Declaración de la Academia de la Historia de Cuba
Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.
José Martí
Ante los tristes acontecimientos de los últimos días, la Academia de la Historia de Cuba no puede dejar de plantear su postura.
De modo evidentemente coordinado y empleando aviesamente las facilidades comunicativas de las redes sociales se armaron protestas por la difícil situación que vivimos los cubanos ante los cortes de la corriente eléctrica, la escasez de alimentos y medicinas, y el aumento de los contagios por la pandemia de la COVID-19 con la entrada de nuevas cepas.
Cualquier mirada sensata no puede pasar por alto que todos estos asuntos se potencian en el caso cubano por las medidas del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por los gobiernos de Estados Unidos, aumentadas por la administración anterior y mantenidas por la presente. Es perfectamente sabido que esa política surgió y se ha sustentado precisamente con el propósito de hacerle la vida muy difícil al pueblo cubano para llevarlo a la desesperación ante la imposibilidad de satisfacer las necesidades más cotidianas y elementales de la vida social y provocar, en consecuencia, el estallido social contra el gobierno.
El objetivo buscado es derrocar a la Revolución y retrotraer a la nación al estado anterior de dependencia y subordinación a Estados Unidos. De ahí, pues, la necesidad del pueblo revolucionario de sostener su unidad por encima de cualquier diferencia de criterios o de apreciación que se manifiesten dentro de ella.
Bienvenido sea el debate respetuoso y constructivo por los canales adecuados, el rechazo a aquellos que pretenden escudarse en posiciones alcanzadas sin la pretensión verdadera de servir al pueblo y a la Revolución, la labor incansable de intercambiar con el que tiene dudas acerca del ejercicio del poder revolucionario. La Revolución es obra de todos y para el servicio de todos; no mera experiencia de un grupo selecto, sino creación original y apropiada a las circunstancias de las grandes mayorías. Hay que dejar espacio para considerar lo que pueda aportar la experiencia práctica.
Los procesos sociales profundamente renovadores y liberadores de las energías, deseos e intereses de las mayorías —como lo ha sido y debe seguir siéndolo la Revolución cubana— tienen que equilibrar los principios, los objetivos y las posibilidades, elementos que no pueden ser ensamblados como un todo para la eternidad. Ello es imprescindible en esta desmesurada porfía entre un país pequeño y la más poderosa potencia mundial de la historia, cuyo enfrentamiento se torna contemporáneamente más difícil por la enorme capacidad militar, tecnológica y económica de la segunda.
“La Revolución es obra de todos y para el servicio de todos; no mera experiencia de un grupo selecto, sino creación original y apropiada a las circunstancias de las grandes mayorías”.
A la fuerza moral, a lo alcanzado hasta hoy en cuanto a unidad del pueblo, han de unirse la astucia, la audacia y el talento para, desde los principios, adecuar los objetivos y la organización de la sociedad para alcanzar aquellos en correspondencia con lo logrado hasta hoy y con los nuevos desafíos que levantan tanto los mismos resultados obtenidos, como las insuficiencias viejas y nuevas más las reacciones del enemigo imperialista que también perfecciona sus instrumentos.
Ya hace tiempo que la batalla de ideas es esencial, al extremo que podría estimarse ese como el punto principal en que se nos enfrenta. Y en ese campo, las tecnologías y recursos con que se nos atacan, han desplegado cierta eficacia para crear estereotipos mentales y de valores de alcances colectivos.
La Revolución y sus instituciones políticas, gubernamentales, académicas, de la sociedad civil, así como su presencia en los diferentes sectores sociales, han de trabajar tomando en cuenta para su actuar las necesidades del momento y de las circunstancias. El proyecto ha de ajustarse una y otra vez a la realidad, so pena de irse haciendo obsolescente a pesar de sus buenas intenciones y de su éxito en épocas precedentes. Y hay que saber combatir con todos los recursos del pensamiento, de la imagen, de los sentimientos y de las armas, si fuere necesario.
El aspecto central de los principios y de los objetivos es sostener la independencia y la soberanía, y no perder las conquistas de la Revolución que eliminaron las abismales diferencias sociales. Para ello, la unidad ha de ampliarse cada vez más en lo que así lo amerite. Hoy parte de esa unidad descansa en el conocimiento y en los sentimientos de orgullo y de amor por nuestra historia, por nuestros valores y nuestra identidad.
Como dijo José Martí al convocar, en nombre del Partido Revolucionario Cubano, a la guerra necesaria contra el colonialismo y evitar la anexión, la de amor y no de odios, para liberar a Cuba y para impulsar el equilibrio del mundo y el bien mayor del hombre: “Los flojos, respeten. Los grandes adelante. Esta es una tarea de grandes”. Los cubanos de hoy hemos de ser grandes.
Academia de la Historia de Cuba
La Habana, 20 de julio de 2021