“Vivimos con máscaras o rodeados de ellas”
5/5/2020
Manuel López Oliva (Manzanillo, 1947) es un artista fogueado en el conocimiento de la historia del arte y, tal vez por eso, su obra es una constante yuxtaposición de referencias, al tiempo que —quiéralo o no— al conversar con él siempre emerge esa otra vertiente que, durante muchos años, cultivó: la crítica de arte.
Su quehacer no se asemeja al de ninguno de sus contemporáneos y sin pretender ser un teórico del pincel, la conversación con López Oliva, aunque sea virtual, deviene clase magistral: ese es el caso del reciente intercambio que sostuvimos con el pintor que, comenzó, justamente solicitándole una opinión sobre la pandemia que hoy vive el mundo y cómo puede interpretarse desde el arte.
Fotos: Katie Bretherton
“Más que un fenómeno, la terrible pandemia que vivimos los seres humanos de Cuba y del resto del mundo, es casi un aviso vinculado al Apocalipsis. Pero no al predestinado en textos antiguos, que manifiesta una ‘construcción pesimista’ sobre el fin de este evolucionado planeta, sino al que están generando las ambiciones, egoísmos e intereses ciegos de muchas gentes de distintos países que se han concentrado sólo en lo que pueden ganar y en el camino del lucro, olvidándose que la Naturaleza es también un macro-ámbito envolvente determinado por lo que la filosofía moderna conoce como unidad de contrarios en lucha.
En esa lucha, lo positivo y lo negativo conviven en conflicto, ejerciendo su inevitable influencia sobre los hombres. Esa ceguera que convierte a los recursos naturales en instrumento de poderes financieros con posiciones extremas de posesión y dominio, parece estar en camino de abrir un equivalente histórico del famoso Séptimo Sello (y no me refiero al film del sueco Bergman), por donde saldrán las bacterias y los virus que harán estragos mortíferos en la humanidad.
No asumir como principio de sobrevivencia la búsqueda del equilibrio ecológico, ni expandir las condiciones propicias para la salud a nivel de todos los sectores de las sociedades, desechar los vitales programas para salvarnos del cambio climático, negarse a sustituir las guerras por la cooperación internacional, y llevarnos por una concepción irracional de la globalización, conducirá a la universal auto-destrucción. El Covid-19 es uno de esos casi invisibles ‘ejércitos del mal’ que operan a modo de ‘vanguardia destructiva’ engendrada por una absurda y cruel vocación apocalíptica.
Antes de ser calcinado en la hoguera, Giordano Bruno alertó: ‘Deja de mirar las estrellas cuando caminas, pues el peligro de tu agujero negro está en el suelo’. De acuerdo con su pensamiento panteísta, Bruno advertía sobre la necesidad de mirar hacia la naturaleza, hacia lo que somos, hacia nosotros mismos como terrícolas.
A partir de las narraciones fantásticas de H.G.Wells, del humanismo cósmico de Ray Bradbury o la penetración futurológica de Isaac Asimov, e incluso de una ciencia-ficción impresa y fílmica muy comercial, hemos esperado invasiones extraterrestres, sin imaginar que la invasión nos vendría desde el micro-mundo.
Aún con tantas percepciones, prédicas y estudios sobre la conexión HOMBRE-NATURALEZA que vienen desde culturas originarias y se afirman en revelaciones de griegos y romanos, en el Iluminismo, así como en la Dialéctica de la Naturaleza de Engels y en numerosos científicos de los siglos XX y XXI, no se ha llegado a comprender la magnitud del peligro de no vernos ya como entes naturales.
Se ha dicho que la sociedad es el eslabón superior del desarrollo de la naturaleza. Por eso todos los procesos productivos y destructivos de esta repercuten en los humanos, lo que impone como tarea fundamental la lucha inteligente y mancomunada por sobrevivir y progresar en activa y reguladora armonía con el medio natural. Y en esa cruzada ha de tener participación —en correspondencia con sus creaciones sensibilizadoras, de muchas épocas— el casi infinito imaginario del ARTE.
Si el HOMBRE desaparece, desaparecerá el ARTE. El arte es quizás la expresión más plena de ascenso objetivo y subjetivo en las coordenadas terrenales. Aunque han existido múltiples artistas y corrientes estéticas cuyo punto de partida e identificación ha sido la naturaleza (desde pinturas rupestres, mosaicos romanos con flora y fauna, evocaciones indígenas de la Pachamama, indagaciones matéricas y anatómicas de Leonardo Da Vinci y pintura conformada por frutos de Arcimboldo; hasta paisajismo romántico e insertado en las ópticas renovadoras del siglo XX, Arte Animalista y Land Art, ecologismo artístico y piezas de Arte Objetual e Instalaciones fabricadas con recursos naturales disímiles, etc.), por igual se han dado casos de practicantes del arte con espectáculos de mercado donde se destruyen componentes del medio ambiente y dejan morir animales.
