El desafío de los contenidos digitales. Políticas culturales y transformación digital en el contexto cubano contemporáneo
En Cuba, con el inicio de la pandemia por la COVID-19, varias instituciones culturales comenzaron a promover actividades culturales en línea, a semejanza de lo que ocurre en otros países. Entre lo realizado destaca el Instituto Cubano de la Música, en alianza con otras instituciones y actores del sector no estatal, con transmisiones en vivo de conciertos a través de múltiples canales de Internet, y con retransmisión por la televisión cubana. Lo valioso de la experiencia, que muestra cómo la cultura multiplica su valor social en tiempos de dificultad, también constituye una oportunidad para preguntarse acerca de qué es necesario, en especial desde las políticas públicas, si se quiere aumentar la presencia de contenidos digitales en la red nacional.
Esta no es una pregunta arbitraria. La urgencia de más contenidos y servicios digitales nacionales está determinada por la mayor presencia de las tecnologías digitales en la sociedad cubana. Existe un mayor número de usuarios cubanos deseosos de consumir contenidos digitales, y si no los encuentran entre proveedores nacionales, los buscarán en otros espacios. Con la particularidad de que una vez que encuentren un proveedor que les satisfaga, tenderán a fidelizarse y por tanto dedicarán menos tiempo a explorar nuevas opciones.
A nivel global en estos momentos tiene lugar una transformación de la economía y de los soportes de los procesos comunicativos y culturales, que se basa en la apropiación activa de las tecnologías digitales como tecnologías habilitadoras de propósito general. Esta transformación eleva las exigencias de flexibilidad, capacidad innovadora y velocidad de cambios a todas las sociedades en su conjunto, y en especial a aquellas que tienen aspiraciones de desarrollo. En el caso cubano, la esfera de la informática y las telecomunicaciones en los últimos años ha experimentado grandes cambios. El número de usuarios cubanos de Internet se ha incrementado notablemente y han mejorado las condiciones de la conectividad, en correspondencia con la política de informatización reflejada en el documento Proyecto de Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030 (PCC, 2019).
De manera más específica, la conectividad en Cuba se ha caracterizado en los últimos cinco años por tres rasgos fundamentales: el dinamismo en el crecimiento de los usuarios de Internet, el papel emergente de las conexiones móviles y el lugar predominante de las redes sociales dentro del consumo de Internet por el usuario cubano.
El número de usuarios de Internet en Cuba ha tenido crecimientos importantes en los últimos años, de manera especial a partir del 2013, como producto de una dinamización de las políticas relacionadas con el sector desde el 2008.
Por ejemplo, en diciembre del 2020 se informaba que los usuarios con servicio de Internet móvil alcanzaban los 4,2 millones. Y los hogares cubanos con acceso a Internet sumaban 176 mil (Domínguez, Tamayo y Rodríguez, 28 de diciembre de 2020). Ello implica que hay un creciente número de cubanos y cubanas en la red, ya sea a través de aplicaciones móviles o de navegadores web, que chatean, buscan información, y producen y comparten contenido. Pero el crecimiento en el número de cubanos conectados no ha estado acompañado de manera suficiente de un aumento en contenidos o servicios atractivos en las redes nacionales.
“Existe un mayor número de usuarios cubanos deseosos de consumir contenidos digitales, y si no los encuentran entre proveedores nacionales, los buscarán en otros espacios”.
El proceso de informatización de la sociedad cubana tiene entre sus desafíos más fuertes el fomento de la producción de contenidos y servicios nacionales, como en su momento han reconocido tanto el actual ministro de Comunicaciones como el Presidente de la República (ver, por ejemplo: Sánchez, 16 de julio de 2019).
