En LASA: ¿caso de fraude en un estudio de investigación sobre Cuba?
Una reciente encuesta realizada por Americans for the Arts en alianza con Artist Relief —dos organizaciones cuya misión es generar apoyo a los artistas en Estados Unidos— mostró la penosa situación en que actualmente vive la gran mayoría de los artistas latinos en ese país. De acuerdo con el estudio, a nivel nacional el 70 por ciento de los artistas latinos se hallaban totalmente desempleados debido al impacto de la COVID-19. Adicionalmente, el 66 por ciento reportó no tener ningún ahorro en este momento; el 47 por ciento dijo no contar con seguro médico integral, todo lo cual se suma a que la financiación de fundaciones culturales para latinos cayó más del 60 por ciento en los últimos cuatro años.
“En Cuba el acceso al arte y la cultura constituye un vital derecho humano”
En contraste, la situación de Cuba es muy diferente. A pesar del recrudecimiento del bloqueo estadounidense contra la Isla y el impacto de la COVID-19 en importantes sectores productivos como el turismo, más de 21 000 músicos y 6000 profesionales de las artes escénicas recibieron protección salarial durante el período. Ninguno quedó sin empleo ni cobertura médica.
Durante 2020 —en medio de la pandemia—, el Ministerio de Cultura financió 112 proyectos de las dos convocatorias realizadas al Fondo de Fomento del Cine Cubano, las cuales favorecieron un total de 46 iniciativas; se produjeron más de 1500 audiovisuales, y más de 200 conciertos fueron transmitidos online.
El Estado cubano otorga prioridad a la promoción de la cultura, pues la considera elemento esencial del crecimiento espiritual de las personas. En Cuba el acceso al arte y la cultura constituye un vital derecho humano. No hay municipio del país que no cuente con Casa de Cultura, galería de arte, talleres literarios, museos y demás instituciones en las que laboran miles de profesionales del ramo.
El acceso al arte en Cuba es profundamente democrático: como escritor puedo dar fe de ello. Bajo criterios estéticos, y jamás políticos, los escritores más relevantes son quienes deciden qué se publica en las editoriales pertenecientes al sistema de la cultura. Ejercen como lectores especializados, conforman los consejos editoriales y promueven los libros en los diferentes espacios.
Sin embargo, y para asombro de quienes conocen esa realidad, la pasada semana la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) emitió una nota de preocupación por los derechos humanos en la Isla, a partir de un supuesto inadecuado trato a académicos, intelectuales y artistas.
Es curioso: LASA se enorgullece de su profesionalidad al promover investigaciones rigurosas en el campo de los estudios latinoamericanos. Pero, ¿acaso hubo una investigación seria, semejante a la realizada en Estados Unidos por Americans for the Arts, que permitiera arribar a semejante criterio de preocupación? De ser así, ¿cuál ha sido la metodología aplicada? ¿Cuántos artistas e intelectuales de la Isla fueron encuestados? ¿Qué cuestionario se les aplicó? ¿Será posible conocer alguna vez los detalles de ese estudio?
Naturalmente, dudo que puedan responder con argumentos científicos a las preguntas anteriores: no se acreditó estudio ni investigación especializada alguna. ¡Vaya grosera adulteración de las metodologías de la investigación científica, nada menos y nada más que en un foro académico de presunto alto nivel!
Como es lógico, tampoco jamás veremos ese contrahecho estudio en revista científica alguna. En cambio, ya aparece profusamente publicado en cuanto medio diseñado para la propaganda y la difamación contra Cuba existe en la web. ¡Vaya impresionantes créditos que estos académicos suman a sus currículos!
Pero el fraude no concluye ahí. Según confiesa el propio presidente de LASA, el 80 por ciento de quienes firmaron el documento ni siquiera son miembros de esa organización. ¿Para qué necesitaban semejante prótesis de firmantes? ¿Acaso buscaban crear lo que se conoce como “efecto acumulativo”, recurso propio de la propaganda, o retórica de desinformación, con el que se intenta persuadir al auditorio de adoptar una idea, insinuando que un irresistible movimiento está comprometido en su sostenimiento, aunque sea falsa?
¿No les parece cuanto menos muy pretencioso hablar en nombre de la democracia y el Estado de derecho, cuando no solo se desconoce la opinión de la aplastante mayoría de académicos, intelectuales y artistas de la Isla, sino que también se acude a oscuros manejos para sustentar la opinión?
“Una Revolución que mantiene intacto su profundo arraigo popular”
Pero, ¿qué se pretende con esta puesta en escena? Es obvio: condenar a Cuba a como dé lugar. Sumarse como corderos a las presiones de quienes pretenden rendir por hambre la Revolución Cubana.
Una Revolución que mantiene intacto su profundo arraigo popular, según pudo comprobarse una vez más en el referendo constitucional de 2019. Que, a pesar de los limitados recursos, no escatima esfuerzos para impulsar la cultura, todo lo cual contrasta con la actitud de quien pretende destruirla, Estados Unidos, país que no solo es incapaz de apoyar a sus propios artistas, sino que también paga cipayos en Cuba para que usen el arte en contra del espíritu de su nación.
En fin, los que se dicen preocupados son los que realmente preocupan: por la sesgada interpretación de lo justo, su falta de rigor académico, y por lo que ya dijo Cicerón veinte siglos atrás: “Si nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.