Mi amor por la música nació en Cuba y en ella me hice quien soy
“Patria es humanidad”
José Martí
Redescubrir al pianista cubano Ignacio Nachito Herrera presupone que recordamos sus primeros pasos como músico profesional en Cuba. A la edad de doce años interpretó el Concierto no. 2 para piano y orquesta en do menor, de Serguei Rachmaninov, acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, y al año siguiente como preparación para participar en el concurso internacional Margarret Lon en Francia, deleitó al público de Villa Clara, acompañado por su Orquesta Sinfónica. En esa ocasión dirigida por el maestro Rubén Urribari, interpretó el Concierto no. 3 para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven.
Graduado de Licenciatura en Música, en las especialidades de piano y dirección orquestal, en la Universidad de las Artes de Cuba, su proceso de formación contó con la sapiencia de grandes maestros cubanos como Jorge Gómez Labraña, Alicia Perea, Frank Fernández y Rubén González en el piano, así como los conocimientos sobre arreglo, orquestación, armonía, solfeo e instrumentación y composición de otros grandes como Harold Gramatges, Enrique González Manticci, Rafael Somavilla, García Caturla, Ignacio Herrera (padre), Orlando Vistel y Norman Milanés Moreno.
Como profesional, Nachito, trabajó con importantes orquestas de música popular cubanas: La 440, Pachito Alonso y sus Kini Kini, la orquesta de Enrique Jorrín y la Charanga Habanera; dirigió la orquesta del show de Tropicana e integró como solista el Conjunto Artístico de las FAR, desdoblándose como intérprete de música clásica y tradicional cubana. Durante este periodo sus experiencias estuvieron en el campo de la dirección musical, los arreglos y la producción musical de muchos de los discos editados por estas agrupaciones. Posteriormente pasó a integrar el proyecto internacional Cubanísimo, donde se desempeñó como pianista, arreglista y compositor y combinó ese trabajo con su participación como invitado especial en Afro-Cuban All Stars. Estos resultados reafirman su desempeño como virtuoso pianista, arreglista, orquestador y compositor, y marcaron el despegue de su carrera internacional como solista.
Dentro del mundo académico se ha desempeñado como profesor de prestigiosas escuelas de música y universidades, tales como el Conservatorio de Música Mac Phail, en Minnesota, e impartido clases magistrales en otras como Berkeley, labor alternada con la de asesoría en las universidades de Wisconsin Eau Claire, Dakota Norte y de Iowa entre otras.
Ha compartido escenario con grandes artistas de la música del mundo como Omara Portuondo, Elena Burke, Moraima Secada, Gal Costa, Tata Güines, Rubén González, Chic Corea, Macoy Tiner, Emilo del Monte, Carlos del Puerto, Manny Lauriano, Doc Puentes y Giovanni Hidalgo, Michael Tainer, Steve Turre entre otros. Por su parte la interpretación de música académica y jazz lo llevó al escenario de la mano de la Minnesota Orchestra, The Wayzata Symphony, la Naples Philharmonic Orchestra, Chippewa Valley Symphony y Tierra Viento y Fuego. En su paso por Europa y Asia ha tocado acompañado de las orquestas Filarmónicas de Valencia, Francia, Japón, China y Londres.
“la vida me dio el privilegio de enseñarle al pueblo americano cómo hacen la música clásica los músicos cubanos, el alto nivel que tienen…”.
Hoy, a más de 20 años de una carrera exitosa como solista y compositor, proyectada desde Minnesota, conversamos con el maestro Nachito Herrera, que se presenta en el primer Festival Cultural de Cubanos Residentes en el Exterior: Cuba va Conmigo.
Nachito, ¿cuáles son los saberes y experiencias que te aportó ser un músico cubano graduado en la academia de música?
Comencé mis estudios del piano a los cinco años en mi casa de Artemisa con una maestra particular, mi padre pianista, conservaba un piano Steinway regalado por mi abuelo, y me presenta a una audición con el maestro Jorge Gómez Labraña y Alicia Perea. Es entonces que con siete años comienzo mis estudios en el Conservatorio Alejandro García Caturla, paso a la Escuela Nacional de Arte a estudiar nivel medio y después al Instituto Superior de Arte (ISA) para completar mis estudios académicos.
