Isla: “Al servicio de los intereses cubanos”

Cira Romero
17/11/2016

A partir del 23 de mayo de 1936, y hasta el 19 de diciembre de igual año, vio la luz, cada dos semanas, la revista Isla, dirigida por Emeterio S. Santovenia, quien por entonces ya se había destacado como historiador, además de haber colaborado en numerosas publicaciones como El Fígaro, El Triunfo y Diario de la Marina, entre otras. También fue cofundador de Cuba Nueva, órgano del ABC.

Como subdirector de Isla fungió Francisco Ichaso, que había sido miembro del grupo Minorista y coeditor de la Revista de Avance (1927-1930), principal órgano de la vanguardia artística cubana. Igualmente, fue miembro del ABC durante la dictadura de Machado, director de Denuncia, su órgano clandestino, y más tarde redactor de Acción. Luego de la caída de la dictadura fue director de la Oficina de Prensa e Información del Palacio Presidencial, y en 1940, sería delegado a la Asamblea Constituyente de 1940 y representante a la Cámara por el Partido ABC. Con Santovenia fundó una importante editorial, Trópico, que tuvo a su cargo la edición en 74 tomos —aparecidos entre 1936-1953—, de lo que en ese momento se consideraron las Obras completas de José Martí, con una introducción de Gonzalo de Quesada y Miranda, hoy notablemente enriquecida a partir de las investigaciones debidas al Centro de Estudios Martianos.

Entre los propósitos de Isla estuvo “estudiar los problemas nacionales con absoluta objetividad y con vistas a soluciones prácticas, de utilidad colectiva”, de modo que en sus páginas predominaron temas de carácter político, económico y social, tanto nacionales como internacionales, aunque también hubo espacio para la cultura, en especial la literatura, mediante la publicación de artículos, cuentos, poesías y crítica literaria.

La publicación mantuvo una sección titulada “Documentos cubanos”, la cual reflejaba la situación de los trabajadores cubanos, dirigida por el español Rafael Marquina (1887-1960), radicado en La Habana desde 1906, y quien ya se había desempeñado como periodista y dramaturgo en su Barcelona natal.

Aunque Isla se inserta en una especie de boom de revistas que surgió en 1936 y contó con una amplia nómina de figuras notables, no pudo avanzar mucho en el tiempo, ni siquiera competir con otras como su coetánea Mediodía, cuyos principios rectores, en el orden ideológico, se mantuvieron fieles a la izquierda. Firmas como la de Carlos Rafael Rodríguez, Camila Henríquez Ureña, Jorge Mañach, Raimundo Lazo, Emilio Ballagas, Carolina Poncet, Mariblanca Sabas Alomá, Manuel Bisbé, Eugenio Florit, Enrique Gay Calbó, Rafael Suárez Solís, José María Chacón y Calvo y Rafael García Bárcena se hicieron sentir en sus páginas, nombres todos de mucha significación en la vida cultural cubana de entonces.

La poesía fue uno de los géneros que estuvo más presente en Isla. Así, Ballagas publicó su poema “Psalmo”, que contiene versos harto elocuentes de la crisis en que vivía su autor, consecuencia de la crisis de valores imperante en el contexto nacional, tras el derrocamiento de la dictadura machadista. Veamos un fragmento:

¿Somos y por qué somos y para qué vivimos?
Cobre, sudor, ceniza, miércoles de morir.
Humor, tierra cansada, suspiro sin estrella,
Sin sonrisa descalza, ni trino al entreabrir.
[…]
Un hijo que despierta, que se asoma y que siente
Cómo el frío fabrica puñales diminutos…
[…]
El grito se hizo carne, el barro ojos y labios,
Columna vertebral, saliva, voz, criatura…
[…]
Buscamos la respuesta verdadera en el hijo:
¡Nuestra sangre que corre, doliente, perseguida
Por sobre los caminos nocturnos y extraviados
Pisando arena y vidrios y espinas de la ira!
 
De Florit ocupó página la décima que dice:
Por el sueño hay tibias voces
Que, persistente llamada,
Fingen sonrisa dorada
En los minutos veloces.
Trinos de pechos precoces,
Inquietos al despertar,
Ponen en alto el cantar
Dorado de sus auroras
En tanto que voladoras
Brisas le salen al mar.

Como otros muchos intentos que dieron al traste, Isla salió de la corriente de publicaciones que por entonces animaba la vida del país por razones de carácter económico. Sin embargo, sus páginas, sin avanzar más allá de la discreción, nos deparan, al visitarlas, una sensación de que se había trazado una directriz, si bien interrumpida, digna de aprecio.