Para publicar el mejor libro posible

Ana María Domínguez Cruz
5/2/2019

El año que recién comienza demanda, desde ya, esfuerzos superiores a los realizados hasta el momento (que no han sido pocos) para la industria del libro en Cuba, en medio de un contexto muy hostil, desde el punto de vista económico, que afecta a todas las esferas de la sociedad cubana.


Las intervenciones realizadas en el balance del ICL reflejan el interés por publicar siempre
el mejor libro posible. Foto: Radio Cadena Habana
 

Dicho así, de un tajo, suena a “lo ya escuchado” en otras ocasiones… un poco que asusta también, porque se aprecia cierta inconformidad e incertidumbre y, sin dudas, genera esa fuerza interior que se desata cuando un desafío se nos presenta y queremos vencerlo, superarlo.

La certeza, compartida en la reunión convocada por el Instituto Cubano del Libro (ICL) para analizar los objetivos de trabajo cumplidos en el 2018 y los posibles a cumplir en el 2019, tiene un poco de todo lo antes mencionado.

Ciertamente no es la primera vez que la industria del libro en Cuba debe sortear obstáculos, y no es la primera vez, evidentemente, que es coherente con su razón de ser, más allá de las limitaciones. Claro que existe inconformidad porque cada uno de los que integran este mundo de la creación literaria (desde el escritor que se inspira hasta el ávido lector que compra un ejemplar) quiere más ejemplares, más calidad en la impresión, más rapidez en la distribución, un mayor número de espacios para la promoción de la obra, mayor presencia en eventos internacionales, más ingresos, más oportunidades… Y la incertidumbre, sí, esa también se comprende porque nos trazamos metas, pero no sabemos a ciencia cierta si podremos cumplirlas, al menos en lo que no depende de nosotros mismos.

A pesar de ello, el ímpetu no se resquebraja, y no se trata de una consigna vacía. El ICL se sabe acreedor de una responsabilidad inmensa en relación con la aspiración de llevar la cultura a cada rincón del país. Ser testigo del deseo y el compromiso inquebrantable de quienes allí, en la reunión, estaban proponiendo soluciones y desentrañando razones, enciende la luz de la esperanza, aunque no del convencimiento.

En presencia del viceministro de Cultura, Abel Acosta, Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro, compartió los resultados del análisis realizado con respecto al 2018 y propició que todos, desde su rol, aportaran sus criterios.

Como aspectos positivos, señaló la actualización del Programa de Desarrollo del Libro hasta el 2030, la definición de los problemas agudos que entorpecen el proceso productivo literario, la revitalización del Programa Nacional por la Lectura, la automatización del control de la producción editorial, el diagnóstico para el Perfeccionamiento Empresarial y la aprobación para la ejecución de proyectos culturales por encargo, entre otros.

Sin embargo, desde el punto de vista negativo, destacó el incumplimiento en la entrega a la industria de 110 títulos de las editoriales Letras Cubanas, Ácana, Oriente, Cauce y Academia.

Calificó de deficiente el análisis de algunos libros, cuyas páginas superaron las calculadas y el control en cada editorial para saber la cantidad lógica de propuestas entre marzo y octubre.

Rodríguez Cabrera enfatizó en la ocurrencia de errores evitables en la edición, no solo ortográficos, sino también de contenido y en la carencia de novedades literarias durante el año.

Insistió en que la credibilidad de la institución se lacera, sobre todo ante los autores, cuando los volúmenes de producciones en proceso son tan elevados y los períodos sin producciones poligráficas son tan largos. Citó como ejemplo el hecho de que permanecen en poligrafía 62 títulos desde el 2015 hasta la fecha, y que la deuda con los creadores asciende, aproximadamente, a 36 millones de pesos.

Con vistas a la venidera Feria Internacional del Libro, el directivo apuntó que deben alistarse 285 títulos, lo cual, en comparación con ediciones anteriores, muestra un incumplimiento sin precedentes en la última década.

Se realizan negociaciones con China para sustituir el equipamiento tecnológico obsoleto, sobre todo en las provincias, agregó, y se padece el elevado gasto que debe asumir el país para adquirir el papel bond de 75 gramos.

Rodríguez Cabrera se refirió a las demoras y errores en las cotizaciones (no siempre detectadas por las editoriales) y a las deficiencias en la entrega de las pautas de distribución y legalización, obstáculos que impiden agilizar los procesos productivos y de distribución.

Los asistentes coincidieron en la insuficiente gestión editorial en el encargo de obras cuyas temáticas sean de interés para los lectores, en la baja asistencia y participación en los eventos de corte literario en el país, el débil seguimiento a las negociaciones iniciadas en ferias anteriores y al insuficiente conocimiento por parte de editores y diseñadores sobre Artes Gráficas.

Significó el titular del ICL que se ha incrementado la producción de libros digitales, en especial Cubaliteraria, y comentó sobre la contratación con CITMATEL de las editoriales adscritas para ello.

Un punto importante en la reunión abordó la situación objetiva de los 346 establecimientos existentes en el país para la comercialización de libros, de los cuales 296 son librerías. En el año precedente se ejecutaron obras de mantenimiento a 45 librerías y se planifica hacerlo en 27 en este 2019. No obstante, acotó, muchas de las que fueron reparadas desde el punto de vista constructivo, presentan problemas de imagen.

Recalcó que el año pasado se registró una disminución de las ventas minoristas, pero se incrementaron las ventas de ejemplares, lo cual queda explicado por la rebaja de precios.

Felizmente, Cuba fue el país invitado de honor en las ferias de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia; en la de Líber, en Barcelona y en la de Mendoza, en Argentina. El ICL retomó la reelaboración de proyectos constitutivos de la Asociación de Editores del Libro en Cuba.

Luego de darse a conocer este resumen del cumplimiento de los objetivos de trabajo en el año concluido, los asistentes reflexionaron en torno a la importancia de traducir más obras de nuestra literatura a otros idiomas, con lo que se puede garantizar de alguna manera mayor presencia en otras naciones, y lo concerniente a una mejor selección de los textos que deben reeditarse.

Los problemas relativos a la industria poligráfica, el transporte asociado a la distribución y a una mayor actividad en las provincias, así como la necesidad imperiosa de que, a pesar de cualquier limitante económica, las editoriales sean cada vez más eficientes, fueron los puntos de contacto de las intervenciones realizadas, reflejo del interés por publicar siempre el mejor libro posible.