Diario de Turín. Otro capítulo de la solidaridad médica cubana
Lo ocurrido en Italia entre marzo y junio de 2020, cuando esta región del mundo era el epicentro mundial de la pandemia de la COVID-19, puso en evidencia por primera vez algo que ya era bastante sabido y comprobado: el desmontaje crítico al que habían sometido los servicios públicos, particularmente los sanitarios, décadas de políticas neoliberales. La sorpresa con Italia, hasta cierto punto, fue descubrir lo profundo de este desmontaje, que llegaba a dejar inerme frente a una pandemia incluso a una de las ocho economías más ricas del mundo.
El libro que presentamos hoy acá, Diario de Turín, del filósofo y periodista Enrique Ubieta, es el testimonio de la solidaridad que llevaron al pueblo turinés y piamontino, a través del Atlántico, un grupo de brigadistas cubanos en el momento en que el país europeo vivía una significativa alza en la enfermedad y ninguno de sus homólogos en el viejo continente brindaba la ayuda tan urgentemente requerida.
El libro pretende, y logra, reconstruir no solo las experiencias del cronista y de los protagonistas de la brigada médica cubana en Turín, sino también derivar de la experiencia traumática de la COVID-19 una serie de conclusiones y reflexiones de validez universal. Pretende reflejar una época.
La llegada de la brigada médica cubana a ese país y en ese contexto estaba llena de significado. Por un lado implicaba la inversión de los términos habituales de la solidaridad Norte-Sur. Proveniente de un pequeño país subdesarrollado y bloqueado llegaba a un país rico ayuda médica con un altísimo nivel de capacitación y especializada en situaciones de desastre y enfrentamiento a epidemias en diversos lugares del mundo.
“No existe precedente en la historia humana de un despliegue de solidaridad equivalente y menos en circunstancias de pandemia”.
Por otra parte, la llegada de esta brigada médica y su estancia en Turín coincidió con el centenario de una de las grandes experiencias revolucionarias y de solidaridad obrera en la Europa del siglo XX: los Consejos de Fábrica. Esta experiencia, en la cual el joven Antonio Gramsci jugó un papel importante y que incidió significativamente en su evolución posterior como marxista, fue un intento por construir desde abajo un proyecto de autogestión y apoyo mutuo en la multiétnica e industrial urbe turinesa.
En muchas formas el heroísmo de los obreros de Turín y la solidaridad de las brigadas médicas cubanas que llegaron a la ciudad y a la cercana Crema a brindar su apoyo, se sobreescriben. En ambos empeños late la posibilidad y la lucha activa por un mundo mejor. Y ambos debieron y deben bregar con la hostilidad de los poderes establecidos, que ven en todo ejemplo de solidaridad popular una amenaza efectiva al dominio de la individualidad, el egoísmo y el beneficio privado.
Los Consejos de Fábrica de Turín fueron violentamente derrotados. Fracasaron por diversas razones: inadecuada preparación, inmadurez de los líderes, incomprensiones, desarticulación, escaso apoyo internacional. No solo fueron brutalmente perseguidos después de su derrota, sino que esta allanó aún más el ascenso del fascismo en la sociedad italiana de aquellos años. Los grandes medios, tan oligárquicos ayer como hoy, se encargaron de satanizar y desdeñar la experiencia.
Un siglo después y en contra de las brigadas médicas cubanas, también se perpetran increíbles hostilidades y campañas de difamación.
Cuando se haga un balance de todos los factores que han llevado al mundo a la crisis que actualmente atraviesa, junto con las brutales medidas económicas de la fórmula neoliberal habrá que juzgar el papel desempeñado por los medios hegemónicos de comunicación. Ellos han legitimado todo el proceso y sancionado con sus elaboraciones ideológicas o su silencio los macabros procesos de privatización y desmontaje de las estructuras públicas. Tal es el cinismo que se ha acuñado el término postverdad como un eufemismo seudocientífico para la mentira. No existe tal postverdad. Existe la mentira como construcción permanente de los aparatos de dominación ideológica del capitalismo.
La dimensión de la solidaridad médica cubana en casi seis décadas (1988 millones de personas atendidas según datos del Ministerio de Salud Pública de la Isla), la ingente capacidad de respuesta desplegada durante la pandemia de COVID-19 (56 brigadas médicas con más de 2500 galenos desplegados en más de 40 países de todos los continentes), las brigadas permanentes en más de sesenta países, contrastan con el relativo silencio mediático al respecto.