Realmente me preparé durante dos años con mi maestro Jorge Gómez Labraña para cursar el nivel superior en Hungría, en el Conservatorio Bartók-Liszt. Desafortunadamente las becas solo llegan para estudiar en Moscú en el conservatorio Chaikovski, por lo que decidí quedarme a concluir los estudios con mi maestro Labraña en la Universidad de las Artes de Cuba. Estudié toda mi vida la técnica húngara, ya que mi profesor es graduado de doctorado en esa universidad, por tanto, no tenía sentido comenzar en Rusia, cuando mi formación estaba sólidamente asentada en el estilo húngaro.
Graduarme del ISA y conocer y aprender de grandes músicos cubanos fue un proceso paralelo, ya que mi padre era pianista de la Pequeña Sinfónica de Manticci, además de arreglista de numerosas orquestas, y fue quien me inició en la música, muy preocupado porque pudiera nutrirme de una formación académica y estudiar asignaturas como Historia de la Música, Armonía, Orquestación e Instrumentación, así como un profundo dominio técnico del piano; pero también me llevó a todos los ensayos y presentaciones posibles de las orquestas populares de las cuales formó parte. Eso afirmó lo que soy, un pianista que defiende la música y la escuela cubanas, que, creo, es una de las más completas.
En mi casa conocí a Changuito que tocaba el drums en la orquesta Big Band de mi padre, a César (Pupi) Pedroso, cuando estaba en la orquesta de Papa Cun cún.
Mi padre formó parte de la orquesta de Revé llamada La Rumbantela, y compartió con músicos de la talla de Germán Velazco en el saxo, Juan Munguilla en la trompeta y Lázaro (el lobo) en el trombón, y por tanto me mantuve muy pendiente de los arreglos y la manera de tocar la música cubana.
Cuando mi padre fue director musical del show del Cabaret Parisién fue la oportunidad de acercarme a Omara Portuondo, Elena Burke y a Moraima Secada. Por entonces, en casa, él buscaba una caja de cerveza y me subía en ella para alcanzar la organeta, que era el piano eléctrico de la época, y así tocaba con ellos en los ensayos y hacía de oído mis primeros tumbaos. A su vez cuando integró la orquesta Los Reyes 73, me enseñó a leer a primera vista (a él no se le escapaba ni una mosca cuando leía en la orquesta de la Radio y la Televisión), ahí conocí a grandes músicos como Pedro Coto, Miguel Patterson, Pérez Pérez, Urbay y Elpidio Chapotín. Esa experiencia fue grande, por eso me considero de una generación privilegiada porque pudimos aprender de todos ellos, grandes músicos que aún eran jóvenes.
Y lo mismo sucedió cuando conocí Tropicana y estuve cerca del Conjunto de Roberto Faz. Me dedicaba a estudiar intensamente el programa clásico durante la semana, y el fin de semana partía con papá a los clubes y cabarets: en las Cañitas del Habana Libre conocí a Nicolás Reinoso y descubrí el jazz, y así comencé a explorar el mundo de la improvisación. Un día mi padre me invitó a tocar por él en el show del Parisién, y en ese momento me dijo: “Ya estás listo, ya puedes tocar, hacer arreglos; ya puedes ir por tu camino, solo”.
Fue muy lindo, escucharlo de él, después de prepararme por tantos años, y tocar en todos los formatos musicales: charanga típica, conjuntos, todos los géneros y estilos, fue algo importante para mí.
¿Qué vivencias puedes comentarnos sobre tu paso por las orquestas cubanas?
Me inicié como suplencia de mi padre en el Conjunto de Roberto Faz. También dirigí la orquesta del show de Tropicana, donde conocí y aprendí de García Caturla. En el jazz había en esos años una competencia saludable y fuerte entre los pianistas. Todos veníamos de la música clásica y tomábamos de Chic Corea, Herbie Hancock, Oscar Peterson, entre otros, ya que el nivel técnico del piano nos permitía ese virtuosismo.
“rompiendo las barreras del bloqueo cultural con el amor por la música…”.
Comienzo a trabajar con Soledad Delgado en el segundo show del Capri y conozco a Rubén González, que era el pianista de la Orquesta Jorrín; ellos hacían el primer show. De él aprendí la forma de ejecutar los montunos y sus variaciones, específicamente del cha cha chá. En una ocasión le pedí que me dejara tocar un tema con la orquesta, él me dijo: “sí, mi hijo, cómo no”. Yo hice un solo de piano pero mis conocimientos sobre la música cubana para improvisar eran mínimos, por lo que utilicé el jazz y las frases virtuosas y rápidas básicamente de la música americana. Cuando concluí le pregunté: “¿maestro, qué le pareció?” Y me dijo: “mi hijo, tú tienes una técnica fantástica, pero de la música cubana, de cómo se improvisa y del cha cha chá, no sabes nada”. Es ahí donde le pido que me imparta clases y empezamos a trabajar juntos en el mismo camerino del cabaret. En un piano chiquito, en malas condiciones, me enseñó sobre los montunos del cha cha chá y su relación con la música clásica, específicamente con la de Juan Sebastián Bach, sus Preludios y Fugas. Me mostró la independencia que se necesita para hacer los montunos y comenzó a tocar el Preludio y Fuga en do menor de Bach. De ahí parten mis conocimientos sobre el montuno, fue la base para desarrollar en el piano estos recursos.
