Aunque este primero de junio fue otro Día Mundial de la Infancia secuestrado por la pandemia, quisimos de todos modos que no pasara por alto. Por el contrario, decidimos celebrarlo en uno de los tres sitios donde en Cuba puede aquilatarse verdaderamente la inmensidad de la obra de la Revolución con relación a la infancia: la Escuela para niños discapacitados Solidaridad con Panamá. Allí sostuvimos un emotivo encuentro con tres estudiantes, con Esther María La O Ochoa y Margarita Matheu Lorenzo, directora y coordinadora respectivamente de esta institución.
“Los niños llegan a nuestra escuela como pajaritos mojados, aquí se les secan las alas para que puedan alzar el vuelo”. Fue con esta frase, máxima de todo el personal que labora en esta instalación, que nos recibió Margarita Matheu Lorenzo. Y seguidamente nos condujo hasta uno de esos pajaritos que ha aprendido a volar tan alto que ya es la jefa de colectivo de sexto grado. Su nombre es Jhóselyn de la Caridad Nobrega Mena, una niña de once años de edad que a causa de una parálisis cerebral padece, desde su nacimiento, de pie baroequino. Su patología no empaña en absoluto su alegría, mucho menos su belleza, como tampoco la locuacidad que la caracteriza, demostrada desde su primera confesión: “yo soy muy habladora”.
¿Cómo es tu vida en la escuela?
“Mi vida aquí en la escuela comienza a las 8.00 am con la celebración del matutino, donde explicamos los sucesos más importantes ocurridos en Cuba y en el mundo, porque saber de la situación mundial nos enseña a ser solidarios.
“Pero antes del matutino nos recoge muy temprano un transporte en un punto cercano a nuestras casas. A ese punto nos lleva un familiar. En mi caso me acompaña mi abuela porque mi papá trabaja y mi mamá falleció cuando yo tenía cinco años. A mi madre la extraño, por supuesto, pero aquí en la escuela he encontrado muchas, muchas madres.
“Ah, muy importante, antes de iniciar el matutino izamos la bandera y cantamos el Himno de Bayamo, nuestro himno nacional. En esos matutinos siempre está presente nuestra querida Teté y también yo como jefa del colectivo. Las dos dirigimos el matutino. Y cuando se conmemora alguna efeméride realizamos una actividad cultural en la que se presenta el coro de la escuela, del que formo parte. También hay presentaciones de danza y algunos compañeros míos recitan o realizamos obras de teatro, casi todas cortas porque no todos pueden memorizar los textos. Yo también integro el grupo de teatro.
“Cuando termina el matutino vamos a las aulas y comenzamos a recibir las clases de la sesión de la mañana. En ese horario, que es cuando tenemos la mente más tranquila, más clara, estudiamos las asignaturas más fuertes como Matemáticas, Español, Geografía, Historia, Inglés, Ciencias… Y ya por la tarde, después del almuerzo, que estamos un poquito, fíjate, un poquito alborotados, realizamos primero las tareas de las asignaturas que recibimos en la sesión de la mañana y seguidamente viene Educación Física, donde nuestra profesora nos enseña distintos ejercicios en dependencia de las patologías de cada uno de nosotros.
“A veces hacemos competencias y aunque no lo creas yo corro, y con otros compañeros ayudamos a los que permanecen en sillas de ruedas, porque ellos no se pueden quedar ahí sentados solo mirándonos. También jugamos al escondido y un juego, que es mi favorito, que llamamos la pañoleta”.
“Contamos con todo lo necesario para ser felices: el amor de todos nuestros maestros, de Raúl y de Díaz-Canel, que nos visitan a cada rato para saber cómo estamos”.
