La sobrevida de Casa que no existía
17/2/2017
Lina de Feria todavía es bella en su senectud. Su rostro preserva la cándida hermosura que décadas atrás debió granjearle varios admiradores, entre ellos, Nicolás Guillén, quien al verla por vez primera elogió “sus buenas piernas”, justo antes de echarle una ojeada a los poemas que ella le mostraba recién llegada de Santiago de Cuba.
La muchachita linda, a la sazón, es hoy una linda señora; aunque así de frívolo pueda sonar, no hay un átomo de frivolidad como tampoco de rencor —que bien pudiera— en la autora de Ante la pérdida del safari a la jungla, ganador del Premio de Poesía Nicolás Guillén 2008.
Foto: Archivo La Jiribilla
Lina y su obra transitan hoy en un viaje de retorno desde el silencio, prolongado durante varios años; pero felizmente y aun así insuficiente, esa vuelta ha venido a redimir acaso lo que la estupidez y el ostracismo mellaron. No obstante, la poetisa nominada varias veces a la más relevante distinción de las letras nacionales es incapaz de guardar rencor. Las almas sublimes no se permiten malgastar tiempo o energía en profesar un sentimiento a la postre malsano y destructivo. En lugar de eso prefirió, y lo hizo brillantemente, dedicar sus horas vitales y talento precoz a escribir, no solo versos sino también ensayos.
El pasado año la Asociación Hermanos Saíz le otorgó el lauro Maestro de Juventudes[p1] , además de habérsele dedicado junto a Rogelio Martínez Furé la anterior edición de la Feria Internacional del Libro (FIL). En esa ruta, la actual edición de la FIL retoma los homenajes al organizar un panel por el cincuentenario de Casa que no existía, título con el que obtuvo en 1967 el primer premio David de Poesía compartido con Cabeza de zanahoria. El poemario se convirtió para la autora en su libro primogénito y mayor, no porque sea el de más años sino porque fue el que la catapultó en términos de reconocimiento.
El también poeta, crítico y dramaturgo Norge Espinosa, presente en el panel, leyó una emotiva carta dirigida a Lina. “Tres poetas tengo en este país que me recuerdan la naturaleza primordial de toda sobrevivencia, y tú eres uno de esos nombres, junto a Rafael Alcides, que palpita y resopla su acto de vida (…) aunque aparentemente no se le vea ni se le escuche, y Delfín Prats, que existe para que Holguín también exista en una dimensión de la propia poesía que otros párvulos mucho más jóvenes reafirman desde ese punto del mapa”.
Luis Yussef, poeta y editor, al frente de la editorial La Luz en Holguín, agradeció la influencia de Lina en su formación. “Estuvo escribiendo versos durante 20 años sin detenerse un solo día. En Casa… ya Lina concentraba sustancia de verso; cuando decía “han tomado mi casa”, uno se estremece y siente los muertos habitando el lugar, sujetos que no existen”.
Nancy Morejón, poeta y crítica, recalcó la cubanidad raigal de la poética de Lina de Feria, reafirmada en el amor por su provincia natal. La propia Lina confesó que ella fue fundadora de la filial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Santiago. Ambas poetas trabajaron mano a mano cuando nació Ediciones El Puente.
De su etapa estudiantil en la Facultad de Artes y Letras, la poetisa santiaguera recordó a su profesora Mirta Aguirre, quien le decía que no le entregara los trabajos de clase, pues con cinco poemas semanales que le diera ya bastaba para cumplir con las exigencias académicas.