Luego de muchos años fui el pianista que lo sustituye en la Orquesta Jorrín a su retiro, y tuve la dicha, años después, de encontrarnos siendo él pianista del Buenavista Social Club, para tocar a dos pianos en el Royal International London Park. Interpretamos varios temas, y fue una de las ocasiones más hermosas vividas en mi carrera. Durante estos años trabajé con varias orquestas cubanas y finalmente llegué a Cubanismo en 1996.
Cubanismo es un hito importante en tu carrera, ¿qué le aportó a tu trabajo?
Comencé en Cubanismo como pianista suplente, y al año pasé a ser el pianista de la agrupación debido a problemas de salud de Alfredo Rodríguez. Comencé como director musical, y arreglista del CD Reencarnación. Este proyecto dirigido por Jesús Alemañy (el tío), anteriormente trompeta del Septeto Sierra Maestra, reunió a varias leyendas de la música cubana como Tata Guiñes, Carlos del Puerto, Emilio del Monte, Carlos Godínez, Rolo Martínez, Jesús Alemañy y músicos más jóvenes como Tomás Ruiz (el panga) el Bola en la trompeta, Carlitos en el trombón y yo, calzados por el experimentado Javier Zalba, y Pérez Pérez en los saxofones, así como algunos músicos ingleses. La orquesta llegó a ser como una pequeña Big Band.
Giramos por todos los continentes, tocamos en escenarios de más de 150 000 personas, en lugares especializados e importantes del espectáculo musical en el mundo. Este proyecto es el que lanza a Nachito Herrera al mundo de los grandes eventos musicales Aquí puse a prueba todos los conocimientos sobre los géneros de la música popular y tradicional cubanas y lo aprendido sobre la técnica clásica del piano. Era un proyecto de espectáculo variado con géneros cubanos, populares y tradicionales, descargas de Latin jazz e instrumentales. No estaba hecho solamente para bailar, estaba también diseñado para escuchar; los discos son una muestra de ello.
Para el disco Reencarnación hice un arreglo del tema “El platanal de Bartolo” y gustó tanto que nunca se pudo sacar del repertorio de la orquesta, tanto que se incluyó en la banda sonora de una película. En el año 1998 visitamos 153 países y compartimos escenario entre otros invitados con la agrupación norteamericana Tierra, Viento y Fuego.
Algo importante en mi carrera es la producción del disco sobre la música de New Orleans, estuve estudiando y trabajando por varios meses junto a Jesús Alemañy, para conformar el proyecto que fue idea del productor de Cubanismo, Joey Boy. Este proyecto consistió en fusionar la música cubana y de New Orleans, sus raíces, a partir del estilo Second hand, que tiene muchas similitudes con la música nuestra. Este arduo trabajo dio origen al disco Mardi Gras Mambo. Cubanismo In New Orleans, y fue nominado al Grammy. También trabajé como arreglista y pianista en un CD de Homenaje a Bob Marley, llevando el reggae a la música cubana. En esta producción, Cubanismo participó como orquesta base y tuvo entre sus invitados a Rubén Blades.
Sobre tu trabajo el maestro de la pianística cubana Frank Fernández expresó: “Nachito es alguien que nos tiene acostumbrados a su poderío técnico y su batería de octavas, con dedos tan poderosos, ese saber hacer de la música, ese conocimiento de lo académico y de lo popular que también aprendió aquí sobre todo en nuestro país, aunque ahora vive en los Estados Unidos”. Conozco que resides en Estados Unidos, en el Estado de Minnesota, desde 2001, pero has estado visitando ese país desde el año 1996 con el proyecto Cubanismo. En el año 2001 recibes la invitación de participar como profesor de una de las Universidades del Estado y dirigir la orquesta del prestigioso History Teatro of Minnesota para la puesta en escena de la obra Los Rumbaleros, que estuvo en taquilla por 3 meses consecutivos. Cuéntanos cómo llegas a Minnesota. ¿Qué representó este cambio en tu vida?