Jhóselyn, que llegó a este centro estudiantil con solo cuatro años de edad, tiene la firme convicción de que “todo lo puedes lograr si te lo propones. Eso se lo digo a mis compañeros todos los días para que se animen y no tengan miedo de hacer esto o aquello”. Asimismo considera que su “escuela es bella, muy hermosa” y fundamenta su afirmación en tres razones: “porque la inauguró nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro; porque tenemos unos profesores maravillosos y porque contamos con todo lo necesario para ser felices: el amor de todos nuestros maestros, de Raúl y de Díaz-Canel, que nos visitan a cada rato para saber cómo estamos. Todos ellos, como también los presidentes, artistas y dirigentes que han venido aquí, quisieran ayudarnos más. Sin embargo, no pueden. Estados Unidos con su bloqueo no se los permite.
“Yo tengo once años, pero sé perfectamente lo que es el bloqueo. Y sé que por ese maldito cerco muchos estudiantes de esta escuela no pueden tener buenas sillas de ruedas; algunos que son sordos, tampoco tienen los aparatos que necesitan; otros llevan años esperando por una prótesis para caminar mejor; el transporte que tenemos no es el más adecuado”. Y con una resolución asombrosa concluye: “mejor no te sigo diciendo porque después te vas a cansar de escribir”.
Finalmente señala que sus profesores favoritos, “sin que se ofendan los demás, es la profe Mercedes”, quien le imparte todas las asignaturas comprendidas en el programa docente para la Enseñanza Primaria. Más adelante destaca a su profesor de Computación, “porque nos ha enseñado cómo usar una computadora y programas nuevos que yo no sabía ni siquiera que existían. Gracias a esas aplicaciones aprendidas, ahora que no podemos asistir a la escuela por la pandemia, he podido realizar, por ejemplo, muchos trabajos prácticos. Ah, y no puedo dejar de mencionarte al profe de Educación Física, porque es en su clase donde más me divierto”.
Mientras Jhóselyn aspira a ser abogada en un futuro, uno de los mayores sueños de Enrique Alejandro Hidalgo García es llegar a anotar tantos goles como Cristiano Ronaldo.
Enrique Alejandro tiene catorce años de edad y cursa el octavo grado. Sus primeras declaraciones estuvieron dirigidas a destacar el bienestar que experimenta en esta escuela y el amor que recibe de todos sus profesores. En particular de la directora de esta institución, de quien asegura: “Teté es mi mamá, mi abuela, mi hermana, es todo, todo. Ella se preocupa todos los días porque yo me sienta bien aquí”.
Convaleciente de discapacidad intelectual, este joven alto y delgado disfruta, como otros muchos estudiantes, especialmente los varones, de la amplia explanada con que cuenta este centro estudiantil, dedicada a la práctica de varias disciplinas deportivas. Su mayor pasión es el fútbol, y por ello, después de Teté, “al profe que más quiero es el de Educación Física. Se llama Yoel y me ha enseñado tanto que soy uno de los mejores jugadores del equipo. Quisiera que vieras lo fuerte que pateo la pelota. Anoto goles en todos los juegos y ahorita voy a tener más que Cristiano, que es mi jugador favorito”.
¿Serás futbolista entonces?
“Claro y como Yurinis, (Castillo, quien también fuera alumna de esta escuela) en cuanto se me presente la oportunidad voy a participar en unos Juegos Paralímpicos. A lo mejor no llego tan alto como ella, que es campeona de atletismo, pero por lo menos participaré representando a mi escuela en esos juegos tan importantes para nosotros”.
Y antes de llegar a la directora y a la coordinadora, principales pilares de este centro, donde sus estudiantes increíblemente hacen maravillas solo concebidas con mucho amor, conversamos con una preciosa niña de muy baja estatura, oriunda de la provincia de Las Tunas. Tiene ocho años de edad y se considera a sí misma “la bailarina principal de la escuela”. Todos la llaman Peluza por su pelo largo y rubio, pero su verdadero nombre es Yaniuska Zaldívar Cruz.
