La oportunidad de respirar los aires de uno de los escritores de todos los tiempos es un privilegio para aquellos cubanos que en las salas de la casa donde viviera el escritor, ensayista, narrador y poeta José Lezama Lima, han permanecido en observación después de haber sido inmunizados contra la COVID-19 con la vacuna Abdala. Esta iniciativa forma parte de una invitación que el Ministerio de Cultura de Cuba hace a los artistas y creadores cubanos para acompañar el proceso de vacunación desde el arte y la cultura, a la cual se han sumado instituciones, consejos, centros, la Enseñanza Artística y el Consejo Nacional de Patrimonio, a lo largo y ancho de todo el país.
Justamente para dar continuidad a la labor comunitaria que realizan los museos en Cuba se propuso la Casa Museo Lezama Lima —espacio donde permanecen objetos, artículos, recuerdos y gran parte de la colección literaria de este autor cubano y universal— como centro de observación para apoyar esta acción donde la salud y el arte se hermanan por la vida.
En este noble gesto está implícita la oportunidad de dar a conocer y hacer extensivas —en momentos donde el arte se estima más que nunca— la vida y obra de este intelectual cubano imprescindible en el panorama literario de Cuba y el mundo, por su agudeza registrada desde la poesía, el ensayo y la narrativa.
Sobresale en su labor la fundación de revistas de letras y artes, entre las que destaca Orígenes (1944-1956), considerada la más importante de su clase en lengua hispánica durante ese lapso; publicación que además da nombre al grupo de escritores, pintores, músicos y editores que acompañaron a Lezama en los años 40 y 50, y que presentan a través de su textos y obras una cubanía esencial, trascendente y de alta calidad frente a la frustración que imponían los tiempos de la República, en que la cultura sufría una extraordinaria banalización.
Aunque es complejo exponer la relación que entraña la sostenibilidad de la calidad del arte y la cultura en los momentos más urgentes del país, resulta una realidad apreciar cómo, desde las primeras intenciones ancladas por los intelectuales del grupo Orígenes y hasta nuestros días, se ha tejido y posicionado el arte y la cultura como un concepto inclusivo, al alcance de todos.
“La salud y el arte se hermanan por la vida”.
A más de siete décadas de la sentencia del escritor cubano donde expresa que “la creación y la cultura servirán como resistencia, salvación o compensación a la trivialidad”, se salvan y cultivan vidas, al mismo tiempo que se reconoce el pensamiento, la vida y la obra de este intelectual cubano, desde los mismos salones donde probablemente nacieran sus más atinadas y genuinas reflexiones.
La misión, realizada por un grupo de especialistas liderados por el Consejo Nacional de Patrimonio y la dirección de la Casa Museo José Lezama Lima, ha incluido conversatorios sobre momentos fundamentales de la vida del autor, en los que se describe la curiosidad que entraña la llegada al mundo del ilustre habanero en el antiguo campamento militar de Columbia (hoy Ciudad Libertad) el 19 de diciembre de 1910, academia de la cual su padre era oficial e impartía clases; la afectación de la estabilidad familiar y emocional que sufrió desde niño ante la temprana muerte de su progenitor en 1919 en Estados Unidos; su retorno a La Habana, primero al vivir por un tiempo con su abuela materna en Prado No. 9, y más tarde en Prado No. 162, en Centro Habana, actual Casa Museo José Lezama Lima.
En momentos tan puntuales como los que vive la Isla, y en medio de un contexto donde los asedios contra nuestras victorias parecieran no tener fin ni maneras de expresión, pudiera parecer una utopía que el arte y la cultura sean los mejores aliados de este proceso sanitario. Sin embargo, para quien ha crecido en Cuba no es ajena esta bondad que posiciona al arte como verdadero patrimonio del pueblo.
En las charlas ofrecidas por los historiadores de la institución a los pacientes vacunados en su tiempo de espera se esboza cómo se desarrolla la obra de Lezama como investigador, y se hace alusión a títulos significativos de la literatura cubana e internacional como Analecta del reloj (1953), La expresión americana (1957) y Tratados en La Habana (1958).
Además, se hace mención a su novela Paradiso, publicada en 1966 por Ediciones Unión, con ilustraciones de Fayad Jamís; libro donde el lector encuentra mucho del pensamiento estético y familiar de Lezama. Sin duda, una de las obras más importantes en lengua castellana y una de las cien mejores novelas del siglo XX en ese idioma, según el periódico español El Mundo.
Como valor añadido, en esta acción se discursa sobre su poesía, situada entre las más altas expresiones del género en Cuba y el continente, y distintiva por la ruptura del orden convencional y las “mutilaciones”:
Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
(…) Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Fragmentos a su imán (1977) se ponen como ejemplos.
No solo la vida y obra del escritor están a disposición de los vacunados durante la espera en la casa de Lezama, la visión sobre el ilustre escritor desde las artes plásticas está también presente con la muestra de un retrato que le hiciera el destacado pintor cubano Jorge Arche, el cual es desmontado por especialistas en Historia del Arte, quienes explican cada detalle de la obra.
Abdala, más que una vacuna, es un país que salva a sus hijos y les sana el alma, a la vez que hace extensiva la obra de uno de los grandes escritores cubanos.
“Abdala, más que una vacuna, es un país que salva a sus hijos y les sana el alma”.
Un homenaje, quizás sin quererlo, a quien en este mes de agosto, pero de 1976, falleciera por el asma y sus secuelas: “Son ya pocos los años que me quedan para sentir el terrible encontronazo del más allá. Pero a todo sobreviví, y he de sobrevivir también a la muerte. (…) Todo poeta (…) crea la resurrección, entona ante la muerte un hurra victorioso”.
Esta sería, del fin de su existencia, la visión de un cubano universal que, desde la literatura, la amistad, la poesía, el arte y la cultura, también defendió la vida.