De pajáros negros de cualquier parte, el texto más reciente de Agnieska Hernández

Vivian Martínez Tabares
9/3/2021

Marzo es el mes de la mujer, el de las espléndidas aguas de Tom Jobim, y también el de la celebración del teatro en todo el mundo. Mientras las salas teatrales permanecen cerradas por la COVID, sigo leyendo nuevas piezas teatrales y adelanto algo de lo que vendrá en los escenarios, que ojalá sea cuanto antes. La obra más reciente de la dramaturga y directora teatral cubana Agnieska Hernández es Blackbirds 2020, ganadora de la primera mención en el recién celebrado concurso de dramaturgia Virgilio Piñera.

Agnieska Hernández. Foto: Tomada de Cubaescena
 

Nacida en Pinar del Río en 1977, Agnieska se inició en la escritura como narradora. Ya había publicado varios cuentos y alguna novela y ganado reconocimientos en su provincia natal, así como el Premio Beca de Creación El Caballo de Coral, del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2002, cuando se graduó de Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte. Con la obra Anestesia recibió el Premio de Dramaturgia otorgado por la Embajada de España en Cuba en 2006, y con Strip-Tease el galardón del Concurso Internacional de Dramaturgia Femenina La escritura de la diferencia, la obra fue publicada en Italia por Metec Alegre Edizioni, de Nápoles, e incluida en la antología Escena y tensión social, que yo misma compilé para la Editorial Letras Cubanas.

Luego de que varias de sus piezas fueran estrenadas —Anestesia, bajo la dirección de Reinier Rodríguez en 2015, y al año siguiente Harry Potter se acabó la magia, por el maestro Carlos Díaz con el Teatro El Público, entre las más notables—, la autora teatral debutó como directora y ella misma ha llevado a la escena varias de sus obras, las más recientes Jack the Ripper: no me abraces con tu puño levantado, y El gran disparo del arte, que se alzó con el Premio en el primer concurso de dramaturgia de Fábrica de Arte Cubano en 2019, y con ella inició el proyecto La Franja Teatral bajo su dirección.

Blackbirds es el nombre de un ave, el mirlo, en inglés, que da título a un tema musical de Paul McCartney y a un gran show de Bill Robinson. Son dos de las casi infinitas referencias culturales que alimenta —como quien no quiere la cosa— temática y estilísticamente esta obra híbrida, plena de personajes del cine, la historia y la cultura popular estadounidense, pero también de experiencias vivenciales o no del barrio de Lazareto, a la salida de Pinar del Río.

La autora define el texto como “un training de razas que abarca desde 1928 hasta la soledad de los hombres de esta noche”, y en su escritura para la escena se proyecta una combinación de diversas expresiones: teatro, danza —tap— audiovisual, canto, performance y artes visuales, lo que no es nuevo en su dramaturgia, con cada nueva obra se amplía y desarrolla. Como El gran disparo del arte, se nutre además de la cultura internacional contemporánea y se asienta sobre una investigación de fuentes que acude a las redes sociales como base de una compleja urdimbre.

“La obra se erige en un peculiar alegato antirracista”. Foto: Tomada de Internet
 

No hay presentación de los personajes a la manera habitual, sino que abruptamente entran los que parecen ser centrales, El novio y La novia —él negro y ella blanca—. Desde la introducción, titulada “Just married” o recién casados, se aborda directamente el tema de los prejuicios raciales, con la mención de George Floyd y la aparición de un coro de hombres negros que acompaña al novio, y de un coro de hombres blancos que viene tras la novia. Del intercambio entre ambos emerge Mary Prince, un personaje histórico del siglo XIX, una mujer negra nacida en las Bermudas, en el seno de una familia de africanos esclavizados, que luego de viajar a Londres con su patrón y su familia en 1828 logró huir de sus dueños, escribió su autobiografía y se convirtió en una activa abolicionista. Otros personajes notables aterrizan desde las pantallas de la Twenty Century Fox: la niña prodigio y actriz precoz Shirley Temple, la más joven ganadora de un Oscar en la historia del cine, y Bill “Bojangles” Robinson, el bailarín de claqué y actor estadounidense, el más conocido y mejor pagado artista afroamericano de la primera mitad del siglo XX. Shirley Temple y Robinson protagonizaron juntos una famosa escena del filme The Little Colonel,[1] y luego repitieron el dúo en otras tres películas. Pero también son roles de la trama Darnella Frazier, la adolescente de 17 años que filmó con su celular el asesinato a George Floyd —en plena calle de Powderhorn, el barrio de Minneapolis, el 25 de mayo de 2020— asfixiado por la rodilla de un policía, y Derek Chauvin, el agente en cuestión.