La existencia de una oferta local de contenidos y servicios, de manera tal que el usuario encuentre en servidores cubanos los contenidos que desee, es importante porque permitiría impulsar el fortalecimiento de la red nacional, al aprovechar de manera más eficiente los recursos instalados e incrementar su valor a partir del uso colectivo. Además, ayudaría a hacer menores los costos por tráfico internacional, al disminuir las solicitudes a servidores situados fuera del país. Optimizaría el uso del ancho de banda hacia el exterior, que quedaría para contenidos y servicios que no pueden ser encontrados localmente. También generaría ingresos por atracción de tráfico de Internet desde otros países, a partir de la calidad y riqueza de los contenidos alojados en los servidores nacionales. Y por último, y quizá la razón más importante, fortalecería la identidad nacional y la soberanía, que ganarían dinamismo en el medio digital.
Entre las consecuencias en el uso de los recursos informáticos por parte de la población cubana está el menor peso del Estado (si se compara con décadas anteriores) como ente mediador en la producción y circulación de contenidos, aunque mantiene un papel protagónico como proveedor de infraestructura. Aun cuando las encuestas hablan de la permanencia de los medios estatales como principales fuentes de información y entretenimiento, al mismo tiempo atestiguan una emergencia en el uso de otras fuentes de contenidos, especialmente en el sector más joven de la sociedad (Cubillas e Ivanovna, 2017).
Uno de los ejemplos del efecto de las tecnologías digitales e Internet en la disminución del papel del Estado lo constituye la presencia de los sitios de redes sociales. Los incrementos en conectividad, acompañados por la penetración de las tecnologías móviles, han tenido un impacto evidente en su uso. En el 2016 Facebook reportó que Cuba fue el país de mayores crecimientos en las redes sociales con un 368 %. Y en el 2018 se reportó el incremento del número de usuarios cubanos de los sitios de redes sociales en 2 075 578. De estos usuarios, un porciento mayoritario consulta sus perfiles a través de los móviles: 6.41 millones de un total de 6.47 millones (We are social y Hootsuite, 2019).
A la luz de lo anterior un ejemplo que debería promocionarse más por lo que aporta a la red nacional y a la seguridad del internauta cubano es el sitio de redes sociales de los Joven Club La tendedera, que en septiembre del 2020 contaba con algo más de 50 mil usuarios, según reporta la propia plataforma. Una experiencia un poco más publicitada es la aplicación de mensajería toDus, la cual aprovechó el período de pruebas inicial y su uso gratuito para asegurar en el 2020 una masa suficiente de usuarios —una media diaria de 520 mil usuarios, y más de 600 mil mensajes por minuto (Domínguez, Tamayo y Rodríguez, 28 de diciembre de 2020)—, en especial entre adolescentes, que le ha permitido mantenerse frente a la competencia de aplicaciones de mensajería mucho más establecidas, con gigantescas bases de usuarios y con mucho más valor agregado, como pueden ser Whatsapp, Messenger o Telegram.
Para avanzar hacia una mayor provisión de contenidos y servicios nacionales una estrategia inicial fue responsabilizar a las instituciones estatales con este objetivo, como se puede ver en las primeras formulaciones del Programa de Informatización de la Sociedad (Minrex, 2011). Sin embargo, esta estrategia tropezó en sus inicios con varias dificultades: entre ellas la precariedad del equipamiento tecnológico disponible, la insuficiencia de ancho de banda para publicar, varias rigideces normativas que dificultaban la interconexión de redes ministeriales, y la dependencia a la sensibilidad de los directivos con respecto a la importancia de la web. A partir del año 2017, con la mejoría paulatina en la conectividad del sector estatal y una mayor familiaridad con las tecnologías digitales, se revirtieron parte de estos obstáculos.
Por esa misma época surgen también algunas experiencias exitosas de nuevos contenidos y servicios en las redes cubanas, como la ya mencionada aplicación ToDus, la plataforma de blogs Reflejos, los portales para la distribución de videojuegos Ludox y La Base, la tienda cubana de aplicaciones APKlis, y la publicación de videojuegos particularmente exitosos, de manera señalada La Neurona y Coliseum, ambos producto de una alianza entre el Departamento de Animación del Icaic y la Universidad de Ciencias Informáticas (disponibles en el ya citado sitio, entre otros videojuegos más), que han acumulado usuarios y han generado ingresos notables (como se puede consultar, por ejemplo, en el artículo en Cubadebate “La sacerdotisa Irianys llega con el MOBA de Coliseum 3.0”.
