Reynaldo Martínez Campillo. Geometria,120 x80, 2008
Estaba enfermo y sin un real, pero se suicidó porque olía a cebolla.
-Huele a cebolla que apesta, huele un horror a cebolla.
-Cállate, hombre, yo no huelo nada, ¿quieres que abra la ventana?
-No, me es igual. El olor no se iría, son las paredes las que huelen a cebolla, las manos me huelen a cebolla.
La mujer era la imagen de la paciencia.
-¿Quieres lavarte las manos?
-No, no quiero, el corazón también me huele a cebolla.
-Tranquilízate.
-No puedo, huele a cebolla.
-Anda, procura dormir un poco.
-No podría, todo me huele a cebolla.
-Oye, ¿quieres un vaso de leche?
-No quiero un vaso de leche. Quisiera morirme, nada más que morirme muy de prisa, cada vez huele más a cebolla.
-No digas tonterías.
-¡Digo lo que me da la gana! ¡Huele a cebolla!
El hombre se echó a llorar.
-¡Huele a cebolla!
-Bueno, hombre, bueno, huele a cebolla.
-¡Claro que huele a cebolla! ¡Una peste!
La mujer abrió la ventana. El hombre, con los ojos llenos de lágrimas, empezó a gritar.
-¡Cierra la ventana! ¡No quiero que se vaya el olor a cebolla!
-Como quieras.
La mujer cerró la ventana.
-Oye, quiero agua en una taza; en un vaso, no.
La mujer fue a la cocina, a prepararle una taza de agua a su marido.
La mujer estaba lavando la taza cuando se oyó un berrido infernal, como si a un hombre se le hubieran roto los dos pulmones de repente.
El golpe del cuerpo contra las losetas del patio, la mujer no lo oyó. En vez sintió un dolor en las sienes, un dolor frío y agudo como el de un pinchazo con una aguja muy larga.
-¡Ay!
El grito de la mujer salió por la ventana abierta; nadie le contestó, la cama estaba vacía.
Algunos vecinos se asomaron a las ventanas del patio.
-¿Qué pasa?
La mujer no podía hablar. De haber podido hacerlo, hubiera dicho:
-Nada, que olía un poco a cebolla.
Camilo José de Cela (Coruña, 1916-Madrid, 2002) es, sobre todo, el autor de La familia de Pascual Duarte (1942) y de La Colmena (1951), dos novelas capitales en el corpus narrativo del idioma castellano.
La familia…está ambientada en Extremadura, en el período inmediatamente anterior a la Guerra Civil y durante la escenificación del conflicto fratricida que dividió, hasta hoy, a España entre republicanos y falangistas. El crudo realismo de esta novela, la incontenible violencia que se narra en sus páginas, le valió la etiqueta de “tremendista”, término que luego se emplearía para designar una corriente del realismo peninsular.
Por su parte, La colmena se desarrolla en el Madrid de los primeros meses del Franquismo. Resulta un abigarrado fresco donde se entrecruzan varios personajes y familias. La primera edición de esta obra es argentina, ya que el régimen la censuró por lo descarnado de su lenguaje y por el fuerte erotismo.
Resulta paradójico que el mismo Cela haya fungido como censor y delator para el franquismo. Existe una carta de 1938, dirigida al por entonces comisario general del cuerpo Investigación y Vigilancia del Ministerio de Información, donde el novel escritor —tenía entonces 21 años— expresa: “Que habiendo vivido en Madrid y sin interrupción durante los últimos 13 años, cree poder prestar datos sobre personas y conductas, que pudieran ser de utilidad.”
Cela fue fundador de la prestigiosa revista Papeles de Son Armadans (1956-1979) donde, no obstante, hizo un lugar a los mejores escritores republicanos del exilio.
Otro de sus episodios oscuros fue la connivencia con el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez (Venezuela, 1914-España, 2001), a quien prometió, a cambio de una inusualmente abultada suma de dinero, una serie de seis novelas que servirían para exaltar al régimen. Se llamaría Historias de Venezuela, pero sólo llegó a aparecer La catira (1955), que constituyó un verdadero escándalo entre los sectores progresistas.
Ya se sabe: entre la obra y su autor existe la misma relación que entre la miel y la abeja: aunque mutuamente condicionadas, resultan perfectamente separables. Y lo cierto es que Cela es un escritor enorme, al que siempre habrá que volver.
De entre su extensa bibliografía entresacamos algunos títulos importantes: Oficio de tinieblas (1973), Mazurca para dos muertos (1983), Once cuentos de fútbol (1963) y Cuentos para después del baño (1974). Su obra ha sido llevada al cine con notables resultados.
Camilo José Cela (nacido Camilo José María Manuel Juan Ramón Francisco Javier de Jerónimo) Trulock, fue reconocido en vida por su innegable estatuara literaria; los galardones más notables que recibió fueron el Premio Nobel de Literatura (1989) y Premio Cervantes (1995). (AF)