Instada por Teté, Yaniuska hace gala de sus vastos conocimientos y habilidades alcanzadas en el ballet y nos muestra cómo es capaz de danzar manteniendo sus pies en puntillas, al tiempo que eleva hacia lo alto sus brazos que mueve ágilmente aunque carecen de manos. Una malformación congénita le impidió tenerlas, como le provocó también la discapacidad mental que padece. Sin embargo, su rostro de ángel, iluminado constantemente con su sonrisa, no indica el menor asomo de infortunio.
“Estoy en tercer grado”, dice una vez concluidas sus demostraciones artísticas, “y esta escuela me gusta mucho, porque es linda. Aquí he aprendido cantidad de cosas, aunque quiero ir a Las Tunas para ver a mi mamá, a mi papá y a mi hermanita. Regresaré enseguida porque tengo que seguir estudiando”.
A pesar de su corta edad, Peluza ya tiene decidido que “cuando sea grande voy ser bailarina”. De la misma manera refiere que todos los pasos de ballet aprendidos se los ha enseñado su “profe de baile y también por los que veo en la televisión”.
Son varios los argumentos que nos permiten afirmar que Solidaridad con Panamá es la escuela de Teté. Por el momento podemos citar su gran sentido de pertenencia, su dedicación y entrega absoluta a esta institución, que dirige desde 1992.
“Cuando esa persona excepcional nombrada Margarita Matheu y yo llegamos por primera vez a Solidaridad con Panamá, no sabíamos qué hacer. Tenía alguna experiencia en trabajo con niños sordos, pero ninguna en niños con discapacidad física y mental severa como los hay aquí. Muchas veces lloré, deprimida por el estado físico y mental que presentaban los alumnos de esta institución. Otras tantas me pregunté qué hacía aquí. Hoy repito lo que dije en una ocasión en una Mesa Redonda: el dirigente no nace, se hace. Y se hace trabajando, se hace en el batallar diario, enfrentado las dificultades y venciéndolas, dando tropiezos”.
Y fue entonces cuando, apostando por un mejoramiento del estado físico y mental de los que ella llama constantemente “mis niños”, Teté no solo ha permanecido en la escuela por casi treinta años, sino que ya no concibe su vida sin ella. “Vengo aquí todos los días. No importa que sea domingo o miércoles. No puedo estar sin saber cómo está funcionando mi escuela. Si a mis niños les falta algo. Si han comido bien. Ahora porque estamos en pandemia y hago un gran esfuerzo, pero en condiciones normales, para vivir necesito cada mañana el beso de mis muchachos y el saludo de mis trabajadores”.
“Los niños llegan a nuestra escuela como pajaritos mojados, aquí se les secan las alas para que puedan alzar el vuelo”.
La escuela para niños discapacitados Solidaridad con Panamá debe su nombre a nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro. Su inauguración, en enero de 1989, coincidió con la lucha del pueblo panameño en defensa de la soberanía de una parte de su territorio, que Estados Unidos pretendía arrebatarle. “Entonces Fidel, con ese sentido tan humanista que siempre tuvo, decidió llamarla así”. Fue este el primer centro estudiantil dedicado a tan altruista y hermosa labor, creado en Cuba. “Somos los primogénitos”, afirma Teté con manifiesto orgullo. Seguidamente añade que “años más tarde se inauguró otra escuela similar en Santiago de Cuba y más recientemente una en Villa Clara, que aunque está funcionando, todavía no ha sido inaugurada de manera oficial. Pero ninguna como la mía, que es la más grande, la mejor ventilada y muy bien equipada”.
Dotado de amplios espacios destinados a las aulas para la docencia, una sala de computación, biblioteca, dormitorios, comedor y cocina, además de dos salones de estomatología y una enfermería, como también de un excelente gimnasio provisto de equipos para tratar las más diversas patologías; este centro estudiantil en sus inicios “recibía a niños de todo el país. En ese tiempo más de la mitad de nuestra matrícula eran niños procedentes de todas las provincias. Y si bien esto nos satisfacía, poco tiempo después comprendimos que esa solución no era la más acertada, porque los niños veían a su familia solo una vez al año y eso afectaba su salud mental y física.