Así, la obra articula lo histórico y documental y el audaz juego de planos y voces que caracteriza el estilo de la autora, y así se erige en un peculiar alegato antirracista. Como en textos anteriores, la dramaturga no da conclusiones, sino que, a través de un discurso intertextual dinámico que integra varias normas del lenguaje, expone una parte de la realidad con crudeza e ironía, y es el lector y luego el espectador quienes deben sacar sus conclusiones morales.

Hay en la pieza además un fuerte componente autorreferencial, pues a Agnieska la sorprendió la pandemia mientras participaba de una residencia artística en la región de Normandía, como parte del Festival Escribir y Dirigir. Allí dictaba un taller y un montaje con actores franceses de Pantha Théátre, a partir de su obra Jack the Ripper: no me abraces con tu puño levantado. La acelerada expansión del Coronavirus obligó a detener el trabajo y Agnieska súbitamente tuvo que viajar en un tren Grandes Líneas y sobrevolar el Atlántico extremando las precauciones sanitarias para poder llegar a tiempo y a salvo hasta su casa en La Habana —en Cuba se había reportado el primer caso de contagio una semana antes—. El episodio está recreado dentro de la obra desde la mirada de la artista y convertido en un pasaje teatral, en apariencia extemporáneo, entre la pareja de novios, el Productor, Shirley Temple y Mary Prince. La dramaturgia se desdobla y se multiplica entre sus personajes, quizás como un antídoto de sanación contra el dolor.

“La obra articula lo histórico y documental y el audaz juego de planos y voces que caracteriza el estilo
de la autora”. Foto: Cortesía de la autora

 

Reproduzco un fragmento del diálogo que recrea sutilezas de las sensaciones experimentadas en este largo año en el que todos vivimos en peligro, y alcanza un conmovedor carácter de tributo —ora directo, ora metafórico—, en memoria de tantas celebridades que hemos perdido en medio del aislamiento.

PRODUCTOR. Un estornudo revienta en el aeropuerto y creo que es la primera vez en mi vida que no digo salud.

MARY PRINCE. Sin bendiciones. Ni acercarse. Ni la amistad. Ni sonreír.

SHIRLEY TEMPLE. No he visto hoy a nadie con labios.

MARY PRINCE. Es la noche. Dentro de un rato tendremos que aprender a despedirnos de Kim Ki Du, de Maradona, de Elpidio Valdés, Kelly Preston, no sabemos ni cómo vamos a decirle adiós a Luis Eduardo Aute, a Kirk Douglas, a Rosita Fornés, a Eusebio Leal. A Mafalda. En un rato, una actriz hermosa se regresa al agua. Los perdemos, los vamos dejando por el camino, les damos la mano un ratico y enseguida abrimos la mano. Menos horas porque esta vez no nos podemos entretener, ni demorar. Esta noche lenta va muy rápida. Voy a recordar siempre este 17 de marzo de 2020…

EL NOVIO. Comenzamos un viaje al amanecer, en Normandía, y a las doce de la noche llegué a la escalera de mi casa.

LA NOVIA. Que es como regresar a las escaleras de Latinoamérica. Me abrazaste. Me diste las gracias por todo el trabajo para la obra… Sí, pero de mi regreso a Latinoamérica no dices nada en tu obra.

EL NOVIO. No, no digo nada.

SHIRLEY TEMPLE. Me quité toda la ropa en la escalera. Entré a casa desnuda, callada.

LA NOVIA. Entré a casa mirando el churre de las paredes…

PRODUCTOR. Entré a casa con dolor de garganta. Me sentí caliente. Paranoico. Sentí que me ahogaba.

EL NOVIO. Este regreso.

PRODUCTOR. En un tren del silencio.

MARY PRINCE. En un cierre de fronteras y el susto.

LA NOVIA. En un día cero.

SHIRLEY TEMPLE. Y esta despedida. Tan húmeda. Limpiando un camino. Con toallitas…

Performance del silencio. La Novia y el Novio apenas se miran. Vida online. Un solo paisaje. Y una ventana.

Vuelve a llamar la atención la notable habilidad de la dramaturga para construir frases, oraciones y hasta largas tiradas que integran diversas fuentes estilísticas y producen nuevos sentidos, que refuncionalizan historias del pasado en cruces con el presente y potencian animados traslados a la representación.

Ahora mismo, Agnieska y su equipo de actores de La Franja Teatro, aprenden la técnica del tap dance para incorporarlo a la escena. Auguro que esta experiencia artística será una de las que, con gran atractivo, nos esperarán cuando podamos volver al teatro.

 

 

Nota:
[1] Ver https://www.youtube.com/watch?v=arkkGjDpa8E