Tampoco deben olvidarse las realizaciones pictóricas, dibujos o grabados y fotografías que sí dejaron lacerantes testimonios de la Peste medieval y de otras epidemias que azotaron regiones enteras en centurias pasadas, hasta la denominada ‘gripe española’ de hace cien años y otras que fueron reducidas posteriormente.
De ahí que la conciencia humanista del artista, puesta en auténticas expresiones convincentes, deba ser —en esta prolongada pandemia y siempre— la mejor respuesta.
En circunstancias que justifican cantos luctuosos y evocaciones épicas de la esfera de la salud, el arte puede servir para disfrute espiritual, deleite intimista, desarrollo del amor por lo ético y lo bello, entretenimiento sensorial, educación de las emociones y pasatiempo ingenioso; como ha venido ocurriendo con la inserción de todo tipo de proceder artístico en canales televisivos y de Internet, además de las actuaciones en vivo desde balcones, necesarios a las poblaciones para sentirse estimuladas dentro de los límites espaciales, temporales y sicológicos del aislamiento social”.
Tengo entendido que al estar resguardado en su casa se está enfocando en la creación de máscaras confeccionadas a partir de pulpa de papel, ¿cuál es el motivo?, ¿cuál es el objetivo?
“No sólo he realizado máscaras en pulpa de papel durante esta dramática ocasión que impone el aislamiento en mi casa. Las hago desde finales del 2017, por lo que en 2018 las usaron danzantes de la Compañía de Rosario Cárdenas en un performance que abrió la exposición de mis pinturas titulada A teatro abierto, en la Galería Artis 718 del Fondo Cubano de Bienes Culturales.
En el segundo semestre de ese año integraron la muestra panorámica de mi obra artística Open Scene, montada en el N'Namdi Center For Contemporary Art de la ciudad de Detroit, Estados Unidos, donde quedaron. Se trata de máscaras que pueden usarse y también colocarse en paredes con propósito ornamental. Cada una posee una individualidad expresiva por lo distinto de los rasgos, las formas y los colores. Poseen esa autonomía que caracteriza a las piezas de mi lenguaje visual, además de no reiterar esquemas estilísticos cerrados.
Las máscaras que concibo son deudoras de aquellas en ‘criollo papier maché’ realizadas —siendo adolescente— en el taller de pintura decorativa, escenográfica y comercial de mi padre Manuel López Montero (conocido artífice manzanillero); entonces destinadas a los carnavales de mi ciudad natal.
También tienen que ver con el encuentro que tuve con el sentido metafórico y polisémico de la máscara, al contemplar su riqueza dentro del Carnaval de Venecia. Elaborar reales ‘caretas’ no requiere de la compleja ideación y estructuración inherentes a las pinturas sobre lienzo, la gráfica y los performances de mi producción en el arte. La tragedia que se vive en el mundo, con masas de enfermos y tantos fallecidos, hiere y bloquea mi imaginación, impidiéndome tomar demasiada distancia mental de esa realidad, aunque me aísle físicamente en el hogar. Como no soy de los hacedores de artes visuales que trabajan desconectados de lo que sucede en el contexto local y planetario, ni de esos cuyo patrón de ejecución no requiere variaciones de significantes en dependencia de los nuevos significados asumidos, postergué obras pensadas para proyectos hipotéticos, a la par que decidí laborar sobre máscaras diversificadas que interiorizan signos ambientales y sentimientos de responsabilidad humana. Pero, las hago a manera de ‘juego del oficio’, aliviando con ellas las tensiones que experimento hoy y elevando el espíritu cotidiano de resistencia”.
De pintar héroes cubanos y latinoamericanos pasó a una temática sensualista que dio paso a versiones gestuales de La Catedral de La Habana y, luego, a una extensa serie que tiene que ver con la teatralidad de la vida empleando, como complemento de esta, a la máscara, ¿qué posibilidades le ofrece ese ícono?
“Más de una vez me he referido a la máscara dentro de mi concepción estética, que recurre a la teatralidad (una de mis vocaciones juveniles) como un equivalente de la vida y a los actores como vehículos de comportamientos personales en las coordenadas íntimas y públicas. En tal sentido, las máscaras que produzco no son una ‘cáscara facial superpuesta’ semejante a las de festejos carnavalescos, ceremoniales míticos o representaciones escénicas como las griegas antiguas, las del teatro Noh japonés, la Comedia del Arte franco-itálica o la Ópera de Pekín. Tampoco ocultan la identidad de los participantes de un movimiento de protesta social, lo que evidenció el europeo Anonymus.
Podría decirte que mis máscaras son polivalentes y tienden a señalar papeles actorales que concurren en la vida común de la sociedad y del Estado. Valiéndose de las variables estilísticas de mi trayectoria, dan forma artística a ciertas evidencias de doblez, simulación, hipocresía, temor o transformación de algunas gentes en protagonistas de ‘unipersonales’. Aunque también pueden ser el verdadero rostro, una especie de escudo facial, el reflejo invertido del discurso aparente y recurso para obtener objetivos útiles.