“Hoy mantenemos estudiantes internos. Algunos porque no residen en La Habana, pero son los menos, y otros porque lejos de ayudarlos a sanar, la convivencia familiar les afecta grandemente. Aunque resulte muy triste, no todos los padres aceptan a un hijo discapacitado. Es por ello que si importante es el trabajo que desarrollamos en esta escuela con los niños, igual o más relevante es el que realizamos cotidianamente con las familias”.
De la misma manera en sus comienzos, Solidaridad con Panamá estaba destinada solamente para niños mayores de cuatro años. “Un día nos preguntamos, explica Teté, qué pasaba con aquellos niños discapacitados antes de llegar a esta escuela. Algunos nos criticaron por el aumento considerable de trabajo que implicaba, pero de todos modos decidimos que el ingreso se contemplara desde el propio nacimiento de esos infantes. De hecho hoy tenemos aquí un bebé de siete meses y 24 en edad preescolar. Igualmente estamos preparando 25 niños de cero a cuatro años incluidos en el programa Educa a tu hijo para su ingreso en nuestro centro en cuanto se reinicie el curso escolar. Ese grupo lo tenemos aquí todos los viernes”.
“Nuestros maestros poseen la preparación académica necesaria para trabajar con estos niños”.
Con una matrícula actual de 202 estudiantes entre niños y jóvenes, esta institución tiene diseñado su programa de estudios para tres tipos de enseñanza. De relacionarnos se encarga Margarita Matheu, graduada de Educación Primaria y Licenciada en Educación Especial, con más de cincuenta años de experiencia en la docencia: “la Enseñanza Primaria General, la Enseñanza Secundaria y la Enseñanza para niños con discapacidad intelectual severa.
“Las experiencias que hemos ido ganando con el paso del tiempo nos han permitido perfeccionar nuestro régimen docente. Y hoy podemos asegurar que se corresponde plenamente con las características de nuestros alumnos, que concluyen sus estudios en este centro entre los 14 y 15 años de edad con el noveno grado vencido. Ese nivel les permite continuar sus estudios en preuniversitarios regulares, en tecnológicos, o también practicar algún oficio. Es decir, lo que ellos decidan y su capacidad les permita. En la escuela hay unos cien niños que tienen discapacidad intelectual severa. En ese caso su permanencia aquí se extiende hasta los 20 años y son incorporados a los talleres que hemos creado y en los cuales aprenden distintas manualidades como tejer y bordar, entre otras”.
Con respecto al personal docente que labora en la instalación, Matheu Lorenzo asegura que “nuestros maestros poseen la preparación académica necesaria para trabajar con estos niños. Hoy contamos con 87 especialistas, entre ellos se encuentran los encargados de la docencia y logopedas, además de aquellos dedicados a los ejercicios en el gimnasio, a Educación Física, profesores de Psicología, otros en la biblioteca y los profesores encargados del trabajo educativo, cuya labor se centra fundamentalmente en los dormitorios, orientando a las asistentes que atienden de manera directa a los niños. Nuestros alumnos reciben una atención personalizada y les enseñamos a ser cada vez más independientes; a que se esfuercen al menos hasta donde su discapacidad lo permita, a valerse por sí mismos. La palabra ‘no puedo’ en este centro estudiantil no existe”.
“Aunque resulte muy triste, no todos los padres aceptan a un hijo discapacitado”.
Y tan verídica es esta frase que no pocos estudiantes que han transitado por esta escuela hoy son graduados universitarios o cuando menos desempeñan un oficio. “La bibliotecaria que tenemos actualmente, por ejemplo, fue alumna de aquí. Igual que el profesor del taller que es licenciado en Educación Laboral y otros tantos son médicos, abogados…”, los que a pesar de no tener ya ningún vínculo con el centro, reconocen el esfuerzo, la entrega y principalmente el amor que recibieron de quienes les enseñaron a volar. Así lo manifiestan frecuentemente mediante diferentes muestras de agradecimiento, como una, entre varias, que adorna la oficina de Teté y en la que puede leerse, artísticamente dibujado formando una flor, el siguiente texto: “Por tu cariño y comprensión, por la gratitud que mereces. Pero simplemente por ser como eres, un corazón lleno de amor”.