No existe precedente en la historia humana de un despliegue de solidaridad equivalente y menos en circunstancias de pandemia. Al igual que con la crisis del Ébola, Cuba demuestra que no bastan los recursos, son necesarios los seres humanos y la vocación humanista. La única salvación posible para el hombre, como especie, solo puede provenir del hombre mismo. Esta es una lección que aprendemos y olvidamos constantemente, anonadados por la tecnología. Como testimonian con agradecimiento constante los profesionales italianos entrevistados por Enrique Ubieta en su libro, la medicina cubana se basa en mirar al paciente, en tocarlo, apoyándose en la técnica, pero no descansando totalmente sobre ella. Se trata de curar personas, no enfermedades.
“Cuba demuestra que no bastan los recursos, son necesarios los seres humanos y la vocación humanista”.
Otra lección significativa que podemos sacar de la lectura de estas páginas reside en la importancia de la medicina preventiva y comunitaria dentro de cualquier enfoque de salud pública verdaderamente efectivo. No basta con tener altos estándares de atención individual y tecnología médica de punta. Si se abandona la perspectiva social, se pierde la capacidad de actuar sobre lo social. El resultado lo vemos en la casi total paralización de sistemas de salud considerados entre los mejores del mundo en los inicios de la pandemia.
El trasfondo de problemas acumulados en las modernas sociedades capitalistas (el racismo, la extrema derecha, la crisis migratoria, las profundas desigualdades, etc.), agravados por la crisis sanitaria, llevan a que exista un consenso respecto a la necesidad de cambios en el mundo moderno. Sin embargo, como marxistas, debemos ser conscientes de que la respuesta no está en un nuevo Green New Deal ni el gran reinicio discutido en el Foro Social Mundial de Davos, pues estas soluciones se parecen mucho a la vieja práctica de cambiar lo que haya que cambiar para garantizar que todo siga igual. Es preciso atacar las causas de los problemas antes señalados, sus raíces en el neocolonialismo económico y político, detener el irracional consumo y la depredación a gran escala de los ecosistemas, como única vía para revertir el peligro que, como nos advirtió Fidel en 1994, amenaza al hombre como especie biológica y a las sociedades humanas como cuerpos políticos. La solución no está, entonces, en reformar el capitalismo, sino en trascenderlo.
Este Diario de Turín que presentamos hoy es un hermoso y completo homenaje al heroísmo de todo un pueblo y aporta elementos para sospechar que un orden diferente no es algo del todo descabellado ni imposible. Es la prueba de los extraordinarios logros que pueden alcanzar las naciones cuando lo social prima por encima de lo empresarial. La sensibilidad de su autor, que ha dedicado una parte importante de su actividad intelectual y revolucionaria a contar la experiencia de la solidaridad médica cubana, nos muestra los seres humanos sencillos, familiares, que ejecutan, con la naturalidad del que cumple un deber, la inmensa obra humana de salvar vidas en cualquier parte del mundo, sin detenerse en prejuicios de ningún tipo, cumpliendo con la máxima del apóstol, muchas veces recordada a lo largo del libro, de que “Patria es Humanidad”.
Diario de Turín cumple también otro importante deber militante. Frente a los modelos de la medicina corporativa y la salud como negocio, consagrados en tantos productos ideológicos de las industrias culturales modernas, frente a los médicos de teleseries, pone el ejemplo de mujeres y hombres reales, que llevan la salud a rincones del planeta donde jamás había llegado un profesional de la medicina. Desde la profundidad de la selva amazónica hasta las nevadas montañas de una cordillera asiática. En lucha contra el ébola o respondiendo a una devastadora catástrofe natural. No necesitamos inventar los héroes, los tenemos al alcance de la mano.
Que este libro sea una fuente de reafirmación sobre lo correcto del camino que seguimos. Gracias a los brigadistas que hicieron estas páginas y gracias a Enrique Ubieta por recogerlas y ordenarlas para todos. Gracias a las decenas de miles de brigadistas cubanos donde se encuentren, a sus familias que cubren la retaguardia y al pueblo de Cuba que produce hijos de esa talla.
La solidaridad médica cubana es la muestra de que un mundo mejor es posible. La derrota de Cuba solidaria, al igual que la de los Consejos de Fábrica turineses, solo allanará el ascenso del fascismo que todavía hoy late en el mundo contemporáneo. Dando la batalla por Cuba, por el ejemplo que la Isla rebelde representa, la estamos dando también por el futuro.