Marta Rojas, fiel a la memoria de su tiempo
Quienes se interesen en conocer las acciones revolucionarias que, encabezadas por Fidel Castro y los jóvenes de la Generación del Centenario, ocurrieron el 26 de julio de 1953, deben obligatoriamente revisar las páginas que, sobre la heroica gesta, escribiera Marta Rojas.
Como es conocido, la entonces joven periodista fue testigo excepcional de la Causa 37 de 1953, el juicio seguido por la tiranía batistiana a Fidel y sus compañeros por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo.
Son varios los libros publicados por Marta Rojas sobre un acontecimiento que conmocionó la historia de la nación cubana y vislumbró que —a pesar de no haber alcanzado el propósito esperado— no era ya posible abandonar la lucha por la libertad e independencia de la patria amada.
En esa bibliografía sobresale, indudablemente, La generación del centenario en el juicio del Moncada (1960), libro en que se presenta la valiosa información recogida por la autora, en 1953, que la censura batistiana impidió dar a conocer en su momento.
Conocida en posteriores ediciones ampliadas como El juicio del Moncada, esa obra no solo testimonia el desarrollo del citado proceso llevado a cabo, en 1953, en Santiago de Cuba, sino también los antecedentes que hicieron posible organizar la acción armada.
No es sorprendente, así, que, luego de leer ese libro, las heroínas Haydée Santamaría y Melba Hernández, las únicas mujeres participantes en el asalto, manifestaran su “absoluta tranquilidad histórica”, ya que se reflejan los aspectos más importantes de la acción.
Pequeña Gigante. Historia de: La historia me absolverá (2010) es otro de los libros de Marta Rojas relacionados con la epopeya. Obra por cierto que, de acuerdo a la trascendencia del tema abordado, no ha sido atendida por la crítica en su real y justa dimensión.
En ese testimonio, a través de múltiples voces, se cuenta cómo fue posible, a pesar de la feroz persecución de la dictadura, editar, publicar y distribuir en el país el alegato de autodefensa de Fidel en la Causa 37, conocido como La historia de absolverá.
Otros dos títulos complementan esta serie: el testimonio El que debe vivir (1978), reconocido con el Premio Casa de las Américas, y la novela testimonio La Cueva del Muerto (1983), adaptada al cine por Santiago Álvarez como Los refugiados de la Cueva del Muerto.
“Sería parcial e injusto concluir que el aporte de Marta Rojas a la cultura cubana contemporánea aparece solo en esos libros que, desde el testimonio y el periodismo, reflejan las realidades y problemáticas que le preocuparon —y ocuparon— a lo largo de su vida”.
El ejercicio periodístico de más de seis décadas —en publicaciones como la revista Bohemia y los diarios Revolución y Granma—, le permitió a Marta Rojas enriquecer su relación de libros publicados, nacidos a partir de su extensa y fecunda experiencia profesional.
En esa relación es posible encontrar, entre otros, los volúmenes titulados Escenas de Vietnam (1960), Tania, la guerrillera inolvidable (1974) —como coautora—, El aula verde (1982), El médico de la familia en la Sierra Maestra (1986) y La maleta perdida (2003).
Sería parcial e injusto concluir que el aporte de Marta Rojas a la cultura cubana contemporánea aparece solo en esos libros que, desde el testimonio y el periodismo, reflejan las realidades y problemáticas que le preocuparon —y ocuparon— a lo largo de su vida.
Resulta imprescindible reflexionar sobre el ciclo narrativo que le posibilitó a la escritora entregar, a la actual novelística cubana, obras que, en inteligente entrecruzamiento de realidad y ficción, relatan historias que trascienden más allá del mero entretenimiento.
Porque leer novelas como El columpio de Rey Spencer (1993), Santa lujuria o Papeles de blanco (1998), Inglesa por un año (2006), El equipaje amarillo (2009) o Las campanas de Juana la Loca (2014), es como adentrarse en pasajes de la propia historia de la nación cubana.
Son narraciones que logran demostrar, mediante un ameno y bien pensado discurso, la manera en que tradiciones, leyendas, costumbres, traídas por inmigrantes españoles, ingleses, chinos, caribeños, enriquecieron, a través de los siglos, la propia identidad de la Mayor de las Antillas.
Numerosos fueron los galardones, los premios, los homenajes que, como estímulo a su ejercicio periodístico y a su creación literaria, recibió Marta Rojas, tanto dentro como fuera de la Isla, durante sus fértiles 93 años de vida.
No creo, sin embargo, que exista mejor reconocimiento que la opinión de Alejo Carpentier: “ágil y talentosa escritora, de profunda vocación periodística, mirada sagaz, estilo directo y preciso, novelista por instinto que tiene el don de mostrar muchas cosas con pocas palabras”.
Ahora que la periodista, la escritora, se ha marchado, volvamos a sus libros de testimonio, a sus novelas; leamos otra vez sus textos dispersos en revistas y periódicos… Solo así podrá comprobarse que Marta Rojas fue siempre –quién puede dudarlo– fiel a la memoria de su tiempo.