Mi carrera en Minnesota se inició a partir del 2001 trabajando como pianista solista concertista, y desempeñándome tanto en la música académica como dentro del jazz. Esto me acercó a grandes músicos de ambos géneros con los cuales a lo largo de estos 20 años he compartido escenarios. He tenido el honor de ser acogido por el pueblo de Minnesota y las instituciones del Estado como Hijo Ilustre, he recibido más de 14 Proclamaciones por el Gobernador del Estado y Alcalde de las dos ciudades por mi trabajo, desde la cultura, en defensa de la identidad de los pueblos de América. Los latinos y los afrodescendientes somos una fuerza importante, y como cubano he tratado de mostrar nuestra cultura y afianzar en la distancia nuestra identidad, contribuyendo al desarrollo artístico del Estado y la sociedad civil.
Por tal motivo el 1 de diciembre fue declarado el Día de Nachito Herrera en Minnesota, también recibí el premio junto a Plácido Domingo de Mejor Emigrante de Los Estados Unidos, el único cubano que ha recibido dicha distinción, otorgado por la Asociación de Abogados de los Estados Unidos, por nuestra colaboración a las artes y el desarrollo de las mismas en el país.
Soy uno de los pianistas exclusivos de Steinway, por lo que ahora somos dos cubanos, el maestro Frank Fernández y yo. Esto para mí es un honor inmenso, primero porque estoy junto a un maestro cubano de maestros, que me ha guidado en mis pasos, alguien cercano a quien admiro y quiero y segundo, porque este galardón lo han recibido grandes pianistas en el mundo tales como Serguei Raschmaninov, Vladimir Horowitz, Daniel Baremboim y Arthur Rubinstein.
En el año 2013 se realizó la primera gira a los Estados Unidos de la Orquesta Filarmónica de Cuba, después de más de 60 años. ¿Qué puedes contarnos al respecto?
Mi esposa, la empresaria Aurora Herrera, y yo fuimos los organizadores de la primera gira de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba a Estados Unidos. La orquesta fue bajo la dirección de los maestros Enrique Pérez Mesa y Guido López Gavilán, que, además, fue maestro de dirección de orquesta del propio Pérez Mesa. Esto fue un sueño logrado en mi carrera, pues la Sinfónica cubana fue la primera orquesta que me acompañó siendo estudiante y la vida me dio el privilegio de enseñarle al pueblo americano cómo hacen la música clásica los músicos cubanos, el alto nivel que tienen; así tuvimos la oportunidad de compartir el mismo escenario con Joshua Bell e Itzahak Perlman, dos de los mejores violinistas de la época y con prestigiosas orquestas de Israel, Londres y China, entre otras.
Algo especial es que al inicio de cada función siempre tocamos los dos himnos, el americano y el cubano, fue una época en la que luchábamos por la liberación de los Cinco Héroes cubanos y portaba en la solapa de mi guayabera cubana el sello. La aceptación por parte de la Academia y el pueblo americano fue increíble, nos demostraron el amor y respeto como a cualquiera de las grandes y famosas orquestas que han pasado por los principales espacios especializados y teatros de orquestas Sinfónicas de Estados Unidos. Estos son los escenarios más grandes y prestigiosos, y los conciertos se dieron a lleno total.
El programa transitó de lo popular a lo clásico, y de lo clásico al jazz. Dentro de los fantásticos músicos que integraban la orquesta se encontraban los fundadores que me acompañaron más de una vez a mis 12 años: el maestro Depestre, Batista, la arpista Mirtha, entre muchos otros. Fue increíble volver a vernos en un país tan competitivo en esa área de la industria; pero mis cubanos se crecieron y lucimos la bandera cubana en los conciertos, creo que, sin temor a equivocarme, pusimos el nombre de la enseñanza de Cuba donde siempre ha estado, entre una de las mejores del mundo.
La gira fue organizada y coordinada por Aurora Herrera y sus promotores desde los estados Unidos y con la ayuda de alguien que queremos mucho y ya no está con nosotros, mi profesor y el maestro de muchos músicos cubanos, Roberto Chorens. Sin su ayuda, apoyo y tenacidad, no hubiera sido posible.