“Ese, como otros tantos que atesoro como reliquias, fue uno de los mejores regalos que recibí un Día de las Madres. Pertenece a una alumna que estudió aquí y reside en Las Tunas”, refiere Teté visiblemente emocionada.
“Nuestros alumnos reciben una atención personalizada y les enseñamos a ser cada vez más independientes; a que se esfuercen al menos hasta donde su discapacidad lo permita, a valerse por sí mismos”.
¿Y cuán sobresaliente ha sido la labor desarrollada por Esther María La O Ochoa, para hacerla acreedora de estas muestras de afecto; o más recientemente para ser condecorada por el Primer Secretario del Partido y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, con la Distinción de Héroe del Trabajo?
“Nadie me conoce con ese nombre, porque soy simplemente Teté. Y Teté es una humilde campesina nacida en las serranías de Santiago de Cuba, que nunca ha trabajado para ganar méritos ni reconocimientos y sí, en cambio, pensando siempre en solo dos cosas. La primera, el bienestar de estos niños que son míos y que jamás tendrán la más mínima culpa de haber nacido con una discapacidad física o intelectual. La segunda, porque he querido de alguna manera saldar la deuda que tenía con mi Patria, a la que he servido desde este sitio, cumpliendo solamente con mi deber.
“Todos los alumnos que estudian en Solidaridad con Panamá son mis niños, mis muchachos. Ninguno de ellos me dice directora, todos me llaman Teté”.
“Con mi desempeño en Solidaridad con Panamá, que no es nada extraordinario, he estado pagando todo cuanto ha hecho la Revolución por esta campesina, que durante toda su niñez durmió en una hamaca hecha de saco. Que siempre anduvo descalza, y que como todos los niños campesinos cubanos no tenía ningún futuro hasta que se produjo la llegada de Fidel a Santiago de Cuba.
“La Revolución me sacó de la miseria. Me formó, me educó y me dio la posibilidad de estudiar mucho más allá de aquel mínimo sexto que tenía. Como una de las primeras me incorporé a la Campaña de Alfabetización y después me hice maestra. Quería cumplir mi mayor sueño que era trabajar en el Ministerio del Interior, porque me encanta el uniforme verde olivo. Sin embargo, era más necesaria en La Habana trabajando en Educación Especial. Y para acá vine.
“Soy graduada en Defectología y licenciada en Educación Primaria, y ya acumulo cincuenta y dos años trabajando con niños que presentan alguna discapacidad. Primero en escuelas para niños sordos y después en esta que será siempre la mía.
“Todos los alumnos que estudian en Solidaridad con Panamá son mis niños, mis muchachos. Ninguno de ellos me dice directora, todos me llaman Teté. Yo los enseñé así, porque eso nos acerca y me permite conocer mejor cada una de sus dificultades. A Jhóselyn, por ejemplo, especialistas del hospital Frank País la han operado tres veces, pero solo con una cuarta intervención mejorará en alguna medida la deformación de sus piernas. Todos los días le digo que podrá usar tacones y que al igual que Enrique, que más adelante podrá desempeñarse en algún oficio, le celebraremos aquí sus quince años. Una actividad que realizamos anualmente en el mes de abril.
“Solidaridad con Panamá es la escuela de Teté”.
“Yo vivo, disfruto mi trabajo, lo cual no implica que esté exento de errores. De cualquier manera, sean mayores o menores esos errores, solo lamento no tener más juventud para entregarla a mis niños y a mi escuela, de la nunca me iré. He pedido que cuando muera me incineren y que un poquito de mis cenizas sea esparcida en las aulas, otro en el gimnasio, en los dormitorios…, en fin, en cada uno de estos rincones que he recorrido día a día por casi tres décadas”.