La dinámica general de la apropiación social de las tecnologías en la sociedad cubana se puede caracterizar a partir de dos corrientes no necesariamente armonizadas entre sí. Una es la protagonizada por el Estado cubano y dirigida a la informatización de sus instituciones y de su relación con la ciudadanía. La segunda tendencia es la informatización desde el sector no estatal, donde los emprendimientos y los cuentapropistas tienen el protagonismo, y muestran mayor capacidad de innovación, de riesgo y de flexibilidad ante las demandas del entorno. Como ejemplo de estos emprendimientos se pudiera citar el estudio independiente de videojuegos ConWiro, colaborador de los Estudios de Animación del Icaic, o el emprendimiento de efectos visuales Remache, especializado en la postproducción audiovisual y los efectos visuales generados por computador.
Desde el sector no estatal se busca activamente actuar en un entorno legal y transparente. Sin embargo, aún se puede apreciar lentitud e incluso ausencia en una mejor interrelación entre el sector estatal y el no estatal, lo cual genera costos todavía no identificados de manera suficiente, en términos de oportunidades perdidas e ingresos no captados.
Se ha declarado la necesidad de flexibilizar la operación de las empresas estatales y la creación de parques tecnológicos con figuras empresariales que prioricen la innovación y agilidad, como pueden ser las incubadoras de empresas (Antón, 2019; Puig Meneses, 2019). Pero estas políticas aún están en una etapa muy temprana de implementación como para evaluar sus resultados o sus resultados iniciales (Cubadebate, 29 septiembre de 2020).
“Aún se puede apreciar lentitud e incluso ausencia en una mejor interrelación entre el sector estatal y el no estatal, lo cual genera costos todavía no identificados de manera suficiente (…)”.
Una mayor sinergia entre las dos tendencias descritas, añadida a la solución de las contradicciones a lo interno de cada una de ellas, impactará de manera favorable en la provisión de servicios y contenidos digitales locales, con calidad y que aporten a la cultura nacional. El sector no estatal cuenta con la capacidad y los incentivos para innovar y crear nuevos soportes y contenidos (demostrado no solo por los emprendimientos mencionados, sino por una verdadera revolución en las publicaciones periódicas en soporte digital —por ejemplo, las revistas en PDF Vistar, Garbos, Play Off, etc.—, el surgimiento de nuevos actores como los productores audiovisuales independientes o las agencias de publicidad, la cocreación colectiva de El Paquete como plataforma de circulación de contenidos digitales fuera de línea, entre otros). Así mismo el Estado y el gobierno cubanos tienen la capacidad y la voluntad de interpretar los principios de la política cultural cubana a la luz de los nuevos escenarios (Fuentes y Pérez, 30 de junio de 2019) para así mantener la participación plena de la sociedad en su conjunto en los procesos culturales, la democratización en el acceso a la cultura y el uso de esta como instrumento de emancipación.
Hubo y todavía hay otras dificultades, ahora de orden conceptual. La producción de contenidos no corresponde a una entidad específica, como una empresa o una institución. Productores de contenido, como han demostrado Wikipedia, Twitter, Facebook o Instagram, somos todos: empresas, instituciones y usuarios. Si bien desde un principio se estimuló de manera dirigida la publicación desde Cuba de contenidos en plataformas internacionales, como una manera de contrarrestar la propaganda agresiva de los Estados Unidos, aún es insuficiente el fomento de plataformas de contenidos desde Cuba hacia la sociedad cubana. La ya mencionada plataforma de blogs Reflejos fue un inicio, así como la enciclopedia colaborativa Ecured; pero es esencial avanzar más en esa dirección, diversificando plataformas para la publicación y circulación de contenidos y explorando vías de hacerlas económicamente sostenibles, con la participación del sector no estatal.
