo enlaza con la poética de las obras que hoy disfrutamos en la galería El reino de este mundo.
La extensa trayectoria artística de Pedro de Oraá es también el tránsito por diferentes manifestaciones, en muchas de las cuales estuvo entre los protagonistas y que sería difícil de relatar en esta síntesis. En lo que a las artes plásticas concierne y dando un gran salto en el tiempo, no debe obviarse que en el 2015 expuso en la Galería Villa Manuela de la Uneac y que, entre diciembre del 2016 y febrero del 2017, el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana le organiza la muestra por el Premio Nacional de Artes Plásticas, donde propuso un conjunto de acrílicos sobre lienzos de gran formato, junto a esculturas transformables, que hoy volvemos a tener la posibilidad de valorar en su justa dimensión.
Para Oraá, su pasión y compromiso con el arte concreto no fue fruto de la casualidad.
Aunque sabemos que todavía queda mucho por indagar y publicar sobre los horizontes cubiertos por Pedro en su largo andar, este nuevo balance creativo se nos presenta como un re-encuentro necesario. Concluye el recorrido por la sala de la exposición, nos vuelve a asaltar la inevitable reflexión y con ella la gratitud por haber dialogado con uno de los más interesantes talentos de las artes visuales y de la literatura cubana de todos los tiempos. Usted, queda invitado.