Con profunda consternación, indignación y tristeza, ayer, gracias a unos amigos, supe alrededor de las 6:00 p.m. que “alguien” había arrojado entre escombros libros de la Editorial Imagen Contemporánea de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Al examinar las fotos pude ver, en efecto, mis propios libros y otros de incalculable valor histórico y cultural que hemos producido investigadores, profesores, editores y diseñadores, pertenecientes a nuestra Casa. La Editorial Imagen Contemporánea y la Casa de Altos Estudios, recién cumplieron XXV años de creaciones. Durante los mismos, nos hemos dedicado en cuerpo y alma a rescatar y divulgar nuestra memoria histórica, el valioso acervo cultural que nos dejaron nuestros padres fundadores y los que les continuaron. ¿Cómo asumir entonces la negligencia infinita de dos trabajadoras? ¿Cómo explicar lo inexplicable, lo injustificable? Agradezco profundamente a todas las personas de bien que se solidarizaron ayer hasta la noche y nos ayudaron a revertir el daño sin importar hora ni esfuerzo físico, agradezco también todas las llamadas y los escritos de personas sensibles preocupadas por lo sucedido. Agradezco a las autoridades de la Universidad de La Habana, muy en especial a su rectora, que no dudó para, con sus propios brazos, devolver los libros a puerto seguro.
Quiero aclarar que en las bibliotecas existe un proceso técnico conocido como “descarte” que consiste en la valoración del estado técnico del libro. Dicho trabajo se lleva a cabo por especialistas calificados para ello y bajo normas de protección de obligatorio cumplimiento. Descartar determinados libros es un acto de preservación de bibliotecas y personas. Por lo delicado de este proceso, él está regido por un conjunto de normas y procedimientos y se encuentra debidamente legislado. En este caso, por desconocimiento de todo lo anterior, irresponsabilidad y desacato a las orientaciones que a este respecto tiene establecida la institución, el proceso de descarte se llevó a cabo sin ninguna consideración técnica y se mezclaron libros en diferentes estados de degradación y, algunos, incluso, en su totalidad sanos. Ello pudo haber traído consecuencias graves a la salud de los trabajadores que participaron en ese proceso, así como a los futuros lectores. Por supuesto, ya este hecho tuvo hoy su análisis y los responsables responderán acorde al tamaño del daño que han provocado.
El destino de los libros de la Editorial Imagen Contemporánea es precisamente formar parte del acervo de bibliotecas públicas, especializadas, de investigadores, de profesores, estudiantes y público en general. No sobran nunca, no están de más; muy por el contario, todos esos títulos forman parte del legado de nuestros antecesores y constituyen lectura obligada para cualquier persona de bien que quiera conocer nuestras raíces más antiguas y recientes. Quienes conocen la labor de la Casa de Altos Estudios y de su Editorial, pueden imaginar cómo nos sentimos al ver la obra, el sudor, la pasión y la dedicación de 25 años de trabajo mezclada con escombros por causa de la negligencia y la ignorancia ajena. Especial dolor nos provocó ver las obras pertenecientes a la Biblioteca de Clásicos Cubanos (BCC) que constituyen uno de los aportes más importantes de la Casa de Altos Estudios a la cultura cubana y que es reunir a nuestros más notables pensadores desde Félix Varela hasta Raúl Roa. Más sensible aún, estos hechos ocurren cuando nuestra Editorial acaba de publicar tres Tomos de las Constituciones, y los cinco tomos de la Nueva Historia Universal ilustrada.
“Nada nos detendrá en la obra que hemos emprendido, menos aún las acciones de la barbarie”.
En estos momentos se realiza un nuevo estudio para confirmar la salud de los libros, incluidos los que, en apariencia, pueden estar en buen estado pero que ya pudieran estar contaminados con virus y bacterias que dañan la salud de los seres humanos.
Hechos como este nunca deben suceder. Entre nuestros objetivos de trabajo, el libro —en el que se resumen el trabajo de los investigadores, el de los editores y el de los diseñadores— constituye el objeto más sagrado al que dedica todo el esfuerzo el colectivo que ha construido una preciosa colección de obras para que científicos, investigadores, profesores, estudiantes y público en general puedan beber la savia con que se construyó el pensamiento y la nación cubanos. Nada nos detendrá en la obra que hemos emprendido, menos aún las acciones de la barbarie. Esperamos que todas las personas sensibles se solidaricen con el colectivo de la Casa de Altos Estudios y de la Editorial Imagen Contemporánea de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. No denigrar con faltas de ortografía, amar al libro como a sí mismo, compartir los sueños de “leer es crecer”.