“Productores de contenido, como han demostrado Wikipedia, Twitter, Facebook o Instagram, somos todos: empresas, instituciones y usuarios”.
Políticas culturales cubanas y plataformas digitales: gestionar la sinergia entre actores
Las políticas culturales cubanas se han destacado por su fuerte énfasis en la formación de las capacidades culturales: educación artística (escuelas nacionales de arte, conservatorios, movimiento de aficionados, casas de cultura, el Instituto Superior de Arte), científicas (creación de numerosas universidades y centros de investigación), técnicas y académicas. Además, por poseer una marcada institucionalización que llega incluso al nivel local en sus órganos de dirección. Testimonio de lo anterior lo constituyen los 230 museos, 380 bibliotecas provinciales y municipales, 354 casas de cultura y 127 galerías de arte, entre otras instituciones pertenecientes al Sistema de la Cultura cubano y diseminadas a lo largo del territorio nacional, reportadas por la Oficina Nacional de Estadísticas en el año 2019 (ONEI, 2019). Sumado a lo anterior el país cuenta con un sistema nacional amplio y bien estructurado de radio y televisión, numerosas editoriales, y estudios de grabación, que aún mantienen su posición como el principal mediador entre los contenidos culturales y el público.
El último punto es especialmente importante porque ubica la naturaleza de una de las contradicciones que enfrenta el planteo actual de las políticas públicas para la cultura. Si bien el Estado aún es el principal mediador, ya no es el único. Por un lado, las barreras de costos para la mediación cultural han bajado de manera significativa y se democratizan las posibilidades para intervenir en el uso y circulación de los productos culturales, gracias a una mayor presencia de las tecnologías digitales en la sociedad cubana (por ejemplo, la producción casera o profesional de videos, podcast o libros, y su publicación en Internet). Por otro aún existen barreras, en este caso normativas e institucionales, para que otros actores medien de manera más transparente en la circulación de la cultura nacional. Con un entorno jurídico que coloque claramente las reglas de juego para todos los mediadores, estatales y no estatales, y precise desde los derechos de autor hasta la regulación de los contenidos, la dimensión digital de la cultura nacional saldría ganando en mayor diversidad y dinamismo.
A pesar del ritmo a veces lento de los cambios institucionales, este permite avizorar un entorno mucho más dinámico en las relaciones del sistema cultural con otros actores. El impulso principal viene dado por la mayor presencia de las tecnologías digitales que facilitan la puesta en circulación y el consumo de contenidos, por las enormes capacidades para la creación y la circulación cultural creadas tras varias décadas de política cultural revolucionaria, a lo que se suma el proceso de actualización del modelo económico y social cubano. Una muestra de ello lo constituye la entrada en vigor a partir del 24 de septiembre del 2019 del Decreto Ley 373, Del creador audiovisual y cinematográfico independiente y el Acuerdo 8613 del Consejo de Ministros, que aprobó la creación del Fondo de Fomento para la Producción Audiovisual y Cinematográfica, la Comisión Fílmica y una Oficina de Atención a la Producción (Gaceta Oficial Ordinaria No. 43). Como muestra la propia historia de la concepción, discusión y final promulgación de esta política, la solución de las posibles contradicciones entre las prácticas emergentes de mediación no estatal y las prácticas institucionales existentes (incluyendo el conjunto normativo que las soporta) implicará procesos de aprendizaje institucional y demandará mayor capacidad de proyección estratégica, debido a la necesaria interrelación con actores mucho más autónomos en su accionar, y por el cambio de lógicas de funcionamiento, que debe incorporar entre sus objetivos la creación de sinergias con actores que no existían antes, incluyendo los emprendimientos culturales y tecnológicos, en la búsqueda de nuevos productos y servicios culturales. Esto implicará en última instancia el enriquecimiento de nuestra cultura y el fortalecimiento de la identidad nacional, ahora en el contexto de la transformación digital.
Bibliografía
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