El pueblo de Estados Unidos aceptó algo que deseaba hace muchos años: que la Orquesta insigne de Cuba les visitara, por lo que fue aplaudida con pasión, por ejemplo en la cuidad de Albany, la capital del Estado de New York, declararon el Día de la Sinfónica Nacional de Cuba. En cada ciudad descubrimos un público diferente que apreciaba la música cubana y junto a nuestros ómnibus se movían fanáticos, periodistas y profesionales de la industria que se encargaron de difundir todos los éxitos de los conciertos en los medios de prensa más variados del país. Fue una experiencia inolvidable, recorrimos más de 40 ciudades estadounidenses, y se realizaron 48 conciertos. En ellos confluyeron varias generaciones de músicos cubanos, todos unidos, rompiendo las barreras del bloqueo cultural con el amor por la música y demostrando el respeto del pueblo americano por Cuba y su pueblo.
Acabas de presentar tu último disco Con sentimiento cubano. Patria o muerte, de la compañía Producciones Colibrí, en coproducción con la Compañía de Estados Unidos Herrera González LLC. Sobre este trabajo, el maestro Frank Fernández expresó: “Es justo ponderar que en este CD hay una madurez en la forma de tocar, una esencia, sin faltar la fuerza que siempre ha tenido, creo que hay sutilezas, ya se nota esta fuerza telúrica a que nos tiene acostumbrados Nachito, hay unas finuras, mezzo pianos, matices, serie de ideas que no solo es el alarde virtuoso, hay un músico más maduro, hay un músico más profundo, hay un artista”. ¿Qué te motivó a presentar en Cuba y para el mundo el CD Con sentimiento cubano?
Soy un sobreviviente del COVID-19, me desperté después de 14 días en coma y dije a mi familia: no espero un día más, si muero quiero dejar en la memoria de Cuba mi devoción por mi patria, el apego a mis instituciones, las que me dieron toda la sabiduría gratis. Mi amor por la música nació en Cuba y en ella me hice quien soy, aunque haya sido (como dicen muchos periodistas) más popular en el mundo.
“Mi patria son mis amigos, mi bandera, mi gente, sus colores, su música…”.
Cuba siempre me dio un espacio para desarrollarme sin límites, sin cargo, gratis, no podía renunciar a ese sueño ni por un momento, Cuba va conmigo en mi alma, en este disco. En él se expresa el amor de un cubano que sí agradece a todos los que hoy hacen la música de Cuba, aún en momentos difíciles. Yo también supe en su momento lo que son las limitaciones; pero nunca me faltó un profesor en el aula. Recuerdo a mi maestro Harold Gramatges cuando me dijo en uno de esos días en que la guagua se puso mala y llegué tarde, y al pedirle disculpas me dijo: “Te retrasaste; pero llegaste y yo te iba a esperar”.
Por esos profesores que no abandonaron el aula, como el maestro Harold, por mi papá musical Frank Fernández (así le digo cariñosamente, pues considero que es el padre de la pianística cubana de estos tiempos), por una de las mejores conductoras de coros, la Maestra: su señoría Digna Guerra, por todos ellos quise llevar mi disco al aire, darlo a conocer. Los amigos saben que me cuesta hablar de mi trabajo, prefiero hacerlo de los logros de los demás; pero en esta ocasión debo decir, que estoy extremadamente dichoso de haber nacido en Cuba, que nunca renunciaré a ella y aunque viva en Estados Unidos, cuando toco mi piano soy el mismo cubano de siempre, no podemos renunciar tan fácil a ser cubanos de patria o muerte, y no importa qué obstáculos tengamos que pasar si sabemos quiénes somos, siempre seré de patria o muerte. Mi patria son mis amigos, mi bandera, mi gente, sus colores, su música y aunque aquí creé mi familia, ellos también están orgullosos de ser cubanos como yo, y aunque hayamos emigrado eso no significa que vamos abandonar nuestra identidad.
Nachito, ¿quisieras compartir con nosotros los planes para los próximos tiempos?
La Fundación Nachito Herrera está preparando muchos proyectos para cuando sea posible trabajar directamente con Cuba. Lucho a diario para romper el embargo y mientras, coopero en tantos proyectos musicales como sea posible.
Mi compañía está lista para lanzar a otros pianistas e instrumentistas cubanos que el mundo necesita conocer. Voy a estar tocando mi música y la de Frank Fernández y la de otros músicos cubanos porque soy inquieto y me gusta nutrirme de todos, así es como soy, por eso me gusta tanto mezclar los estilos y géneros.
Querido amigo y colega, te conozco desde muy joven, estoy feliz de que puedas acercarte a tu pueblo con la participación en el festival, Cuba va conmigo. Sé que eres un cubano de pura cepa, y en ti se hace real esta máxima martiana: “El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras”. Gracias y éxitos.