Opero con máscaras del bien y máscaras del mal, de la tragedia y la comedia, la verdad y la mentira, el amor o la agresión, el deseo de vida y lo patético de la muerte. Semejante multiplicidad de funciones y proyecciones sicológicas, sociales y culturales, tornan a las máscaras en medio semántico y sintáctico con muchas posibilidades para mi teatralizada expresión. Vivimos con máscaras y rodeados de ellas”.
En su obra pictórica, las máscaras, casi todas, sugieren como un tatuaje debido a las pinceladas que actúan como puntadas, y parece que es un recurso que explota una y otra vez, ¿por qué?
“No todo en arte tiene explicación lógica y comprobable. Los imaginarios profesionales legítimos cuentan asimismo con dimensiones que tienen que ver con aspectos a veces inconscientes de la personalidad que los produce.
Uno de mis hijos dice que por ser yo de la zona suroriental de Cuba, donde hubo significativo número de aborígenes, tengo herencia genética de ellos; y que eso explica mi tendencia al adorno, los símbolos, la exuberancia del color y la apariencia de ‘tatuajes virtuales’; lo que está presente también en las obras que realizo en otros soportes. Aunque eso deriva asimismo de un gusto natural por sentir sensaciones táctiles, que es parte de ese sensualismo que encarna en mi poética.
Una vez te dije que tuve tías costureras y bordadoras, cuyas delicadas realizaciones artesanales en tejido producían especial impacto sobre mi retina infantil. Todo eso, sumado a una personal predilección por artistas cubanos y no cubanos signados por determinado barroquismo provisto de variedad en las texturas y colores, puede condicionar de conjunto un modo de formalizar la imagen que ha devenido estilo, y que a mi edad es normal que se mantenga, aunque profundizándose o descargándose a veces de cromatismo”.
Hace unos años en entrevista a esta reportera, afirmó: “Cada cuadro es un campo de acción donde tengo que imaginar, donde tengo que solucionar, donde tengo que encontrar respuestas plásticas que expresen mi individualidad y lo que me he propuesto comunicar en ese momento”, ¿sigue sosteniendo este criterio?
Sigo pensando de esa manera y en concordancia con ello, surge lo que hago. También fue ese mi pensamiento rector cuando ejercí la crítica de arte, que alguna vez habrá de recogerse por algún(a) antologador(a); e igualmente la égida de los textos cercanos a Teoría y Sociología del Arte que en ocasiones escribo. Las modificaciones que la vida, el tiempo y la experiencia profesional pueden haber desatado en mis particulares operatorias estéticas, no alteran principios y enfoques de método creativo que me definen. Podrán sumársele alternativas y hallazgos de naturaleza productiva, temática, estratégica y conceptual que permitan el movimiento interno y dialógico de mis realizaciones; pero el ‘tronco’ es, más o menos el mismo. Mi manera de proceder y de usar los códigos que me legitiman es única y a la vez variable. Por eso puedo parafrasear a Martí: ‘mis obras son como son y a nadie las pedí prestadas’.
¿Qué planes tiene para cuando en el mundo se logre controlar el Covid- 19?
“¿Qué podría decirte en medio de la atmósfera de crisis e incertidumbre actual, de batalla por la sobrevivencia y una hecatombe económica, desatadas a nivel global por la maléfica epidemia? ¿Puede pensarse, sin tener en cuenta el difícil panorama que parece sobrevenir, el futuro próximo de los numerosísimos productores del arte en una nación pobre, con un embargo que la limita y sin un mercado nacional activo que asegure el destino de las diversas obras y la compensación financiera para quienes las producen? ¿Si ya se habla de una fuerte contracción y un desplome en canales de circulación comercial internacional del arte, cuál será la situación que nos tocará a nosotros? ¿Pueden hacerse vaticinios ‘futurológicos’, concibiéndose proyectos ideales individuales, sin admitir que Ortega y Gasset tenía razón al decir que ‘el hombre es él y su circunstancia’; o que Marx acertó al indicar la inevitable conexión de los hombres con las relaciones sociales donde estos se desenvuelven?
Quizás los artistas de Cuba relativamente estabilizados en el mercado transnacional (con galeristas foráneos que logren permanecer activos y coleccionistas que continúen la inversión en arte) podrán trazar mejor algunos planes para su labor en tiempos de post-pandemia. Sin embargo, la mayoría de los creadores cubanos de distintas generaciones y tendencias, que ni siquiera cuentan con promotores autóctonos bien conectados ‘afuera’, sólo podrán alimentar expectativas realistas e indagar en cuanto pueda preservar la circulación de sus imaginarios.
Seguir creando con recursos posibles, evitar contagios empobrecedores de la profesión y la espiritualidad, tantear caminos para los frutos estéticos de mi labor, así como persistir en aportarle algo a la Cultura y la Nación que me identifican, es cuanto ahora puedo proponerme.”
Me fascinan sus máscaras señor artista Manuel López Oliva. Maravillosas….!